Las cosas estaban tensas en el reino de los champiñones, era la primera vez que su princesa desaparecía por tanto tiempo y la organizaron era un caos, los habitantes entraban en pánico y se salían de control.
Era catastrófico más no extraño, pues, algo fácil de notar es que los toads son inútiles por naturaleza. Necesitan quien los gobierne y les ordene o morirían al igual que los habitantes de cierto reino dulce al perder a su princesa de azúcar.
Fue un acierto que la propia princesa Daisy se quedara para recuperar el orden y preparara a todos para la batalla siguiente, era casi fortuito que tuviera que enviar a Luigi en su lugar para pedir refuerzos a sarasaland, sin embargo, manejar a los toads era agotador.
-¿Como le hacía la princesa Peach? - Se preguntaba ella - Los habitantes de mi reino son más independientes.
Incluso con la ayuda de toadette, al parecer la única con criterio propio entre los toads, era complicado tratar con tantos inútiles.
-Princesa - Un sirviente aleccionado previamente, entró a la habitación - Tenemos noticias de Sarasaland, Luigi lo logró.
-Por supuesto que lo logró, es mi amado, además, soy la gobernante de ese imperio, sería difícil que no enviaran ayuda si yo misma lo ordeno.
-Tiene razón princesa... Pero también recibimos una carta de Luigi para ser leída exclusivamente por usted - El sirviente entregó la carta y la princesa le ordenó retirarse antes de abrirla.
[Querida Daisy, amada Daisy, la guerra por venir nos obliga a todos a prepararnos, eso me incluye y como estoy ahora, no creo poder enfrentar a Bowser, así que, terminada mi tarea, emprenderé mi propio viaje, espero entiendas que lo hago por necesidad.
No te preocupes, estaré contigo en la batalla.
Con amor, Luigi]
Daisy suspiró con pesar, si hubiera sabido que las cosas se pondrían tan complicadas, tal vez no habría corrido a Luigi todas las veces que intentó asaltarla en su habitación.
¿Llegar casta hasta el matrimonio? Ahora parecía una idea ridícula.
-Mi amado, ten suerte en tu viaje - Susurró al viento en espera de que sus buenos deseos llegaran sin demora.
Mientras tanto, cerca de sarasaland, Peach entraba en una cueva, con un traje diminuto y percings en los pezones, los cuales eran jalado por una delgada cadena amarrada a la muñeca de Bowsette, quien avanzaba campante con su traje de cuero negro y tacones, los cuales le daban un aura malvada y sensual
Dentro de la cueva, aburrido y en un trono de piedra improvisado, se encontraba el alienigena Tatanga, el cual secuestró a Daisy y esclavizó a su imperio en una ocasión.
Cuando vio a las 2 mujeres, sus ojos se llenaron de emoción.
-¿Saben que han sellado sus destinos al entrar aquí?
-Por favor, Tatanga ¿Es la actitud que tomas ante una vieja amistad?
-¿Amistad? Yo no te conozco - Denegó el confundido alien.
-Soy yo, Bowser.
-Ja - La idea le pareció algo irrisorio - No digas tonterías, tu no puedes ser Bowser. Bowser es feo...
Tu por otro lado.
La princesa del mal rió por aquella afirmación - Déjame refrescar tu memoria - Inhaló con fuerza y exhaló con ferocidad. Una llamarada potente casi acaba con Tatanga, pero este logró alejarse.
-De verdad eres... ¿Qué te pasó?
-Esta es una adorable forma que decidí tomar por el bien de mi dominio y es también por mi dominó que he venido a buscarte, únete a mí.
-¿Por qué debería? Siempre pierdes.
-Está vez es diferente - Bowsette señaló a la princesa a su lado.
Fue en ese momento que los ojos de Tatanga se abrieron como platos, el finalmente había reconocido a la princesa que vestía en esos harapos - Princesa Peach.
-Así es, ya me dejé de pequeños juegos, ahora voy a lo grande, le declaré la guerra al Mushrom Kingdom y quiero a tus tropas en mi ejército.
-¿Bromeas? Tengo muy pocos hombres ahora ¿Por qué los arriesgaría por tu ambición?
-Porque, mi querido amigo, si lo ponemos todo en este golpe, puedo darte aquello que anhelas - Señaló a Peach - Una Princesa como esposa.
-¿Peach? Ya la has usado mucho, no la quiero.
La Dragona rió - No peach, ella es mi juguete, nunca te prestaría mi juguete, hablo de una princesa casta, la princesa que una vez tuviste en tus manos y te fue arrebatada.
-Daisy.
-Precisamente, ella está actualmente en el Mushrom Kingdom y cuando ganemos, será tuya, solo tenemos que ir sin miramientos, sin el miedo de perder, esta vez hay que darlo todo.
Tatanga pareció vacilar, pero pronto sus labios dibujaron una enorme sonrisa - Bien, si perdemos esta vez, que no se diga que fue porque no lo dimos todo.
-Está batalla, amigo mío, será nuestra gloria o nuestra ruina.
Ambos seres malvados habían llegado a un acuerdo, los dos dejarían de contenerse, irían a la guerra con la intención de morir si era necesario o al menos, eso es lo que creía Tatanga.
El alienigena pronto movió a sus hombres al reino Koopa, donde Bowsette dispuso todos los materiales que este pedía para aumentar su fuerza, ambos se preparaban arduamente para la guerra... Bueno, uno más que otro, pues, mientras Tatanga trabajaba día y noche, Bowsette usaba la luna para violar a su princesa y destruirla con sutileza. Disfrutaba transformarla con lentitud.
Finalmente, ambos bandos estuvieron preparados.
Las fuerzas de Bowsette y Daisy marcharon arduamente y se encontraron en la frontera.
-¿Segura que podemos ganar? - Tatanga se mostraba nervioso, su ejército era poderoso, si, pero frente a ellos se encontraban los ejércitos del sarasaland, del reino de los champiñones y las poderosas naves de la princesa Rosalina, manejadas por sus destellos, conformando así, el ejército más grande que el mundo haya visto.
Comparado con la fuerza de las princesas, su ejército, superado 7 a 1, era más bien pequeño.
-No te dejes engañar por los números ¿Por qué crees que nos tienen tanto miedo?
Nuestros oficiales pueden con diez o cien soldados de ellos, con ellos, podremos fácilmente superar la diferencia en los números.
-Tienes razón, podemos con ellos - Tatanga, desde si sitio al lado de Bowsette, asintió con seguridad, aún cuando estuvieran en desventaja, ya había accedido a darlo todo, por lo tanto, no se echaría para atrás.
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Bowsette, la princesa del mal.
FanficCuando Bowser se cansa de los juegos de la princesa, decide que es hora de no sólo ponerse serio, si no de hacerlo de un modo muy irónico.