Siete; De vuelta

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JACKSON

Las manillas del reloj de mi muñeca avanzan sin control, hace minutos que me he quedado embobado viendo pasar el tiempo. Cuando alzo la vista, tengo la cabeza apoyada contra el cristal del coche. Snake conduce y canta la nueva canción que ha salido en aleatorio en el reproductor de música. Cierro los ojos deseando que esa tortura terminara de una jodida vez. Era mi amigo, sí, pero estar con él encerrado en un coche más de treinta horas — con sus descansos incluidos — era un puto dolor de cabeza. La distancia que separaba Carolina del Norte de California era agotadora y más si decidías viajar en coche, como habíamos hecho nosotros. Ahora me arrepentía de haber hecho caso a Snake.

El sonido de una llamada entrante en mi teléfono me hace bajar el volumen de la música por completo a pesar de la queja de mi amigo. Miro la pantalla asegurándome de saber quién es antes de cogerlo y un número desconocido es el protagonista. Alzo ambas cejas tras ver que no cuelga y decido responder.

—¿Quién?

—Jackson, soy Belkins — me pongo recto por inercia a pesar de que no le tengo delante —He recibido unos documentos tuyos, tienen pinta de ser importantes.

—¿Documentos? ¿De qué tratan?

—Al parecer son de aquel campamento al que has ido. Será mejor que pases por mi despacho cuando te sea posible para recogerlos.

—De acuerdo — miro de reojo a Snake que me hace una señal de que estamos a escasos kilómetros del instituto —Voy de camino, me pilla de paso, ¿sigue todavía por allí?

—Estaba recogiendo para irme — hace una parada en la que puedo oír papeles —Si te das prisa, todavía puedes llegar a tiempo.

—Estaré enseguida, gracias entrenador.

Finalizo la llamada y Snake pisa el acelerador, en poco más de diez minutos estamos aparcando el coche a las afueras del instituto. Abro la puerta del coche, pero antes dirijo una mirada sobre mi hombro.

—Ni se te ocurra largarte.

—No se me ocurriría, amigo — dice distraído con el móvil respondiendo mensajes.

—Eso espero... ¿A quién mierdas escribes tanto? — pregunto cerrando la puerta con cierta fuerza para que reaccione y me mire.

Llevaba todo el día sumido en mensajes y más mensajes. No es que me importara, pero más que tener a alguien con quien hablar tenía a un tío que sonreía como un idiota a una pantalla y cantaba la mayor parte del tiempo dejándose las cuerdas vocales cuando le tocaba conducir.

—¡Date prisa! — le oigo alzar la voz desde su asiento.

Tardo poco en llegar al despacho de Belkins y tras coger una gran bocanada de aire, toco con los nudillos en su puerta dos veces. No se hace esperar su voz diciéndome que pase. Giro el picaporte y asomo la cabeza viéndole sentado en su viejo escritorio con un par de papeles frente a él que lee gracias a las gafas de pasta negra que descansan sobre el puente de su nariz. Levanta la vista cuando abro la puerta por completo y deja todo de lado para levantarse y venir a mi encuentro.

Sonrío y correspondo al abrazo que me da. Estos últimos meses me había dado cuenta del gran acercamiento que habíamos tenido después de todo lo sucedido con Madison. Ambos sentíamos su ausencia y nos preguntábamos frecuentemente durante los entrenamientos lo que sabíamos sobre ella. No era una novedad que Madison se había aislado por completo de todo el mundo para recuperarse, pero ver a Belkins tan preocupado por ella como yo, me hacía sentir que tenía a alguien que me entendía mejor de lo que creía.

—¿Cómo te ha ido en ese campamento, hijo? — pregunta regresando a su asiento.

—Puedo decir que empiezo a tener grandes esperanzas después de todo.

Time Out © ✔️ [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora