V. Amarillo.

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Él nunca salía a la cafetería. Lo odiaba, compartir mesa con otros administrativos o jefes de departamento era simplemente molesto.

Bien, todos seguían las reglas sobre ser siempre rectos, elegantes, y no interponer sentimientos en su trabajo; William intentaba seguirlas al pie de la letra, pero, maldición, sus homólogos eran tan molestos que prefería pasar tiempo con su subordinado más molesto que con ellos.

Y por "subordinado más molesto", se refería a Grell Sutcliff, y por "molesto" se refería a inaguantable. Sus constantes coqueteos y su incesante parloteo le provocaban quizá las jaquecas más hórridas que alguna vez pudiera tener. Sin embargo, ahí estaba.

Sabía que los presentes habían susurrado cosas sobre ellos, pero gracias a la experiencia de los años aquello ya no le afectaba. Grell Sutcliff era un idiota que siempre traía consigo las miradas de desaprobación y el chisme, pero era quizá uno de sus trabajadores más fuertes y a pesar de su mediocre trabajo de oficina, sobresalía frente a los demás en el campo. Así que no le importó mucho cuando se sentó en su mesa, ahuyentó a los compañeros molestos y le aseguró una comida llena de historias tontas a las que fingía no poner atención aunque interiormente sí que le interesaba la vida telenovelesca del pelirrojo.

Sus rodillas se tocan. Sabe que su empleado ni siquiera lo nota porque está más entretenido en contar sus anécdotas mientras come, pero él agacha la mirada tratando de ocultar el calor en sus mejillas. No es nada.

No es nada, William. Si lo fuera, el otro dios estaría gritando por todos los cielos tratando de exagerar los sucesos.

Entonces, si no es nada, ¿Por qué se siente tan extraño? Sus rodillas se tocan, y él no la aparta.

...

—Eres un imbécil. —Dijo Sutcliff con más amargura de la que el castaño esperaba. Oh, sí que lo era, pero jamás lo admitiría.

—No te dejaré ir. —Responde, y suena más como un veredicto que como una decisión que podía ser cambiada. Grell está hecho una furia, mientras él intenta lidiar con el dolor en su pecho.

—Necesitas gente. No haré la gran diferencia pero ayudaré. —Suplica.

Las guerras siempre atraían de forma insana al pelirrojo, la inmensa cantidad de muertes causaban el desmesurado aumento en el trabajo de los dioses, agregando las usuales peleas entre ellos y los demonios por las almas de los soldados caídos, por lo que Grell quería participar, como era de esperarse.

—No tiene sentido. —Está indignado, William jamás le había dicho que no en situaciones similares porque está demasiado ocupado en sorprenderse por el trabajo voluntario del pelirrojo.

—No debe tenerlo. —Comenta al levantarse de su asiento y rodear el escritorio— Pero tiene demasiado trabajo aquí, de igual forma. —Agrega, pero por supuesto que esa no era la razón verdadera.

—Sabes que quiero ir. —Acorta el espacio entre ellos, casi escupiendo veneno en vez de palabras.

—Así es. —Asiente. La cercanía lo pone más nervioso de lo que aparenta, su rostro se mantiene sereno.

—No he hecho nada malo. Joder, me he portado malditamente bien y he hecho todo mi trabajo solo para que me dejes ir. No puedes decir que no. —Elevó las voz, pero no lo suficiente para considerarlo gritos. Aún así William ya podía sentir un dolor de cabeza aproximarse.

—Sí puedo. —Aprieta los labios mientras considera sus siguientes palabras— Y no todo su trabajo está hecho. —Dice con el tono burlón que sabe que molesta al contrario.

—Claro, porque me diste todo el trabajo de los demás que sí fueron a hacer trabajo de campo. —Responde después de resoplar— Eres un imbécil por no dejarme ir. Me porto bien y sigues siendo exactamente la misma mierda conmigo que siempre. —Sus puños están apretados tan fuerte que sus nudillos se vuelven blancos— Dime, ¿Acaso el señor Spears tiene sentimientos? Lo más seguro es que no, maldito bastardo.

—Es peligroso, no quiero que mueras.

La respuesta lo deja fuera de juego por unos segundos. Su ceño se frunce, sus labios se separan para pronunciar palabras que finalmente nunca salen, ladea la cabeza y de repente nada tiene sentido.

William estaba de pié esperando una reacción exagerada llena de contacto físico inesperado (o no tanto) que finalmente nunca llegó, y quizá por eso lo encontró como el momento magnífico para hacer algo totalmente estúpido, loco y probablemente resultaría en la mejor idea que haya tenido en toda su vida.

Si tan solo... || GrelliamDonde viven las historias. Descúbrelo ahora