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Cuatro días habían pasado desde el accidente de blaze.

Todos sus amigos iban a verla para ver como se encontraba y ver cuando la darían de alta. aunque no había probabilidad de que saliera unos días antes, sino semanas.

Se encontraba recostada la de ojos color dorado sin saber que hacer.

No le agradaba estar ahí.

Normalmente estaría caminando u haciendo cosas del colegio pero no, ahora tenía que estar encerrada en esas cuatro paredes hasta que la dieran de alta o por al menos que algunas de sus heridas se sanaran y así dejarla nada más al cuidado de alguien pero no es como si quisiera que alguien la cuidara.

No quiere molestar a nadie

—¿cuando me dejaran salir?—pregunto la gata hacia la enfermera quien estaba checando su pulso y los signos vitales.

Ella la miro y sonrío suavemente.

—no te preocupes, ahorita me estoy dando cuenta de que tus heridas ya sanaron un poco lo que eso significa que dentro de poco saldrás de aquí, solo se paciente.

Paciencia es lo que se me agota” pensó la gata pero decidió alejar ese pensamiento y quedarse callada mirando el techo hasta que se escucho como abrían la puerta de la habitación captando la atención de la gata y la enfermera.

—lo siento ¿interrumpo?

—no se preocupe ¿viene a verla?

—si

—bueno con su permiso y señorita—le hablo a blaze y esta volteo a verla—los medicamentos para el dolor están en esa bandeja así sin más, con su permiso—se despidio y salió de la habitación dejando al albino y a la morada solos.

Vio al albino quien venia con una caja de pastelitos y flores, eso hizo sonrojar un poco a la morada.

—hola blaze—saludo con una sonrisa el albino a la morada.

—hola silver—saludo la gata y vio curiosa las cosas que traía el albino.

—son para ti—dijo el albino con un notable sonrojo se acercó y le dio un pastelillo a la gata quien sin dudarlo lo agarra.

—gracias silver, no debiste molestarte—dijo blaze comiendo un poco del pastelillo.

—no molesta, blaze—dijo el albino negando y viendo a morada con ternura, si muy apenas la de tez lila podía agarrar bien el pastelito y tenía un poco en los cachetes.—¿te ayudo?—pregunto con la ceja alzada y una sonrisa.

La gata miro al albino sin responder a lo que pregunto. No quería ayuda pero ahora si necesitaba, y aparte porque sentia que se veía ridícula tratando de agarrar bien el pastelito a causa de los dolores musculares que todavía tenía.

—por favor.

Silver sonrió y agarro el pastelito llevándolo directo a la boca de la gata.

Le pareció tierno como se le inflaban los cachetes con cada pedazo que llevaba.

Y es que para el era especial la gata de ojos color dorado.

A el todo de ella le parecía tierno.

¡Oye Pinky! 我爱你 Donde viven las historias. Descúbrelo ahora