Carta 4. The Daily Journalist

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Carta 4. The Daily Journalist.

Han pasado tres días desde mi última carta, y pareciera como si hubiesen ocurrido tantas cosas y a la vez tan pocas, de alguna manera. Creo que lo más significativo es mi forzoso acercamiento con cierto escritor inglés debido a que mi jefa consideró que es más pertinente que dedique todo mi tiempo a asegurarme el bienestar del nuevo potencial cliente de New Heaven.

"Debes mantenerlo feliz" me había dicho Margot, y yo pensé que dudaba que algo lo hiciera feliz, en todo caso.

En cuanto a mi contacto con él, debo admitir que no me agrada. Cada vez que abre la boca, denota su claro narcisismo y egocentrismo, haciendo que sienta menos y menos ganas de estar a su lado, aunque no sea una decisión que pueda tomar yo, lamentablemente.

"Es ardiente" comentó Jenna, observando la fotografía del hombre en «The Daily Journalist», en donde una reportera llamada Cassie Morgan había escrito un artículo sobre la presencia del «reconocido escritor que cambió el campo literario inglés con sus escritos revolucionarios», lo que me parece que es decir demasiado.

"Lo sé, lo que es aún más irritante" me quejé, dándole una mirada rápida a la imagen en blanco y negro.

Y es cierto. El hombre, pese a tener tan sólo treinta años, tiene el porte y la elegancia de un aristócrata, lo que colabora a construir su imagen de arrogante, en cierta medida, pero en su hablar denota una inteligencia que resulta hasta molesta.

"Admite que Will te gusta, Lauren. No tiene nada de malo sentirte atraído por quien no te agrada" aconsejó mi amiga de cabello azul, y yo la observé como si hubiese perdido un tornillo.

"Jamás podría estar con alguien tan... orgulloso" gruñí en respuesta, cerrando el diario a medio leer, sintiéndome ofendida ante su comentario.

No obstante, para mi sorpresa, resulta que Jenna no es la única que cree eso, tal como lo sugirió en una ocasión Margot Wallace un día después, mientras me indicaba que debo acompañar a Will a una firma de su más reciente libro la próxima semana.

"Will es como un hijo para mí" comenzó a decir observando la misma nota del diario, mientras yo terminaba de tomar apuntes sobre lo que acabábamos de discutir. "Lo acogí artísticamente cuando tenía aproximadamente tu edad, de hecho, hace apenas cinco años. Es increíble lo lejos que ha llegado, y todo lo que logró ha sido por su cuenta."

"Si, por su cuenta" murmuré, recordando lo que George me había revelado días atrás, sobre el hombre robando la novela del otro.

"No te apresures a juzgar demasiado rápido, Lauren, porque las cosas no son como tú crees" me advirtió.

Y se sintió como si hubiese entendido lo que quise decir. Comprendo que hay más de un lado de una misma historia, es algo que la vida me enseñó a lo largo de los años, pero por alguna razón siento como si no hubiese forma de equivocarme en este caso: George parece mucho más confiable y honesto que William Davies, y ese es un hecho.

"De hecho, tú me recuerdas mucho a Will."

"¿Disculpe?" dije, tratando de concebir un universo en el que él y yo fuéramos remotamente similares, fallando miserablemente.

"Así es, y no me observes de esa manera, Lauren. Es difícil para él abrirse a las personas en un comienzo, y es terriblemente inoportuno a la hora de abrir su boca para decir tonterías -como tú, de hecho-, pero tiene un corazón honesto y bondadoso."

"No sé por qué me esta diciendo todo esto, señora Wallace" admití, revolviéndome en mi asiento con el fichero en mano y los lentes de montura resbalándose por mi nariz.

"No soy ciega, niña, se nota que no puedes ni verlo" rió.

Me sentí avergonzada. ¿Es que acaso soy tan obvia? Es alarmante que mi jefa note que no me agrada el cliente más importante que New Heaven podría tener en los últimos años, y ella bien podría decidir echarme por influir negativamente en la decisión de Mr. Davies al elegir o no nuestra editorial. Soy consciente de ello, y todo esto comenzó a girar dentro de mi cabeza como una tormenta de pensamientos que estaban a una milésima de segundo de causarme pánico.

Pero justo cuando estaba por ponerme de rodillas a rogarle a Margot que no me despida, la mujer dijo esto:

"Creo que él, de hecho, te agrada."

"Oh, no, no es así" reí con nerviosismo, pero ella lucía tan tranquila y divertida que era inquietante.

"No te culpo de que así sea, Lauren. Seré una mujer vieja, pero soy capaz de distinguir la belleza y la gracia cuando la veo, y a William le sobra. No te echaré por eso."

Me dejé caer en la silla con alivio. Es preferible que crea que él me gusta antes que sepa lo mucho que en realidad me desagrada, por lo que le sonreí nerviosamente y me dirigí a mi escritorio a coordinar todos los detalles sobre el evento de la firma de libros en «The Boston Warehouse», la reconocida librería y salón literario, que haría una exclusiva firma de libros alrededor del último libro de William F. Davies, «El Faro de Winchester».

Ahora, en una nota más feliz, debo contarte, querido remitente, que creo que George Whittemore está interesado en mí. Genuinamente, lo que parece una locura, algo imposible de pensar unos cuantos meses atrás cuando apenas si él me reconocía entre los otros dos pasantes.

En la última semana fue frecuente que, cada vez que le fue posible, se acercase a mi escritorio para hablar conmigo, sin dejar de coquetear un solo momento. Y yo no puedo resistirme, lo que es un verdadero problema, pero es que es tan perfectamente encantador, con esa sonrisa angelical y su indudable intelecto, que hace que me sienta cada vez más atraída, aunque intente disimularlo lo más que pueda.

Sin éxito.

De cualquier manera, he de admitir que me alegro de estar en el lugar en que estoy, trabajando para una casa editorial como New Heaven. Si me preguntan si estoy nerviosa, si me siento preparada para una vida mucho más adulta, diré que si y no, en ese orden, pero me alegro de que haya ocurrido.

Ayer me llamó mi padre para decirme lo orgulloso que está de que "su pequeñita" esté trabajando de lo que le guste, en un entorno tan impresionante como en el que estoy a tan corta edad -aunque tengo veinticinco años, por lo que no soy precisamente una niña-, y que no puede esperar a visitarme. Le comenté sobre la presencia de William F. Davies y se mostró entusiasmado, pidiéndome que le consiga que él le firme una copia de «Verano en Manchester», cosa que dudo realmente que pasa.

Es que, oh, papá, si supieras...

Mi madre, por otro lado, sólo se mostró interesada cuando le dije que el hombre no estaba casado ni tenía novia, por lo que comenzó a hacer planes sobre que debía conquistarlo, lo cual claramente no ocurrirá.

Pero ya saben, es una verdad universalmente conocida que un hombre soltero poseedor de una gran fortuna necesita una esposa.

Solo que yo no seré la suya.

Con amor,

Lauren Woods.

Buscando Al Sr. Darcy (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora