Cap 8: ¿Siempre eres tan irritante?

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POV. Kaira

Al llegar la noche, me encontraba terminando las ultimas prendas del señor del castillo, había descubierto un color bastante suave, pero muy bonito. Y al lavarlo, se veía bastante bien. Estaba dando las últimas puntadas a la prenda cuando Emma entro a la habitación.

— ¿Qué pasó? ¿Qué te dijo? — Suspire pesadamente mientras seguía mi trabajo.

— ¿Recuerdas el hombre que me dejo encinta en la cueva Emma? — Esta asintió.

— ¿Lo encontraste? — Dijo con terror.

— El me encontró a mí. Era el Señor del Castillo. — Ella abrió los ojos con aun más asombro.

— No sé si reír o llorar por ti. — Se lanzó una carcajada. — No cabe duda que el cielo, te beneficia. — Negué

— El hombre me dijo que me mataría si no tomaba un brebaje. Si muero en los próximos días, sabes quién es el culpable. —

— Me sorprende la actitud con la que enfrentas tu muerte. —

— Me han amenazado tantas veces que ya no me sorprende, y lo han intentado otras tantas que me gustaría que alguna vez funcionara Emma. — Admití. — Aunque siéndote sincera esta vez no me siento sola. — Dije sobando mi vientre feliz.

— Ya no estarás más sola. — Me sonríe. — El Señor Aren es un hombre bueno. No te hará daño. Es así porque perdió a su madre de joven, a manos de los otros hijos de su padre. —

— ¿Otros hijos? — Fruncí el ceño.

— Así es... El Señor Aren es hijo de una Criada de su padre. — Dijo mientras seguía trabajando la tela en su mano.

— Cuando los niños se hicieron hombres, no estaban dispuestos a compartir sus tierras con el hijo de una criada, y durante su niñez fui testigo de las barbaridades que las esposas de su padre cometían contra él. — Enarque una ceja asombrada.

— Cuando creció y sus hermanos, los hijos legítimos de su padre mandaron a asesinar a su madre, fue la gota que derramó el vaso, y terminaron matándose entre sí y ahora ambas sabemos quién fue el que ganó.

— No creo que haya ganado más que un frío y oscuro corazón, al menos eso explica porque no quería tener un hijo bastardo. — Dije apuntando mi vientre, eso solo me dejaba de alternativa la muerte.

— Exacto. — Dijo una voz ronca en la puerta llamando nuestra atención, era el Señor Aren. Me miraba furioso aun. — Ven es hora de dormir. — Dijo mientras me pedía que lo siguiera. Asentí y fui tras él.

— Mi dormitorio queda por allá. — Digo apuntando otro pasillo.

— Sígueme. — Fue su respuesta. La servidumbre no pasaba desapercibido el que yo fuera tras él. Entramos al Gran salón del castillo e íbamos en dirección a su habitación.

— Creo que es mejor que regrese a mi habitación. — Dije deteniéndome. Volteó a verme aun serio. Y abrió una puerta de una de las habitaciones de al lado.

— Esta será tu nueva habitación, eso mientras lleves al bastardo en tu vientre. — Dice adentrándome en el lugar. Era pequeña pero acogedora, y tenía unas cuantas mantas de seda, unos cuantos aceites y perfumes, sobre una mesa en la esquina. Sonreí.

— ¿Siempre eres tan irritante? —

— Solo pensaba en que si mi situación hubiera cambiado así, me hubiera embarazado de ti antes. — Reí un poco y este solo bufo enojado.

— No pienses que te has librado de tus obligaciones, ahora tienes más, como servir mi comida directamente, y tener mi copa llena. — Tragué fuerte, ese era trabajo de Astrid.

— Ese es trabajo de Astrid. — Dije ignorando su mirada fulminante.

— Ahora es el tuyo y te saltas una comida, te mandaré al calabozo. — Dijo azotando fuerte la puerta. Increíble, el hombre tenía un temperamento que ahora entendía porque no estaba casado.

Al sonar la campana de la cena, fui a la cocina. Me encontré con Jaqueline.

— El Señor me pidió que llevará su comida a la mesa. — Dije viendo como otras sirvientas llevaban la comida hacia el comedor.

— ¿No era trabajo de Astrid? — Pregunto extrañada. Asentí.

— Lo era pero me pidió que lo alimentara de ahora en delante. — Digo de mala gana.

— ¿Y esta que se cree? ¿Porque comiste con él una vez te crees especial? Ese es mi lugar y nadie me lo quita. — Dijo empujándome, sino fuera porque Jaqueline logró detenerme hubiera dado con la esquina de un mesón y adiós al pequeño o pequeña en mi interior. La Vi mal y la hubiera golpeado de no ser porque Jaqueline me detuvo.

— Ten cuidado, tienes que cuidarte ahora. — Dice viéndome con lastima asentí. Mientras Astrid salía con las charolas llenas de comida para la mesa del Señor.

— ¿Crees que se enoje si no voy? —

— Segura que no estas mintiendo. — Suspire pesadamente.

— Claro que no. ¿Crees que quiero servirle? Que agradezca que no he puesto planta del pica pica en sus ropas. — Dije de mala gana, ella rio suave, una sonrisa sincera.

— Hace mucho que no reía niña. Ahora entiendo porque no te ha mandado a dar latigazos — Rio. — Bueno si quieres ve al salón y pregúntale directamente. Yo estaré aquí en la puerta para ver qué es lo que él te dice. –

Asiento no muy convencida, de camino al salón viendo Astrid llenando su copa. Llegó a su lado y Astrid me detiene en el camino la miro mal pues por su culpa casi me hago daño.

— Jaqueline quiere saber si es cierto que ordenó que yo sirviera su comida o si puedo seguir con mi trabajo. — Pregunte sin mirarlo a los ojos. Noté la mirada divertida del resto de los soldados en la mesa, no sabía que se les hacía tan divertido. Luego vi su rostro y parecía enojado.

— Te di una orden y no la cumpliste, pero esta es la última vez que me sirve Astrid, las siguientes comidas serán servidas de tu mano hacía mi plato. — Dijo arrogante. Astrid agacho la cabeza, al parecer no tenía el valor de discutir con él en el salón.

— Será un placer Señor. — Dije dándome la vuelta con cierto sarcasmo en mi voz.

— Mi Señor. Dilo... Soy tu Señor, no cualquier Señor. — Entendí el doble sentido de la palabra así como el resto en el comedor.

— Si Mi Señor, será como usted ordene. — Dije apurando mi paso, para no volver a escuchar su voz tan molesta. Cuando salí, fui a terminar mis deberes, al lavar mi ropa, y unas cuantas de algunos soldados. Luego fui a ayudar al Lacayo Jensen al establo, me gustaba darles de comer a los caballos.

El Señor del Castillo Haugen: Aren Dahl. ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora