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         Despertaron a la mañana siguiente cada uno en un momento diferente. Como siempre, el primero en espabilar fue Ignis, que se quedó tumbado en la cama, con el rostro hacia arriba, y las manos juntas, aun algo pensativo. Escuchaba las respiraciones tranquilas de los demás, y se hacía una idea muy concreta de que a Gladio le habría costado quedarse dormido bastante aquella noche, así que prefirió esperar un poco antes de comenzar la actividad, sabiendo que al moverse de más su compañero despertaría, probablemente, de mal humor.

         No creía que fuera tan tarde. Escuchaba cierto movimiento y ajetreo en el pueblo, pero no era tan notorio como para pensar que eran malas horas.

         Escuchó un bostezo un poco más lejos, mientras alguien de la otra cama se desperezaba.

         –¡Wuah...! –Se desperezó por lo bajo, visualizando en su mente como se estiraba perezosamente Prompto, tan familiarizado estaba con su comportamiento.

         –Buenas. ¿Ya estas despierto? –Murmuró Ignis para no molestar a los demás, girando el rostro hacia él.

         –¡Ey! –Contestó el otro, animadamente como saludo, pero con la voz aun poco rota por el sueño. –Sí, más o menos. –Se quedó un momento callado como si mirara a su alrededor. –¡Ostras! Es raro que sea estas horas. ¿Nos has dejado dormir más?

        –Sí. Todos precisábamos descansar. Un poco de reposo nos a venido bien... más del habitual después de estos días... y necesitaba pensar.

        El otro se quedó un instante callado, mientras escuchaba removerse un tanto a Noct; lo imagina cubriéndose con la manta la cabeza para tapar el sol que entraba por la ventana, intentando alargar, casi en vano, el momento del despertar.

        En la mente de Ignis, aquella escena era como si la viera, tan acostumbrado estaba al comportamiento del príncipe por la mañana, siempre remolón a la hora de despertar.

        –Oh... ¿Qué vais a hacer? –Preguntó al fin, un tanto inseguro Prompto, sabiendo Ignis de inmediato que ese silencio había sido una lucha interna por preguntar aquello.

         El de gafas suspiró, negando con la cabeza.

         –He estado pensando: si no nos dan más opciones tendremos que colarnos, aunque no me haga gracia. O quizá podríamos hacer el paripé, y acercarnos lo suficiente al sitio para entrar. Aunque ninguna de las dos cosas me guste mucho como idea... –Murmuró lo último más para sí que para el otro.

        –Veo bien esas dos propuestas. Con tal de no casarnos, lo que sea. Nosotros no somos tan puritanos como tú, Ignis. –La voz de Gladio llenó la habitación al girarse sobre la cama para mirarles. –Todo sea por Noct.

        –Os dije ayer que podía haber otro modo. –Terció el mentado, quitándose las mantas del rostro, ya más espabilado, sin poder ignorar la conversación, con el tono un poco seco, molesto.

        Ignis apretó los labios, pero acabó suspirando mientras se incorporaba y tanteaba cerca de si para encontrar el bastón que había apoyado la noche anterior en la mesita de noche.

        –Sabéis que no estoy de acuerdo con esta idea.–Matizó el estratega.

        –Pero mejor colarse que herir a inocentes ¿no?–Terció Gladiolus para darle justo donde más le dolía. No había opciones. No pensaba realizar el ritual que aquel pueblo de locos le pedía.

        Ignis soltó esta vez un hondo suspiro, dando su brazo a torcer.

        No iba a ser tan fácil.

Quédate junto a míDonde viven las historias. Descúbrelo ahora