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              Ignis se levantó, pasando por encima de Gladio. Acto seguido, bajó de la cama con cuidado, y tanteando poco a poco, hasta dar con la mesita de noche. Abrió el cajón, sonriendo al encontrar algo de su agrado en su interior al sentirlo con el tacto. Luego de su mueca, sacó unas esposas, zarandeándolas de forma suave, mientras las comisuras de sus labios se alzaban casi imperceptiblemente.

              –¿Te atreves...?

             Gladio sonrió de medio lado ante aquella proposición inesperada.

            –Claro, ¿por qué no?–Contestó, curioso.

            Ignis sonrió, esta vez más ampliamente, acercándose a él, tanteando la cama con las manos hasta encontrarle, tomándole así de las muñecas con soltura y poniéndole las frías esposas, mientras en todo el proceso, el aliento del más joven jugueteaba con la piel del moreno, anticipándose a lo que pasaría con premeditación. Gladio se quedó un poco parado ante aquello. No esperaba ser el encadenado, y aunque Ignis no vio su expresión, sí que noto el cambio en el ambiente, la forma en la que los músculos de Gladio se habían tensado, aunque no comentó nada.

         Luego de un pequeño silencio, Ignis habló por lo bajo.

        –Ponte de espaldas, anda.

        Gladio se quedó quieto, analizando la situación, y a medida que se hacía a la idea, poco a poco, se pintó en su rostro una ladina sonrisa, dándose la vuelta. Ignis le recorrió la espalda con las palmas, ascendiendo, y cogiéndole con firmeza del cabello, tirando de él, haciendo que Gladio soltara un gemido sorprendido. Acercó los labios a su cuello, susurrándole:

       –Vamos a pasarlo bien los dos. –La voz de Ignis era grave en aquel momento, sensual, y su compañero no pudo más que estremecerse ante la premeditación. De un empellón lo puso de cara contra la cama, subiéndose él después, moviendo la mano libre, la que no lo retenía por el cabello, buscando algo muy concreto con lo que atinó a encontrar. Su corbata, echa un lio con las sabanas, y cerca, el lubricante.

       Gladio pudo ver su sonrisa al encontrarla, y el corazón le dio un vuelco. Después de ello, se acercó a él, tomándole del rostro para guiarse bien, y le ato la prenda a los ojos.

       –Así estaremos en igualdad de condiciones... –Le dijo contra su rostro, mordiéndole con fuerza el cuello, posesivo. Gladio no pudo más que estremecerse al quedar sin visión, a su merced, sintiendo el deseo en su bajo vientre.

       Ignis lo volvió a poner contra la cama, aunque apartándose de él a la misma. Gladio se quedó algo desconcertado por el repentino vacío sobre su cuerpo. Se apoyó como pudo con la palma de las manos atadas, y aun algo descolocado de no tener la vista activa, giró el rostro para mirar el "porque" pero no pudo ver nada. Sentía la presencia de Ignis cerca pero no sabía dónde estaba con exactitud y eso... le ponía.

       Sin previo aviso, pudo notar sus manos en las piernas, acariciándole con lentitud, con parsimonia, recorriendo sus firmes músculos, para reconocer cada rincón, cada cicatriz. Gladio apretó los labios, intentando no jadear ante la imperante sensación que le invadía ante aquel contacto. De repente, le cogió con fuerza de los tobillos, arrastrándole hasta el borde de la cama, quedando con el culo en pompa.

       –Gladio... –Susurró Ignis, de forma queda, su tono repleto de pasión. –No sabes todas las veces que he soñado con hacerte esto.

       Gladio se sintió algo confuso por el comentario, pero no le dio tiempo a pensar en nada más, dado que sintió la cercanía de Ignis mucho más patente, cómo le separaba las extremidades, las nalgas... y tomaba su entrada con la boca.

Quédate junto a míDonde viven las historias. Descúbrelo ahora