Capítulo 3

1.2K 87 11
                                    

La mañana a comparación del día anterior amaneció bastante nublada y amenazando con lluvia. Regina no pudo dormir muy bien durante la noche preguntándose cómo se sentirá Roland con este nuevo cambio, no podía negar lo preocupada que estaba ante la adaptación de su hijo. Estuvo durante tres años en un país distinto al suyo, tenía sus amigos y su vida prácticamente hecha, temía que el pequeño terminara por sentirse incomodo en New York. Salió de sus pensamientos al ver una pequeña cabellera castaña correr en su dirección.

- ¡Hey tornado! ¿Qué son esas maneras? – Trató de mantenerse seria, pero la cara de inocencia del pequeño terminó por hacer que se echara a reír - ¿Qué tal tu primera noche? – Preguntó mientras el pequeño se acostaba a su lado.

- Bien mamá, me gusta mi cuarto, es enorme y está lleno de dinosaurios – Hablaba gesticulando con sus pequeñas manos.

-Woow... - Fingió sorpresa – Ya tendrás tiempo de mostrármelo cariño – Sonrió – Por ahora, vamos a darnos una ducha y a desayunar.

- Dime que nos vamos a duchar con agua caliente – Hizo un mohín. La morena negó divertida, lo tomó en brazos y entró al cuarto de baño.




Emma se despertó sintiendo un pequeño peso sobre ella, abrió los ojos lentamente y se topó con los ojos de su pequeño mirándola fijamente. La rubia se incorporó un poco y le acarició la mejilla.

- Andas madrugador estos días chico – Sonrió.

- ¡Hola mamá! – Habló entusiasmado – Hice el desayuno. – La rubia desorbitó los ojos y salió de la cama de un solo salto con Henry en brazos. Al entrar en la cocina casi le dieron ganas de echarse a llorar, había harina por todos lados, cáscaras de huevo y chocolate sobre la isla.

- Diablos chico – Soltó un enorme suspiro. – vaya que si hiciste el desayuno – Lo miró y no pudo sino sonreír ante el rostro lleno de orgullo de su hijo.

- ¡Si mamá! Lo hice yo solito – Habló señalando su pecho.

- Eres el mejor hijo del mundo. – La rubia comenzó a llenar su cara de besos, haciendo reír al pequeño. - ¿Qué te parece si desayunamos y luego vamos a Central?

- ¡Genial! – Habló emocionado.

Y como lo habían previsto, después de desayunar el delicioso plato que preparó su pequeño y una buena ducha, se dirigieron a Central Park El día estaba bastante fresco y parecía que iba a llover, sin embargo, la rubia quería pasar un rato con su hijo fuera de casa. Con un balón de futbol americano y una gran sonrisa, Henry camino hacia un campo abierto, se posicionó de manera que le quedara fácil atrapar el objeto y le gritó a su madre.

- ¡Listo mamá! - Emma hizo un pequeño impulso hacia atrás y lanzó la pelota que fue atrapada en el acto por el chico. Henry comenzó a correr en círculos por todo el campo, celebrando. – Ahora supera eso – La rubia levantó una ceja divertida.

- A ver, muéstrame lo que tienes.

Abrió sus piernas a lo ancho de los hombros y se preparó para atrapar la pelota. Henry tomó impulso y después la lanzó con fuerza. Por desgracia, no la pudo atrapar y esta pasó derecho dándole de lleno a una mujer que pasaba junto a su hijo. Henry se cubrió la boca al ver como la morena recogía la pelota y se giraba hacia ellos. Emma por su parte, estaba segura que, si las miradas fuesen balas, ella ya estaría muerta.

La mujer caminó elegantemente hacia ella y Emma no pudo evitar pasear su mirada descaradamente por el cuerpo de aquella morena. Unos pantalones negros, bien ajustados; una blusa de manga corta y un cabello bien recogido en una cola. Una diosa completa, pensó. Henry corrió hacia su madre y se escondió tras ella asomando solo su cabecita. La rubia salió de su ensimismamiento cuando una voz ronca se pronunció.

Heartbeats (En Edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora