Capítulo 45 - La ciudad que nunca duerme

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JACKSON

Puedo ver el insistente movimiento del pie de la chica que tengo justo a mi lado. Me concentro en mi móvil a pesar de que tiene millones de preguntas que quiere hacerme. Cuando toma aire, entonces sé que no aguanta más.

—¿Me vas a decir de una vez a dónde vamos?

Sonrío de lado sacando los billetes del sobre que sostengo en la mano y le tiendo el suyo.

—Espera... ¿Qué? ¿Nueva York? Es una broma, ¿verdad?

—No es ninguna broma, nos vamos a Nueva York — digo cuando anuncian nuestro vuelo a través de los altavoces.

Me levanto del sitio y tiendo mi mano para que la coja, cosa que hace aún leyendo el billete.

—No me puedo creer. ¡Nos estamos escapando a Nueva York!

—Exacto, y tú estás siendo mi cómplice.

La hago pongo delante de mí cuando pasamos por la puerta de acceso al avión. Una vez en el interior, busca nuestros asientos.

—Aquí no vas a encontrarlos, están más adelante.

Asiente caminando más deprisa. Sonrío al verla tan perdida y asustada como una niña pequeña. Su coleta la hace parecer algo más alta, y sus vaqueros ajustados me dan una vista privilegiada de su trasero que no puedo desaprovechar.

—Esto es primera clase, Jackson — asiento empujándola para que entre en esa zona del avión.

Localizo nuestros asientos al fondo, al lado derecho. Tan solo ver todas las comodidades que hay al viajar en esta clase, dan ganas de querer estar aquí durante horas. Siento que sus ojos me taladran cuando me pongo a su lado y me quito la chaqueta de cuero para estar más cómodo.

—¿Quieres ventanilla o pasillo? — pregunto con normalidad pasando por alto que para ella todo esto tiene que ser extraño.

—Prefiero que me digas de dónde has sacado el dinero para pagarnos el viaje a Nueva York y unos asientos en primera clase — lamo mis labios dejando pasar a dos personas que ocupan los asientos de nuestra izquierda —Jackson, hace unas semanas no tenías dinero para viajar.

—Siéntate, estamos molestando.

Se da por vencida y decide coger el asiento de al lado de la ventanilla. Comienza a toquetear y mirar todo con curiosidad. Me gusta ver la ilusión que derrochan sus ojos.

Me saco la tarjeta de crédito del bolsillo y la paseo entre mis dedos.

—Esto lo paga mi padre.

Mi confesión parece sorprenderla. Sus ojos recaen sobre la tarjeta y antes de que comience a preguntar, opto por seguir.

—Le conté a mi abuelo el problema que tenía, y él acabó por convencerme de algo en lo que había pensado mucho, eso es todo.

—Dime que no se la has robado, al menos.

—Caliente, caliente. No la he robado, solo... La he cogido prestada — susurro guardándome la tarjeta en el bolsillo —Tranquila, mi padre está podrido de dinero. No se dará cuenta de que nuestra escapada le ha costado varios dólares.

—¿Varios dólares? Me va a odiar — niega llevándose las manos a la cara.

—No lo hará, cuando estemos de vuelta él ni siquiera habrá vuelto de ese viaje de negocios.

Paso medio cuerpo por los brazos de nuestros asientos para atraerla hacia mí quitándole las manos de la cara.

—Tranquilízate y disfruta de los privilegios de ser asquerosamente rica — murmuro en su oído provocándola una sonrisa.

Time Out © ✔️ [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora