Capítulo 08

508 66 6
                                    

Por mucho que odiara admitirlo, estaba agradecida con el demonio por salvarle la vida.

Incluso si fue en gran medida solo por sus propios intereses egoístas que se alinearon con la supervivencia de ella.

Parte del miedo que había sentido hacia él se disipó un poco. Le había prometido que pronto dejaría de actuar con tanto encanto y le mostraría su verdadero yo demoníaco, pero hasta ahora eso no había sucedido.

Estuvo en descanso prescrito durante algunas semanas después de su alta, y sus amigas Candy y Grenda la visitaron varias veces con regalos y comestibles. Todo iba bien hasta que un día la pareja entró abruptamente mientras Bill estaba allí, pues ellas tenían una llave del departamento y, por lo tanto, pudieron entrar sin previo aviso.

Todos se miraron en un incómodo silencio.

—Oh, uhm, hola —saludó Candy, ofreciendo una sonrisa nerviosa—. Somos amigas de Mabel.

—¿Quién es el galán? —preguntó Grenda, yendo directo al grano.

Mabel se tambaleó por una respuesta.

—¿Él? Él es, eh... bueno... ¡él no es mi novio! —exclamó, queriendo dejar muy clara esa parte.

—Ouch —comentó Bill divertido.

—Entonces, ¿quién es él? —insistió Grenda.

—Soy su contratista —respondió Bill, ofreciendo una sonrisa descarada que hizo que las chicas se sonrojaran.

—¿Contratista? —Candy contestó—. ¿Para qué?

Mabel le lanzó una mirada aguda.

—Él me está ayudando con... eh...

—El baño —interrumpió Bill, asintiendo—, para rehacerlo totalmente, se ve horrible en este momento. Entienden lo que quiero decir, ¿verdad?

Las chicas parpadearon pero parecieron aceptar su declaración, asintiendo con la cabeza para la sorpresa de Mabel. ¿Qué le pasaba a su baño? ¡Ella misma lo decoró!

—Oh, está bien —respondió Candy—. Bueno, no te interrumpiremos, solo estamos aquí para dejar algunas cosas y nos pondremos en camino —le disparó a Mabel un guiño que la hizo gemir con frustración. Habían totalmente malinterpretado la situación aquí.

Mabel se alegró de sacarlas de su departamento, suspirando de alivio.

—¿Contratista?  —repitió ella, lanzándole una mirada plana—. ¿Enserio?

—Quiero decir, si me concedes el honor —respondió, inclinándose sobre una rodilla con la pila de papeles en la mano y una sonrisa descarada en su lugar.

Mabel se sonrojó.

—¡No hagas eso! ¡¿Qué pasa si regresan y tienen una idea equivocada?!

Ella se alejó de él, resoplando.

—¡Y no hay nada de malo en mi baño! ¡La rana gigante le queda bien!

Tarro De MielDonde viven las historias. Descúbrelo ahora