I. Turno nocturno.

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Escucha sus pasos acercándose.

Años trabajando con y para él, siendo su compañera y luego su subordinado; resultaría imposible no reconocerlo.

Aún así, no dirige su mirada hacia él cuando finalmente se detiene a su lado. Goza de la sensación de cosquilleo en su pecho ante la inesperada visita, o quizá es sólo lo feliz que se siente por recibir un poco de su atención.

Finge seguir concentrada en sus aburridos formularios esperando que el contrario inicie con la conversación; puede escuchar su respiración, algunas inhalaciones profundas cuando intenta decir algo que finalmente se queda flotando en el aire.

Grell se cansa de esperar y finalmente se gira hacia él. El color de sus ojos son iguales, el color de los ojos de todos los dioses de la muerte son iguales, pero los de William son totalmente especiales. No sabe si es por la bella y masculina forma de su rostro, o sus cejas, o sus pestañas, o la forma en que se oscurecen cuando comparten momentos íntimos como éste, pero sabe que los ama.

—Así que, horas extra. —Comenta la pelirroja, curvando sus preciosos y cerezos labios en forma de una sonrisa. No podía evitarlo, coquetear con él se había vuelto una costumbre tan profunda que cada comentario, cada mirada, cada toque debía estar salpicado de alguna sugerencia sexual implícita o explícita.

Verlo luchar contra lo que sea que sintiera por ella era asombroso.

—Sí. —Responde con un leve tono de incomodidad en su voz— Adivina por culpa de quién.

—Oh no. —Niega con la cabeza— ¿De nuevo esa mujer terriblemente hermosa que mencionaste la otra vez?

—Yo la describiría como "Irritante" más bien. —Comenta, arrugado la nariz. A Grell le encantaba que él guardará ese tipo de gestos solo para ella.

Normalmente William se encargaría de evitar cualquier señal de emociones dentro de sí, llevando el término de "muerto por dentro" al siguiente nivel, pero cuando por fin podían encontrarse a solas se daba la oportunidad de comportarse como alguien libre.

Ella ríe por su comentario, sabía que él jamás podría adularla, y menos desde que ella luchó contra todo pronóstico para enlistarse en las filas de los segadores con trabajo de campo, pero sus adorados ojos brillaban con diversión. Hermosa, linda, maravillosa, palabras que William jamás diría pero que sus orbes verdosos expresaban con la intensidad con la que la veía.

Ella se pone de pie, buscando estar a la misma altura que él, aunque era un hecho imposible. Aún llevando los impresionantes tacones de 12 centímetros, William seguía dejándola abajo.

Reprime las ganas de abrazarlo por el cuello y plantar un beso sobre los delgados labios con los que había soñado tantas veces. En vez de eso, muerde su propio labio inferior con sus dientes puntiagudos y le regala una sonrisa divertida.

—¿Y a qué debo tu visita nocturna? —Pregunta ella, pasando la yema de su dedo índice sobre la tela del saco oscuro del moreno. Lo siente estremecerse, pero no retrocede.

—En realidad tenía mucho papeleo, pero necesitaba caminar, he oído que es bastante bueno, por la circulación y eso. —Responde con un leve temblor en su voz, William odia parecer débil frente a ella pero el contacto físico siempre lo desestabiliza. Ella lo sabe.

—Um.

—¿Um? —Arquea una ceja, ella nunca se quedaba sin comentarios, por lo que seguramente estaba preparando su siguiente golpe, y a William le encantaba dejarle las puertas abiertas, aunque jamás lo hubiera dicho en voz alta.

—En realidad creo que te gusto mucho. —Comenta. La frase sale de forma natural. Se escucha natural. Y a pesar de la negación automática que ofrece William por mera costumbre, no está del todo en desacuerdo.

Sonaba bien, tal vez por su voz, o la forma en que se movían sus labios.

—No. —Comenta, como si el ferviente movimiento de cabeza hacia los lados no lo hubiera dejado claro.

—Si es así, entonces supongo que no habrá problema en que me acerque a ti. —Ella dice, cerrando el espacio entre ellos, dejando que sus manos toquen el fuerte pecho de su jefe.

—No estoy muy seguro de que las cosas funcionen así. Creo que si no me gustas, lo apropiado es que no te acerques tanto. —Sin embargo, no sé apartó.

—Tómalo como una prueba. —Sonríe porque sabe que es un juego que está ganando.

William baja la mirada hacia sus delgados dedos que se ponen sobre su corazón. Por un momento agradece la falta de pulso, porque sabe que estaría bombeando a velocidades peligrosas en ese momento.

—¿Y qué se supone que estamos definiendo con esta prueba?

—Si eres honesto o no. —Responde, su voz es más suave. Se quedan en silencio después de eso.

La batalla de miradas se extiende los siguientes segundos mientras escuchan nada más que sus respiraciones y alguno que otro sonido del entorno. William pierde cuando sus ojos descienden a los labios ajenos.

—Deberías besarme. —Susurra Grell, como si se tratara de un pecado, un horrible secreto, una muy mala sugerencia, y al mismo tiempo como si fuera una maravillosa idea.

William traga saliva. Se inclina, disminuyendo los centímetros entre sí hasta que sus narices se tocan y pueden sentir el aliento del otro. Las pupilas dilatadas lo delatan, él la deseaba. Ella estaba casi segura de eso. Casi.

Cierra los ojos sólo un segundo, esperando el anhelado contacto, hasta que lo siente sonreír.

—En tus sueños.

Ella también sonríe. Lo esperaba.

Ahora él huiría como cada vez que lograba un avance, yendo un paso hacia el frente y tres hacia atrás.

Sus cuerpos se separan y él continúa su camino con rumbo desconocido, y su corazón se encoge cuando la escucha susurrar.

Si tan solo...

Si tan solo... || GrelliamDonde viven las historias. Descúbrelo ahora