Carta 10. Mr. Darcy.
Ha pasado más de un mes desde que escribí la última carta, y ya no puedo negar mis sentimientos hacia William F. Davies.
Cada vez que alguien dice su nombre, mi corazón salta de alegría. Cada vez que llega hasta la más mínima noticia sobre él, no puedo evitar sentirme feliz.
Hoy escuché que ha terminado su manuscrito, y el pensamiento de volver a tenerlo en Boston me emocionó hasta lo más profundo de mi ser, pero no puedo evitar preguntarme si seguirá sintiendo aunque sea lo más mínimo sobre mí. La última vez que lo vi, se confesó enamorado, pero el tiempo cambia inevitablemente las mentes y los corazones de las personas, como fue mi caso.
Pensar al respecto me provoca una sensación de vacío en el pecho. Fui una tonta al no poder ver más allá de mi prejuicio, más allá de su orgullo, más allá de todo.
Pero ya es un poco tarde para "que hubiera pasado". Sólo me queda aceptar el presente tal cual.
Querido remitente, en lo que para ti han sido unas simples líneas sin escribir, un blanco tipográfico que divide las dos mitades de esta carta, para mí se encuentra la más profunda dicha.
Verás, una vez que concluí mi día de trabajo como cualquier otro, tomé el transporte público para ir a casa. Jenna Britts, mi compañera, se había marchado el día anterior para visitar a sus padres en su pueblo natal, dejándome sola con mi patético plan de ver películas románticas y llorar junto a medio kilo de helado para mí sola, actividad que constituye casi la mayoría de mis viernes por la noche, por más triste que suene.
No obstante, algo cambió. Y es que justo cuando Julia Roberts estaba a punto de confesarle sus sentimientos a Richard Gere, sonó el timbre de mi departamento, lo que me pareció extraño.
"Quizás sea un vecino" conjeturé, poniéndole pausa a la película y juntando todas mis fuerzas para levantarme de aquel sillón.
Pero al abrir la puerta, no me encontré a un vecino. Me encontré a William Davies, con una camisa blanca pegada al cuerpo y una mirada torturada en el rostro. Y yo, nuevamente, me quedé sin habla.
Ya es normal que este hombre me robe el aliento, por lo que me sorprendió.
"Hola, Lauren" me murmuró, con una media sonrisa tirando de la comisura de uno de los extremos de sus labios. Su cabello marrón parecía haber crecido un poco más en las últimas semanas, puesto que su flequillo caía rebeldemente sobre sus ojos color avellana, y una ligera barba ocupaba ahora parte de su bello rostro.
"Estas mojado" fue lo primero que atiné a decir, y él miró hacia abajo, percatándose de que su camisa parecía ligeramente mojada por la fina llovizna de Boston. Asintió con la cabeza y volvió a verme, y ahí fue cuando nuestras miradas cruzaron caminos nuevamente.
Mi corazón latía frenéticamente en mi pecho. ¿Cómo es posible que, quien soliera causarme el más profundo desagrado, ahora sea el encargado de causar un sinfín de emociones en todo mi cuerpo?
Estábamos parados en el umbral de mi puerta, pero yo no parecía ordenar mis ideas para invitarlo a pasar, y él tampoco parecía tener intensiones de mover un músculo.
"¿Qué haces en Boston?" pregunté, estrechando un poco los ojos.
"Vine a entregar el manuscrito final de mi novela" me dijo, dando un paso hacia mí. "O más bien, tu novela, Lauren. Porque te has robado cada pensamiento y cada idea que fui capaz de producir durante los últimos dos meses."
No fui capaz de hacer otra cosa más que asentir con la cabeza tontamente, y moverme un poco a la izquierda para invitarlo a pasar a mi departamento. Me avergoncé al ver el estado en el que tenía el lugar, con restos de ropa y comida por el suelo y distintos muebles, pero Will parece darle una rápida mirada antes de quedarse parado en medio de la sala observándome de pies a cabeza.
"Sé la verdad" repliqué en tono casi acusatorio, y él frunció el ceño. "Sobre George y Red Castle. Margot me lo contó todo."
Ahora él es quien se queda en silencio, probablemente procesando lo que le acababa de decir. Apoyé mi cadera a la pared y me crucé de brazos.
"¿Por qué no me dijiste nada, Will?"
"No quería que creas que era algún tipo de patán que inventaba historias para evitar que salgas con Whittemore. Porque estoy seguro de que no me hubieses creído" ríe casi irónicamente, y debo sonreír. Tiene razón.
"No sabía que Elizabeth..."
"Si, bueno, saco inspiración de cosas que me suceden, como muchos otros. Te dije que mis obras son auto referenciales, de una manera u otra" explicó, jugando con sus manos de manera nerviosa como, al parecer, suele hacer. "De verdad creo que le agradarías a Elizabeth."
"Y yo creo que ella me agradaría" le sonreí, ahora abrazando mi cuerpo.
Después de tantas semanas dedicando cada pensamiento a su persona, se sentía extraño tenerlo ahí, frente a mí. Casi surreal.
"Lauren, necesito saberlo. Soy consciente de que, cuando me fui a Inglaterra, no tenías la mejor idea sobre mi persona, y lo comprendo, pero quiero saber si, en algún momento durante estas últimas semanas, tus sentimientos hacia mí cambiaron."
Él caminó directamente hacia donde estaba parada, y me encogí en mi lugar, sintiéndome indefensa. Porque estaba indefensa. Por primera vez en mi vida, estaba dispuesta a abrir mi corazón sin saber qué es lo que puede llegar a pasar.
"Porque yo te amo, Lauren. Nunca conocí a nadie que me encantara como tú, en corazón y alma, y puedo decir con completa honestidad que mi corazón te pertenece. Es tuyo, si lo quieres."
Llevé ambas manos a su rostro de manera inconsciente, mientras sus ojos hacían contacto con los míos, sintiendo cada partícula de mi ser estremecerse ante sus palabras.
"Oh, Will. He sido tan tonta al no poder ver más allá, por haberte juzgado de tal manera. Desde el primer momento en que te vi puedo decir que me cautivaste, aunque eso conllevara a una lucha interna por aquello que creí saber de ti. Pero ahora, en este momento, no hay nada que me pueda impedir amarte."
Antes de que pudiese terminar de hablar, los labios de William atrapaban los míos con ansias, pasión y dulzura, y yo me dejé llevar por ese sinfín de emociones, permitiéndome ser genuinamente feliz, en sus brazos.
Me dije que no me conformaría con nada menos que amor, y sé, en mi interior, que esto es amor. Que así es como se siente el amor. De alguna manera, pienso que, después de tantos años esperando que cierto personaje salga de aquel libro de Jane Austen, logré encontrar a mi propio Mr. Darcy.
Orgulloso, algo arrogante, pero infinitamente bondadoso y capaz de estremecerme por completo.
Creo que ese es mi consejo para ti, querido remitente, que estás leyendo esto: No te conformes con nada menos que amor.
Enamorada,
Lauren Woods
N/A: Muchas gracias a SunriseDeeper por el hermoso manip de Lauren y Will 💕
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Buscando Al Sr. Darcy (COMPLETA)
Nouvelles¿Nunca pensaste en lo maravilloso que sería poder sacar a uno de tus amores literarios de uno de esos libros? Para Lauren Woods, su ideal del hombre perfecto está concentrado en un personaje de "Orgullo y Prejuicio" de Jane Austen, el afamado Fitzwi...