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      Washington D.C – domingo, agosto del 2020

Un profundo suspiro salió de los labios del azabache, haciéndolo recordar su desagracia. Seguir con vida aquel día no era algo que alegrara a Archie. No sabía qué hacer. No sabía que decir. Ni siquiera sabía cómo actuar ante su novio. No podía mirarlo a los ojos. No podía estar frente a él y sonreírle diciéndole que todo estaría bien. Sentía que no tenía fuerzas en ese momento. Tan solo quería morir. Quería que aquella pesadilla se acabara, pero, ¿cómo podía lograr conseguir aquello? No sabía. Se sentía sin fuerza. Sentía que su alma estaba expuesta, que su corazón había salido de su pecho y se encontraba frente a un muro esperando ser aniquilado con lanzas y flechas.

Archie simplemente sentía que su final había llegado.

Colocándose de pie, caminó hacía la ventana que estaba en la oficina. Sentía que era una mala idea, pero quizás algo de luz lo haría salir de aquella oscuridad que lo estaba atrapando y asfixiando, dejándolo sin salida. Lo pensó. Con su mano sujeta a una de las cortinas, seguía pensando si hacer aquello era lo correcto. Era estúpido, ¿desde cuándo se cuestionaba si abrir o no unas cortinas era bueno? Mordiendo su labio inferior cerró sus ojos y su mano reaccionó, corrió la cortina dejando que los rayos de sol se adentraran con fiereza en la habitación.

El calor abrasador que envolvió el cuerpo del azabache lo hizo tambalearse. Solo había pasado algunas horas encerrado en aquel lugar y su cuerpo sentía que había transcurrido una eternidad. Con miedo abrió sus parpados y gruñó, los intensos rayos solares le quemaron las pupilas por un momento obligándolo a cerrar sus ojos y contener las lágrimas que comenzaban a salir por el ardor.

¿Qué le pasaba? ¿Cómo es que había llegado a ese estado tan miserable?

Abriendo nuevamente los ojos, sus retinas parecieron adaptarse a la invasión solar. Sin embargo, el chico volvió a cerrarlos después de abrir la ventana y sentir la corriente de aire abrazarlo. Suspiró, un alivio recorrió todo su ser. Por primera vez en algunas horas sentía algo de paz. Quería abrir sus brazos y posarse sobre el borde la ventana para lanzarse al aire y volar, pero sabía que aquello no terminaría como en los cuentos de Peter Pan.

―¿Amor? ―escuchó.

Su paz se quebró como un cristal al ser golpeado violentamente.

El momento había llegado. Su amado estaba allí, a unos pasos de él. Sabía que Harry cuestionaría sobre lo que sucedía, pero él... ¿acaso Archie tenía como darle alguna respuesta? Soltó su labio inferior, ni siquiera era consciente de que seguía mordiéndolo hasta sentir el sabor a su sangre adentrarse en su cavidad bucal.

Estaba destruido.

―¿Dormiste bien, amor? ―respondió.

Archie mantuvo su posición, de espaldas hacia Harry, no tenía el valor en ese momento de girar, ni siquiera sabía cómo se encontraba físicamente para poder tener un encuentro frente a frente. Cerrando sus ojos sintió los brazos ajenos rodearle la cintura, así como la cabeza contraria apoyarse en su espalda. Suspiró y llevó una de sus manos hacia las ajenas para acariciarlas.

―Sea lo que sea que esté pasando, lo superaremos. Saldrás de todo esto, Archie. Eres más fuerte de lo que crees, solo necesitas pedir ayuda. Lo sabes. ―Archie asintió y presionó la mano de su novio. Harry sin duda alguna podía entenderlo y comprenderlo sin la necesidad de hacerle preguntas y eso tranquilizaba a Archie.

―Lo sé... pero tengo miedo, ¿qué pasa si no podemos esta vez? ―Harry suspiró. No sabía que decir porque desconocía lo que estaba atormentando a su novio.

―Podremos. Juntos. Sé que sí, confiamos el uno del otro, así que podremos vencer todos los obstáculos, mi amor. ―Archie sonrió y se giró sin deshacer el abrazo de su novio. Con cierta timidez lo miró. Escrutó el rostro ajeno en busca de alguna mueca de desagrado u horror, pero para su alivio, Harry solo le regaló una sonrisa.

Harry se acercó al más alto y le dio un corto beso en los labios, para luego abrazarlo y acariciarle la espalda en forma de consuelo, sintiendo como Archie apoyaba el rostro en su hombro y comenzaba a humedecerlo por las lágrimas. Harry no dijo nada, tan solo se quedó en silencio acariciándolo.

No sabía que decir en ese momento. Estaba algo atónito por la situación. El día anterior su novio era un hombre feliz y hoy... solo parecía algún muerto que había regresado a la vida.

Su piel lucia algo pálida y las enormes ojeras que estaban bajo sus ojos, le daban un aspecto lúgubre, sus labios estaban resecos y con sabor a sangre. Harry supuso que Archie había estado mordiéndose el labio sin darse cuenta hasta lastimarse. Le dolía horrores verlo así, pero no podía cuestionar. No quería presionarlo, al contrario, quería ser su apoyo y darle la oportunidad de contarle lo que estaba sucediendo cuando estuviera listo.

―Hay algo que quiero contarte, Harry. ―el castaño asintió y se separó cuando su novio así lo hizo.

―Lo sé, pero no hay prisa, hazlo cuando te sientas seguro de poder hacerlo. ―limpiándole las lágrimas a su novio, Harry le volvió a dar un beso en los labios con ternura. Quería hacerle entender que no estaba solo y mucho menos a oscuras en aquella nueva situación. ―Recuerda, siempre llevaré la luz cuando tú la dejes caer. 

Querido Archie (Pausada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora