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           En las profundas montañas de Eos, más allá de las cordilleras, había un pueblo, oculto en su interior, protegido por follaje y monte rocoso, casi imperceptible si no sabías que ahí se hallaba.

          Nuestros amigos, Noctis, Prompto, Ignis y Gladio estaban próximos de una estación de servicio, montados en sus chocobos.

         –Si no recuerdo mal, cerca de aquí hay una gasolinera. Necesitamos suministros curativos. –Comentó Ignis, alzándose las gafas por el puente de la nariz, dejando el dato caer. –Porque estamos en la zona de Duscae ¿verdad?

         –Sí, –Confirmó Gladio para ayudar a ubicarse a su amigo.

         Los otros tres se miraron ante aquello y sonrieron.

         –¡De paso podríamos descansar en una caravana! Estoy cansado de dormir fuera... –Comentó Noct, pesaroso.

         –¡Ey! ¿Qué hay de malo dormir a la intemperie? –Contraatacó Gladio, algo dolido, picado.

         –Yo voto por ir también... ¡podríamos comer algo ya que estamos!–Apoyó Prompto a Noctis. Los otros asintieron conformes con el plan al escuchar hablar de comida.

          –Un bol de ramen casero... –Murmuró Gladiolus fantaseando.

          Sin decir más, se dirigieron hacia el lugar que les había indicado Ignis, viendo por el camino varias patrullas de infantería Magitek sobrevolando la zona, algo escamados por la visión, se quedaron entre el follaje mirando todo aquel despliegue con ojos críticos.

          –¿Qué hacemos...?

          –... realmente nos hacen falta pociones y colas de fénix. –Matizó Ignis, girándose hacia Noctis, para que decidiera. Este suspiró.

         –Pues no hay más que hablar.–Terminó diciendo el príncipe.

         –Intentad no llamar la atención. –Comentó Gladio, siempre con el tono protector por delante.

          Entraron en la zona habitada atando a sus monturas y mirando de reojo a cada esquina. Si por un casual se fijaban en ellos, no los pillarían desprevenidos.

          Al entrar en el pequeño local un hombre les saludó, servicial.

         –Bienvenidos al restaurante Kenny Crow. ¿En qué puedo ayudarles?

         –Queríamos comer algo...

         –¿Hay tienda de suministros? –Dijeron a la vez Prompto e Iginis, mirándose a la misma que se habían interrumpido.

          El hombre parpadeó, bombardeado con las preguntas, y asintió a las dos cosas.

         –Sí, aquí al lado hay una pequeña tienda, que aunque modesta, siempre suele tener un poco de todo.

         –Muchas gracias por su ayuda. –Ignis se inclinó, moviendo levemente la cabeza, dispuesto a salir a la misma.

          –Ignis... –Le retuvo Gladio, tomándolo del brazo con firmeza. La tensión se palpaba entre ambos. –No es buena idea que vayas solo.

         El hombre se mordió con fuerza el labio inferior, soltándose del agarre del Escudo.

         –Pues ven conmigo si lo crees pertinente, pero creo que he demostrado que puedo valerme por mí mismo.

Quédate junto a míDonde viven las historias. Descúbrelo ahora