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              Al entrar en la sala había sentido algo extraño. Un cosquilleo le recorría ahora las extremidades y tenía la sensación de que las piernas le iban a fallar de un momento a otro. Notó como al fin Gladio accedía a la estancia, oyendo como hombre comentaba que se disponía a desalojar el lugar. Iban a estar realmente los dos solos.

             Pensándolo detenidamente, era mejor así. Podrían hablar tranquilamente de la situación y relajarse un poco de todo lo acontecido en los últimos tiempos. Solo esperaba que Noctis y Prompto se comportaran mientras ellos dos no estaban alrededor. Podían confiar en Prompto para proteger a Noctis. Estaba seguro que, como ellos, el muchacho daría su vida para proteger al príncipe, ya que lo había demostrado en más de una ocasión.

            Se encaminó un poco más en la habitación. El suelo era de adoquines, por cómo le hacía sentir la pisada, estaba bastante seguro que antiguos. Recorrió el lugar de punta a punta, dándose cuenta de que la sala era extrañamente ovalada. Frunció el ceño, mientras tocaba la pared, probablemente reformada por el tacto que tenía, aunque lo sintiera a través de los guantes. ¿Por qué usar un lugar tan antiguo para la unión conyugal? Tampoco importaba demasiado pero...

          Se estremeció.

          Cada vez se sentía más extraño, incluso inquieto.

          Gladio suspiró, mirando a Ignis. El hombre, acostumbrado a saber siempre de su entorno, iba de aquí para allá tocándolo todo. Eran hábitos que nunca se marcharían dado que había sido entrenado para ello, aunque ahora le faltara el sentido más esencial para desempeñar su trabajo.

          Los ojos de Gladio se deslizaron sin pretenderlo por la figura esbelta de su amigo. Desde lo acontecido en Altissia... no habían vuelto a hablar de nada de lo que allí había ocurrido. No solo el príncipe había pedido a su prometida sin ni siquiera poder decirle lo que sentía por ella después de doce largos años separados... Poco después, Prompto había desaparecido, volviendo con los ojos más turbios, con un pasado que ocultaba siempre tras una sonrisa, cargando con el en soledad.

         No pudo evitar estremecerse al pensar lo que el rubio había tenido que pasar en aquel secuestro, aquella tortura. No, no le habían preguntado, pero dado que lo encontraron maniatado y mirándolos con duda y desconfianza, Ardyn debía haber manipulado su cerebro con su lengua viperina y sus visiones. Lo único que sabían de todo aquello era como Prompto había sido separado del grupo: el mismo Noctis lo había tirado de un tren en marcha al creerlo su enemigo a causa de las alucinaciones.

        Era un poder terrible, algo a lo que temer sin lugar a dudas.

       Lo único que sabían ahora de Prompto es que no era... humano. No exactamente, al menos. Pero salvo esa información mínima que les había dado, el rubio no había vuelto a sacar el tema, no comentando nunca más su proveniencia, y para lo que había sido creado, y posteriormente, desechado.

       –El lugar está despejado, hasta mañana sobre esta hora, nadie más podrá volver a entrar o salir del recinto. –La voz de Francis se escuchó desde la megafonía, repitiendo el mensaje varias veces hasta que el lugar quedo en completo silencio.

       –Pues ya está. –Suspiró Gladio, apartándose un mechón que le caía en la cara, molestándole la visión.

       Desde hacía unos instantes sentía sobre sí mismo una sensación extraña, pero la desechó. Lo que iba a hacer era quitarse aquel ridículo vestido de una maldita vez.

       –Bueno, como ha dicho Francis, aquí hay de todo así que...–Antes de que pudiera terminar la frase Ignis trastabiló de pronto, apoyándose como pudo en el mueble que tenía al lado.

Quédate junto a míDonde viven las historias. Descúbrelo ahora