Epílogo

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En un calabozo frío, oscuro y húmedo, en el cual las goteras abundaban y el hambre no escaseaba, Mario y Luigi colgaban de los brazos desnudos y derrotados.

El ocasiones Bowsette iba a coger con las princesas frente a ellos; en otras dejaba que alguna de estas les sirviera solo como medio de tortura; como medio para que vieran lo bien que sus amadas princesas habían sido entrenadas.

Matarlos sólo haría que resucitaran en otro rincón del reino y se convirtieran en un problema, de modo que se quedarían allí hasta envejecer y convertirse en inútiles ancianos rotos y desnutridos.

Ya no había esperanza; nadie había que se opusiera a la Reina Bowsette.

Las Princesas eran sus perras en celo y los antiguos reyes sus bufones, sus mascotas y sus muebles sin importancia.

Bowsette ha ganado.

Bowsette ha ganado.

Bowsette ha ganado.

Los prisioneros tenían incluso una grabadora repitiendo a su lado las palabras "Bowsette ha ganado" de forma constante.

Nada había que hacer.

Solo les quedaba esperar su vejez con la esperanza de ser liberados cuando pudieran moverse a penas lo suficiente para ayudarse de un bastón.

Pero, luego de meses volviéndose locos en aquel deplorable lugar, alguien fue a visitarlos.

Se trataba de un pequeño coppa diferente a los demás; un coppa pensante y de melena rojiza; un pequeño dragón que cargaba las llaves de las esposas que aprisionaban a esos dos.

Con la mirada perdida, ambos prisioneros miraron al visitante esperando que este los pateara o humillara como muchos otros antes que él; pero las palabras que de su boca salieron, hicieron dudar a los dos.

—Quiero a mi padre de vuelta.

Bowsette, la princesa del mal.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora