LIBRO PRIMERO

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CAPÍTULO 1

Alguien la estaba siguiendo. Ella había leído sobre gente que hacía eso, pero eran personas que pertenecían a un mundo diferente y violento. No tenía idea de quién podía ser, de quién querría hacerle daño. trataba con desesperación de no entrar en pánico, pero en los últimos tiempos sus sueños eran pesadillas intolerables, y cada mañana despertaba con una sensación de inminente fatalidad. Quizá es sólo mi imaginación, pensó Ashley Patterson. Estoy trabajando demasiado. Necesito tomarme vacaciones.
Giró la cabeza para mirarse en el espejo del dormitorio. Lo que vió fue la imagen de una mujer de más de veinticinco años, prolijamente vestida, con facciones patricias, figura esbelta y ojos marrones de mirada inteligente y ansiosa. Había en ella una elegancia serena, cierto atractivo sutil. Su cabello oscuro le caía con suavidad hasta los hombros. Detesto mi aspecto, pensó Ashley. Estoy demasiado flaca. Tengo que empezar a comer más. Fue a la cocina, comenzó a hacerse el desayuno y se obligó a no pensar en esa cosa atemorizadora que le estaba ocurriendo y a concentrarse en la omelette esponjosa que quería preparar. Encendió la cafetera eléctrica y puso una rebanada de pan en la tostadora. Diez minutos después, todo estaba listo.
Ashley colocó los platos sobre la mesa y se sentó. Tomó un tenedor, observó un momento la comida y sacudió la cabeza con desesperación. El miedo le había quitado el apetito.
Esto no puede continuar; pensó con furia. Quienquiera sea el que me persigue, no permitiré que me haga esto. No se lo permitiré.
Ashley consultó su reloj. Era hora de salir para el trabajo. Paseó la vista por el departamento como buscando que ese ambiente tan conocido la tranquilizara. Era un departamento agradablemente amueblado del segundo piso, ubicado en Vía Camino Court, y constaba de living, dormitorio, estudio, cuarto de baño, cocina y toilette. Hacía tres años que vivía allí, en Cupertino, California. Hasta dos semanas antes, Ashley lo consideraba algo así como un nido acogedor, un refugio. Ahora se había convertido en una fortaleza, en un lugar en el que nadie podría entrar para lastimarla. Ashley se acercó a la puerta del frente y examinó la cerradura. Le haré poner una traba especial, pensó. Mañana. Apagó todas las luces, se aseguró de que la puerta quedara bien cerrada a sus espaldas y tomó el ascensor hacia el garaje del subsuelo.
El garaje estaba desierto. Su automóvil se encontraba a seis metros de la puerta del ascensor. Miró en todas direcciones, corrió hacia el vehículo, entró en él y cerró y trabó las puertas con el corazón golpeándole en el pecho. Enfiló entonces hacia el centro bajo un cielo oscuro y amenazador. El pronóstico anunciaba lluvia. Pero no lloverá, pensó Ashley. Saldrá el sol. Haré un trato contigo, Dios. Si no llueve, significará que todo está bien, que fue sólo mi imaginación.

Diez minutos después, Ashley Patterson avanzaba con el auto por el centro de Cupertino. Todavía la maravillaba el milagro de en qué se había convertido lo que antes era un tranquilo rincón del valle de Santa Clara. Ubicado a ochenta kilómetros al sur de San Francisco, era allí donde se había iniciado la revolución informática, y con toda justicia se había apodado a esa región Silicon Valley.
Ashley trabajaba en la Global Computer Graphics Corporation, una exitosa compañía joven y en rápido crecimiento, con doscientos empleados.
Cuando Ashley dobló a la calle Silverado, tuvo la inquietante sensación de que él estaba justo detrás de ella, persiguiéndola. Pero, ¿quién era esa persona? Y, ¿por qué lo hacía? Miró por el espejo retrovisor. Todo parecía normal.
Pero su instinto le decía otra cosa.
Delante de Ashley se alzaba el edificio desgarbado y de aspecto moderno que alojaba a la Global Computer Graphics. Ingresó en la playa de estacionamiento, le mostró al guardia su identificación y dejó el auto en el espacio que tenía reservado. Allí se sentía a salvo.
En el momento en que se apeaba comenzó a llover.

A las nueve de la mañana, en Global Computer Graphics ya reinaba gran actividad. Había allí ochenta compartimientos modulares ocupados por magos de la computación, todos jóvenes, que se atareaban en abrir páginas web, crear logos para nuevas empresas, realizar diseño gráfico para compañías editoras de discos y de libros y componer ilustraciones para revistas. La planta de trabajo estaba dividida en varios sectores: administración, ventas, marketing y soporte técnico. La atmósfera era informal. Los empleados usaban jeans, musculosas y suéteres.
Cuando Ashley se dirigía a su escritorio, su supervisor, Shane Miller, se le acercó.
-Buenos días, Ashley.
Shane Miller tenía poco más de treinta años y era un hombre fornido y serio con una personalidad agradable. Al principio había tratado de persuadir a Ashley de que se acostara con él, pero finalmente se dio por vencido y los dos se hicieron buenos amigos.
Le entregó a Ashley un ejemplar del último número de la revista Time.
-¿Viste esto?
Ashley miró la portada. En ella aparecía el rostro de un hombre de algo más de cincuenta años, aspecto distinguido y pelo entrecano. La leyenda rezaba: Doctor Steven Patterson. Padre de la cirugía cardiovascular mínimamente invasiva.
-Sí, ya lo vi.
-¿Qué se siente al tener un padre famoso?
-Es maravilloso.
-Es un gran hombre.
-Le contaré que dijiste eso de él. Hoy almorzaremos juntos.
-Espléndido. A propósito... -Shane Miller le mostró a Ashley la fotografía de una estrella de cine que se utilizaría en un aviso para un cliente. -Tenemos un pequeño problema con esto. Desireé aumentó como cinco kilos, y se le nota. Mira estos círculos oscuros debajo de los ojos. Incluso con maquillaje, su piel se ve manchada. ¿Crees poder darnos una mano con esto?
Ashley observó la fotografía.
-Puedo arreglarle los ojos con un difusor. Podría tratar de afinarle la cara con la herramienta de distorsión, pero... no. Terminaría por darle un aspecto extraño. -Volvió a estudiar la foto. -Creo que tendré que usar aerógrafo o clonar algunos sectores.
-Gracias. ¿Sigue firme lo del sábado por la noche?
-Sí.
Shane Miller indicó la fotografía con la cabeza.
-No hay ningún apuro para ese trabajo. Lo quieren para el mes pasado.
Ashley sonrió.
-Vaya novedad.
* * * * *
Puso manos a la obra. Ashley era una verdadera experta en diseño gráfico y publicidad, y una excelente diagramadora.
Media hora más tarde, mientras Ashley trabajaba en la fotografía, intuyó que alguien la observaba. Levantó la vista. Era Dennis Tibble.
-Buenos días, preciosa.
Su voz la exacerbaba. En la planta lo conocían como "El Arreglatodo". Cada vez que una computadora dejaba de funcionar o se rompía, mandaban a buscar a Tibble. Tenía algo más de treinta años, era flaco y pelado y su actitud era de una desagradable arrogancia. Tenía una personalidad obsesiva y en la planta se rumoreaba que estaba obsesionado con Ashley.
-¿Necesitas ayuda?
-No, gracias.
-¿Qué te parecería cenar conmigo el sábado?
-Gracias. Tengo un compromiso.
-¿De nuevo sales con el jefe?
Ashley giró la cabeza para mirarlo, muy enojada.
-Mira, no es asunto tu...
-De todos modos, no sé qué le ves. Es un imbécil, un tarado. Yo puedo hacer que lo pases mejor. -Le guiñó un ojo. -¿Sabes a qué me refiero?
Ashley trataba de controlar su furia.
-No sé si te das cuenta, Dennis, de que en este momento tengo mucho trabajo.
Tibble se le acercó más y le susurró:
-Hay algo que tendrás que aprender con respecto a mí, preciosa. Yo nunca me doy por vencido. Nunca.
Ella lo observó alejarse y se preguntó: ¿Será él?
A las 12:30 Ashley dejó su computadora encendida y se dirigió a Margherita di Roma, donde almorzaría con su padre.

"Cuéntame tus sueños" Sidney Sheldon Donde viven las historias. Descúbrelo ahora