Reconozco que.

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Reconozco que, al mirarte, tirito como si llegase de golpe el invierno a mi piel, y siento la escarcha trepando por mis piernas como hiedra. Que frenan en seco los coches si eres tú quien cruza. Y detengo la arena del reloj que tengo en el escritorio si se rozan nuestras manos.

Que caminas levitando, y el aire no se atreve a molestarte. Que sale el sol temprano cuando madrugas, y se esconde tarde para broncear tu piel.

Reconozco que aprendí a escribirte mucho antes de saber hablar. Que tengo a salvo las miradas que por puro azar cruzamos, en el espacio intercostal. Ocultas las palabras que no me dijiste y yo imaginé, con cariño, debajo de mi piel.

Que compongo baladas tristes e imagino bailes de salón. Que, al cerrar los ojos, existes dando voces por mi cuarto; que rechazas elegante mi regazo, y te esfumas si los abro.

Que he peleado en coliseos romanos, esperando la muerte digna a manos de un león y he pintado el techo de mi habitación como haría Miguel Ángel en el Vaticano.

Le he cambiado el nombre a mis arterias por títulos de canciones de "Cigarettes after sex" y ahora desangrarse suena bien.

Que me he retratado fingiendo que me conozco, para sentir que tengo esa fuerza que tenía Frida Kahlo cuando su querido Diego, no era tan suyo. Para sentir que no ocurre, que buscas en otras bocas lo que yo te doy.

Que, te he contado todos mis secretos como si fuesen cosas de niños, y me dejaba caer después, en tu colchón vacía ya de pesos, y reconozco que, lo volvería a hacer.

Volvería a ti sin dudarlo ni un segundo, a caminar contigo en círculos por la plaza Mayor de Madrid, comiendo helados en invierno, tumbándonos en puentes como aquella vez, a imaginar vidas infinitas, y a recorrer tu cuerpo entero con la punta de mis dedos.

Reconozco que, aun hoy te recuerdo, cuando la niña del tercero llora por las noches y siento que no es ella si no yo. Cuando me miro las muñecas y no entiendo el tiempo que ha pasado. Cuando camino por el centro y me paro sin querer, donde solíamos hacerlo.

Volvería a llenar tu piel de fina arena en los veranos, a comer clavando mis pupilas en las tuyas, y a reír como dos ebrios. Llenaría las maletas que me sobran, de noches al desnudo en la terraza de tu pueblo, abrigándonos los cuerpos con abrazos. Ver anochecer en los campos de lavanda, y recordar más tu olor que el de las flores.

Deberías reconocer que, no suena tan mal si nos pronuncias a la vez en un plural. Que aún quedan resquicios. Que a ciencia cierta sabes que te quiero...

Tropiezos y zancadas.Where stories live. Discover now