~1- El nuevo mundo~

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Desperté desorientado. Al aire libre. Por más que lo intentaba, no lograba reconocer el lugar en el que me encontraba.
El cielo estaba azul, despejado.
La hierba seca y suave, acompañada del sonido de las ramas mecidas por la suave brisa.
Me levanté como pude. Todo mi cuerpo pesaba. Me sentía extraño.
Comencé a caminar sin rumbo alguno, tratando de buscar algún lugar donde pedir ayuda, o incluso a alguna persona que pudiese socorrerme. Caminé, y caminé. Caminé durante horas hasta que caí exhausto al suelo. No podía dar un paso más. Tenía hambre, sed, frío... Mi vista se nublaba, me costaba enfocar el tronco del árbol que había frente a mi. ¿Este era mi final? Solté una pequeña risa. Para colmo, no podía recordar nada... Cerré los ojos. Suspiré. Con la poca fuerza que me quedaba, logré articular una palabra.

- Ayuda... -Dije débilmente antes de que todo se volviese negro

***

Desperté en una especie de cabaña. Las paredes de madera estaban alumbradas por la luz que emitía la caprichosa danza de las llamas de una fogata. ¿Era esto el cielo? Miré a mi alrededor y vi un plato de comida. Sin cuestionar siquiera que o para quien era, me lo zampé todo. Nunca antes algo me había sabido tan delicioso como aquello. Recuperé las fuerzas al instante. Las llamas me devolvieron el calor. Al fin pude ver bien a mi alrededor y distinguí con claridad que estaba acostado sobre una cama de paja.
Había juguetes infantiles por toda la habitación, y una ventana redonda desde la que se podía ver el cielo estrellado. Supuse que el dueño de la casa estaría durmiendo, así que por respeto, me acosté y traté de volver a dormirme.

A la mañana siguiente, los primeros rayos del sol me despertaron. Había dormido tanto el día anterior que estaba fatigado, casi deseando tener que despertar. No supe cómo reaccionar. ¿Debía levantarme o esperar a que el dueño de la casa viniese?
Decidí salir de la cama, y fue entonces cuando me vi en el espejo. ¿De verdad era yo? Mi piel se había vuelto marrón, mis ojos azules y alrededor de mi cuello había aparecido mucho pelaje blanco con algunas rocas incrustadas. Me había convertido en un Rockruff...
No podía ser. Miré mis manos, que eran efectivamente patas caninas. Ahora tenía una cola blanca y peluda, estaba caminando a cuatro patas.
Sumergí mi cabeza en un jarrón de agua para despertarme. Esto tenía que ser un sueño. Al mirarme de nuevo en el espejo y ver que seguía igual, grité por la frustración.
Unos pasos se escucharon corriendo hacia el cuarto. La puerta se abrió de golpe y pude ver a una mujer, de color rosa. Tenía grandes garras, antenas. Se trataba de una Lurantis

— Pequeño, ¿Estás bien? -Me preguntó alarmada

— ¿Q-quien eres? ¿Dónde estoy?

— Tranquilo, tranquilo... -Susurró en tono tranquilizador- Me llamo Lurantis. Te encontré en la arboleda desmayado... Estás en mi casa, en el Poblado Croma

— ¿Poblado Croma? No me suena...

— Si, Comfey dijo que presentabas síntomas de amnesia. ¿Qué tal si me cuentas todo lo que recuerdes sobre ti?

— Ugh... Yo... Creo que mi nombre era Finn... Y también recuerdo que este no es mi aspecto...

— ¿Eres un Ditto o algún Pokémon que sepa transformarse?

— No, no soy un Pokémon... Se supone que soy un ser humano...

Lurantis me miró de arriba abajo y me dedicó una mirada exceptica

— Cielo, los humanos no existen. Son personajes ficticios

— Yo... Tengo claro que es así... Yo soy un ser humano, créeme

— Está bien... Supongamos que eres un ser humano. Has acabado en este mundo transformado en un Rockruff y con amnesia... ¿Qué piensas hacer?

En ese momento me quedé en blanco. No sabía que responder.

— Si no puedes recordar nada... Será mejor que actúes con normalidad. Puedes quedarte aquí hasta que recuperes la memoria, pero a cambio tendrás que asistir a clase para que nadie sospeche ¿Te parece bien?

— Supongo que no me queda más opción... Gracias, Lurantis

— No es nada -Me sonrió- Vamos a desayunar, luego te mostraré el poblado

Asentí y ambos fuimos a desayunar. La casa de Lurantis no era grande, pero había espacio de sobra ara poder estar cómodos y comer.
Mientras comía, trataba de recordar que había pasado. Cómo había acabado en este mundo y por qué ahora era un Pokémon.
Sin darme cuenta, acabé la comida, y solo reaccioné cuando Lurantis retiró el plato de mi vista

— Veo que tienes un buen apetito -Me dijo

— Si... Casi no me he dado cuenta de que he comido... Estoy intentando recordar

— No te molestes tanto ahora... Los recuerdos vendrán cuando sea necesario. Vamos, te enseñaré el Poblado

Acompañado de Lurantis, salí de su casa, y tan pronto como mis ojos se acostumbraron a la claridad del día que llevaba tanto sin ver, observé cómo diversas especies de Pokémon charlaban. Paseaban, comerciaban, reían. Los más pequeños, hasta jugaban al pilla pilla.
Un pueblo pequeño, sin demasiados habitantes, pero lleno de vida, movimiento y color. Unas señales que indicaban el camino a varios lugares, como a la salida del lugar, la escuela y un lugar llamado "Santuario del Color".

Lurantis comenzó a caminar, y de inmediato, yo la seguí. Ella saludaba a quienes debían ser sus vecinos mientras que yo observaba a otros niños jugando. A simple vista, parecían de mi edad. Tenía la corazonada, pese a no recordar cuál era la mía.

— Bien, Finn. Esta es la plaza de nuestro Poblado. El Poblado Croma. Aquí puedes encontrar la cafetería que atiende el señor Slurpuff, junto a la tienda de Keckleon. También tienes la cerrajería de la señorita Klefki y el puesto de entrenamiento del señor Passimian. También tienes el camino a la escuela, donde conocerás al director Oranguru, a Comfey, la enfermera, y a Noctowl, el profesor

— Entiendo... Creo... Es mucha información de golpe... -Dije tratando de memorizar

— Oh, esto solo es el principio. La zona comercial. Cruzando el puente, llegas al huerto de Don Mudsdale. Siempre trabaja duro para cosechar las más deliciosas bayas. Por otro lado, si vuelves por donde hemos venido tu y yo, llegas al barrio residencial. Todos los del Poblado vivimos ahí, por lo que tus compañeros de clase, serán también tus vecinos

— Entiendo... Así que el trabajo y la vida diaria están separados...

— Algo así. Para terminar, si sigues por ese camino, llegarás al Santuario del Color, y más adelante, saldrás del Poblado, llegando al mundo exterior

— ¿Que es ese Santuario del Color? -Pregunté. No sabía bien el que, pero algo me atraía sobre aquel lugar

— Oh, el santuario es un homenaje a la leyenda de la gema dividida en ocho fragmentos que solo le serán entregados al elegido y que sólo pueden ser forjados con el fuego del ave legendaria que surca los cielos gracias a sus alas de siete colores... Una leyenda de esas que cuentan las viejas, ya sabes

La historia me emocionó bastante. Me parecía realmente interesante pese a que no tenía ningún conocimiento sobre las costumbres del Poblado Croma.
La visita terminó con un agradable aperitivo en la cafetería. El señor Slurpuff tenía muy buena mano para la repostería, y aquel bollo estuvo bien acompañado de una ración de anécdotas por parte de Lurantis. Parecía disfrutar mucho de mi compañía por alguna razón.

Al anochecer, volvimos a casa. Tras una cena y un baño caliente, Lurantis me informó de que mañana me llevaría a clase para inscribirme en el colegio.
Me costó pegar ojo. Pase la noche dando vueltas en la cama de paja. Las preguntas que acompañaron el desayuno regresaron a mi mente. ¿Quién soy? ¿Que hago aquí? ¿Por qué soy un Pokémon? Con el eco de las incógnitas, acabé rendido y dejándome caer a los brazos de Morfeo

La gema del ArcoirisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora