CAPÍTULO 2

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All around the mulberry bush,
The monkey chased the weasel.
The monkey thought 'twas all in fun.
Pop! goes the weasel.

Toni Prescott sabía exactamente por qué le gustaba cantar esa canción tonta. Su madre la detestaba. Deja de cantar esa canción estúpida. ¿Me has oído? De todos modos, no tienes voz.
Sí, mamá. Y entonces Toni la cantaba una y otra vez en voz muy baja. Eso había sido mucho tiempo antes, pero recordar el hecho de haber desafiado a su madre le seguía resultando muy satisfactorio.

Toni Prescott detestaba trabajar en Global Computer Graphics. Tenía 22 años, era traviesa, vivaracha y atrevida. Era mitad violencia contenida y mitad fuerza explosiva. Su rostro tenía forma de corazón, sus ojos eran de un marrón malévolo, su figura era seductora. Había nacido en Londres y hablaba con un delicioso acento británico. Era atlética y le encantaban los deportes, sobre todo los de invierno: en particular el esquí, las carreras en trineo y el patinaje sobre hielo.
* * * * *
Cuando asistía al college en Londres, Toni vestía de manera conservadora, pero por las noches usaba minifaldas y atuendos de disco y recorría los boliches bailables. Había pasado las tardes y noches en The Electric Ballroom de Camden High Street, en Subterania y The Leopard Lounge, mezclándose con la gente del West End. Tenía una voz hermosa, voluptuosa y sensual, y en algunos de los clubes se acercaba al piano y tocaba y cantaba, y los asistentes la vitoreaban. Eran los momentos en que se sentía más viva.
En el interior de los clubes, la rutina siempre seguía el mismo patrón:
-¿Sabes que eres una cantante fantástica, Toni?
-Sí.
-¿Puedo convidarte una copa?
Ella sonreía.
-Me encantaría una Pimm's Cup.
-Fantástico, entonces.
Y siempre terminaba de la misma manera. El que estaba con ella se le acercaba y le susurraba al oído:
-¿Por qué no subimos a mi departamento y nos divertimos un rato?
-Vete al diablo. -Y Toni se mandaba mudar de allí. Y, después, en su cama, pensaba en lo estúpidos que son los hombres y en lo fácil que es controlarlos. Los pobres imbéciles no lo sabían, pero querían ser controlados. Necesitaban ser controlados.

Y entonces se produjo la mudanza de Londres a Cupertino. Al principio fue un desastre. Toni detestaba Cupertino y detestaba trabajar en Global Computer Graphics. La aburría soberanamente oír hablar sólo de plug-ins, de dpi, de medios tontos y de grillas. Extrañaba con desesperación la excitante vida nocturna de Londres. En la zona de Cupertino había algunos boliches nocturnos que Toni frecuentaba: San José Live o P. J. Mulligans o Hollywood Junction. Usaba minifaldas ajustadas y musculosas y sandalias sin puntera ni talón o zapatos con plataforma y gruesas suelas de corcho. Usaba mucho maquillaje, delineador de ojos grueso y oscuro, pestañas postizas, sombra de colores y lápiz de labios de colores vivos. Era como si tratara de ocultar su belleza.

Algunos fines de semana, Toni conducía el auto a San Francisco, donde estaba la verdadera acción. Recorría los restaurantes y clubes que tenían un bar musical. Visitaba Harry Denton's y One Market Restaurante y el California Café, y por las noches, cuando los músicos se tomaban un descanso, Toni se acercaba al piano y tocaba y cantaba. A los parroquianos les encantaba. Cuando Toni trataba de pagar la cuenta de su cena, los dueños le decían:
-No, es una atención de la casa. Eres maravillosa. Por favor, vuelve a visitarnos.
¿Oíste, mamá? "Eres maravillosa. Por favor, vuelve a visitarnos."

Cierto sábado por la noche, Toni cenaba en el Salón Francés del Cliff Hotel. Los músicos terminaron su turno y abandonaron el estrado. El maître miró a Toni y con un movimiento de cabeza la invitó a subir.
Toni se puso de pie y cruzó la habitación hacia el piano. Se sentó y comenzó a tocar y a cantar una antigua canción de Cole Porter. Cuando terminó, se oyeron aplausos entusiastas. Entonó dos canciones más y volvió a su mesa.
Un hombre calvo y de mediana edad se le acercó.
-Perdón. ¿Puedo sentarme un momento aquí?
Toni empezaba a decir No cuando él agregó:
-Soy Norman Zimmerman. Estoy produciendo la obra El rey y yo para una compañía ambulante. Me gustaría conversar con usted sobre el tema.
Toni acababa de leer un artículo muy elogioso sobre él. Era un genio del teatro.
El individuo tomó asiento.
-Tiene usted un talento notable, jovencita. Pierde su tiempo luciéndolo en lugares como éste. Debería estar en Broadway.
Broadway. ¿Oíste, mamá?
-Me gustaría hacerle una prueba para...
-Lo siento. No puedo.
Él la miró, sorprendido.
-Esto podría abrirle muchas puertas. Lo digo en serio. Creo que no tiene idea de lo talentosa que es.
-Tengo un empleo.
-¿Haciendo qué, si puedo preguntar?
-Trabajo en una compañía de computación.
-Le diré qué haremos. Comenzaré por pagarle el doble de lo que gana ahora y...
Toni dijo:
-Se lo agradezco mucho, pero... no puedo.
Zimmerman se echó hacia atrás en su asiento.
-¿No le interesa el mundo del espectáculo?
-Sí, me interesa mucho.
-¿Cuál es el problema, entonces?
Toni vaciló un momento. Después dijo:
-Que probablemente tendría que irme en la mitad de la gira.
-¿Por su marido o...?
-No estoy casada.
-No lo entiendo. Dijo que el mundo del espectáculo le interesaba. Ésta sería la mejor vidriera para que...
-Lo lamento. No puedo explicárselo.
Si se lo explicara, él no lo entendería, pensó Toni con tristeza. Nadie lo entendería. Es una maldición con la que tengo que vivir. Para siempre.

"Cuéntame tus sueños" Sidney Sheldon Donde viven las historias. Descúbrelo ahora