Capítulo 17

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Mabel nunca fue conocida por guardar silencio sobre sus intereses amorosos. No, ella siempre hacía un movimiento, audaz como siempre, y a menudo la rechazaban.

Así es como probablemente resultaría esto también.

Fue unas semanas más tarde que Mabel llamó al demonio. Bill apareció, como siempre, en el momento oportuno.

—Aquí estoy.

Mabel le sonrió.

—Hey.

Él echó un segundo vistazo, sus ojos vagando sobre su cuerpo y Mabel trató de no sonrojarse ante su escrutinio. Se había acicalado un poco antes de llamarlo y esperaba que hiciera algún comentario, pero en lugar de eso, él simplemente hizo un pequeño murmullo en la parte posterior de su garganta antes de mirarla expectante.

Está bien, bueno, no importa.

Resoplando, respiró hondo y dió un paso hacia él, decidida.

—Pensé en otra cosa por la que entregaría mi alma.

Eso llamó su atención, sus ojos se iluminaron cuando le dió toda su atención.

—¿La tienes?

Ella asintió.

—Sí. Estaría dispuesta a dártela por una cita.

Su expresión cayó y parecía casi... ¿decepcionado?

—¿En verdad? —preguntó rotundamente, mirando a un lado y desinteresado de repente—. ¿Es así?

Negándose a ser disuadida por su respuesta, ella asintió.

—Uh-huh. ¿Quieres saber con quién?

—En realidad no, pero continúa.

Dió otro paso hacia adelante, juntando sus manos detrás mientras tomaba otro aliento.

—Tú.

El demonio parpadeó, mirándola. Él miró fijamente. Ella le devolvió la mirada.

—¿Qué?

—Yo dije.... —repitió, esta vez con la voz más tranquila. Sus labios se curvaban en una sonrisa nerviosa y sus manos se sentían súper sudorosas—. Me gustaría tener una cita, una cita de verdad, contigo.

Bill siguió mirando y cuanto más pasaba sin hablar, más se disparaban sus nervios.

Después de un minuto completo en silencio, lo rompió.

—Uh, aquí es donde es tu turno de hablar —agregó Mabel—. Un simple sí o no será suficiente. Ojalá que sí, je.

Se aclaró la garganta.

—¿Me estás invitando a salir?

Ella asintió.

—¿Te gusto?

Ella asintió de nuevo.

Bill levantó una mano, cubriéndose la boca y la mandíbula mientras miraba hacia adelante, con los ojos moviéndose en todas direcciones con pensamientos frenéticos.

Mabel frunció el ceño, soltando las manos mientras se acercaba a él.

—Oye—

De repente, Bill bajó la cabeza y la miró a los ojos mientras la agarraba por las muñecas. Ella parpadeó, notando que todo este tiempo bajo su mano él había estado escondiendo una sonrisa.

Nunca antes lo había visto sonreír tan genuinamente.

—¿Alguien te dijo alguna vez que tienes mal gusto con los hombres? —preguntó, con la voz ligera mientras la miraba con ojos cálidos.

Ella se rió nerviosamente ante eso.

—A veces... —miró sus manos alrededor de sus muñecas antes de volver a mirarlo—. Así que... ¿Esto significa que estás diciendo que sí?

Se inclinó más cerca, liberando sus muñecas para deslizar sus dedos entre los suyos mientras tomaba sus manos entre las suyas.

—Claro que sí —dijo él en un tono seductor, acercando su rostro al suyo.

Ah, ahí estaba esa chispa que buscaba.

Sintió una sensación de hormigueo recorrer todo su cuerpo y suspiró felizmente cuando sus labios finalmente encontraron los de ella. Oh sí. Su boca se inclinó sobre la de él, no estaba segura de cómo, pero cuando se separaron, las manos de él encontraron el camino hacia su cabello y los dedos de ella se deslizaron debajo de su camisa. Ups.

Mabel lo miró con las mejillas sonrojadas, los labios estirados en una sonrisa.

—Bueno, hola.

Él le devolvió la sonrisa.

Realmente tenía mal gusto para los chicos, ¿eh?

Tarro De MielDonde viven las historias. Descúbrelo ahora