Capítulo 7

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Regina llegó a casa pasada las cuatro de la tarde. Al entrar se encontró con Cora, que estaba en la sala de estar platicando con Granny sobre lo que sería la cena.

—¡Mami! – gritó Roland, corriendo como loco por todo el salón y saltando en los brazos de la morena.

—¡Hey, mi tornado rubio! – la morena sonrió, levantándolo en sus brazos – hola mamá. Hola nana – se dirigió a las mujeres que los observaban.

—Hola hija. ¿Qué tal el trabajo? – interrogó Cora mientras le dejaba un beso en la mejilla.

—Hola mi niña – respondió Granny imitando a la otra mujer – voy a la cocina – anunció.

—Ya te alcanzo – la anciana asintió y se retiró – entonces... ¿me decías, cariño? – Regina dejó a Roland nuevamente en el suelo y se sentó junto a su madre.

—Bien en lo que cabe madre – resopló – ¿y tú mi tornado? ¿Qué tal la escuela?

—¡Súper mamá! Tuvimos clase de natación y nos divertimos muchísimo – contó alegre, haciendo sonreír a ambas morenas.

—No ha parado de hablar de Henry y su pijamada – habló la mujer mayor.

—Ya veo por qué tanta felicidad – sonrió – mañana pasaré por él a las siete. Espero que se porten bien y hagan caso a la abuela.

—¡Sí, mamá! Veremos pelis.

—Nada de video juegos después de las diez, ¿entendido? – puso su mejor cara de seriedad.

—Entendido mamá.

—No te preocupes hija, mi pequeño es el hombre más obediente del mundo – afirmó Cora – y estoy segura de que Henry también es un niño muy bien portado.

—Henry es una dulzura de niño – sonrió – sé que se van a portar bien, jamás me han traído quejas de la escuela.

—Es porque nunca vas mamá – habló Roland haciendo que la morena tuviese un pinchazo de culpabilidad.

—Lo sé, mi rubio – se inclinó un poco para quedar a la altura de su hijo – mamá trabaja para darte lo mejor – Roland levantó los hombros como restándole importancia.

—Sí, siempre lo dices... Pero quiero que mis amigos conozcan a mi mamá. – agachó la cabeza – ayer Javier se burló de mi diciendo que no tenía papá, ni mamá y sé que papa ya no tengo y que mi primera mamá ya no está... Pero te tengo a ti, tú eres mi mamá – Regina sintió una punzada en el pecho. Se reprochó mentalmente al darse cuenta de cuanta tenía descuidado a su hijo.

—Mi amor... Lo siento mucho – le levantó la barbilla para mirarlo directamente a los ojos – te prometo que iré más seguido a la escuela, ya sea llevarte o a recogerte. ¿Crees que me puedas perdonar? – Roland tenia lo ojos brillantes por las lágrimas. Se lanzó al cuello de la morena y la abrazó. Cora simplemente los observaba conteniéndose para no llorar.

—Claro que sí, mamá. Te quiero mucho – la morena lo estrechó mas contra ella. Roland era lo mejor que le había pasado en la vida y ella prometió ser su refugio después de la muerte de Robín. No quería fallarle ni a su hermano, ni a Marian y mucho menos a su pequeño.

—También te quiero muchísimo mi pequeño príncipe.

—Vamos, cariño, ve a hacer tus deberes. Ahora te llamo para cenar, ¿ok?

—Sí, abuela – se despidió dejando un beso a cada una

—No te preocupes hija, él está bien. Es un niño inteligente, no te va a odiar por esto. Como madres buscamos lo mejor para ustedes y nos olvidamos de que cuando están tan pequeños, detalles tan simples como un viaje a la escuela, son suficientes.

Heartbeats (En Edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora