OUTRO

1.4K 144 20
                                    

El amor es PELIGROSO más aún cuando te niegas a sentirlo, te acosa y te persigue hasta que ya no puedes huir. Así lo sentía Hermione, por mucho que lo negara estaba enamorada del vampiro secuestrador, más no era debido al síndrome de Estocolmo ya que sus sentimientos nacieron al tenerlo en Estados Unidos.

Tú y yo haciendo el amor hasta acabar otra noche.

Su vida sexual con el vampiro iba en aumento, en la cocina, en el baño del gimnasio, en la piscina, flotando en el aire, mordidas, marcas... Gritos de placer. Pero no eran nada, no eran novios. Solo amantes que tendrían un hijo. Incluso decir amantes era darle etiqueta a su relación, solo eran algo.

Tú cambiaste mi mundo, como una película...

Nunca antes había creído en vampiros, ahora sentía como si estuviera viviendo en una película cliché de ficción romántica. Era feliz, no necesitaba formalizar su relación, Draco podría estar con una mujer distinta cada noche y ella no se sentiría afectada, no sentía celos por aquel rubio... eso creía ya que nunca había visto a su algo con otra mujer.

Aunque Draco si sentía celos por ella, algo que hizo hecho que terminará durmiendo en la casa del gato o en casa de Theo. Además de que sus padres habían ido a visitarla al saber que esperaba al heredero de la fortuna Granger. Quedaron encantados con que el padre fuera británico y rubio. Ya que eso auguraba tener un nieto con excelentes genes.

A Draco no le había gustado nada sus suegros, en especial su suegra, esa mujer había olido su origen, estaba satisfecha de que esta vez un familiar suyo fuera vampiro completamente.

— Tu madre me pone los pelos de punta. — se quejó Draco mientras picaba tomates, un antojo de Hermione. — Con una madre así hasta yo me hacía independiente apenas hubiera podido caminar.

— Ahora me entiendes. — Hermione suspiró. — definitivamente mi hijo...

— Nuestro...

Hermione soltó un pequeño gruñido. — Nuestro hijo tiene la peor abuela.

— mi madre lo amaría, pero está muerta al igual que mi padre. — suspiró Draco. — Así que tus padres son los únicos que tendrá. Pobre de mi hijo.

— Nuestro... — Corrigió la castaña con una leve sonrisa.

— Nuestro hijo... Al pequeño Scorpius lo imagino como un pequeño castaño de cabellos alborotados corriendo por la casa, curioseando la casa del gato... — Draco suspiró con emoción.

— No, Scorpius será rubio como tú, de ojos grises y el cabello desastroso... Haciendo travesuras con mi gato. — Hermione podía imaginar a su hijo correr.

— Cásate conmigo.

— No. — Respondió Hermione — Es tu quinto intento en el día y te aseguro que no hay fuerza en el mundo que me una a ti.

Draco empezó a reír. — Algún día estarás distraída y aceptarás, bebé.

— No me digas bebé. — Hermione enfureció.

— ¿acaso vas a pedirme el divorcio? ¡Oh! Espera. No estamos casados así que respira y disfruta que te diga bebé. — Draco seguía picando los tomates mientras veía a Hermione negar con la cabeza. — ¿Al menos aceptarías ser novia?

— No, confórmate con ser el padre de mi hijo. — le gruñó Hermione.

— Nuestro...

— Sí, eso.

Sí, estaban muy enamorados, pero Hermione no daría su brazo a torcer, disfrutaría de él en las noches le diría que lo amaba, pero no iban a formalizar porque ella lo amenazaba con convertirlo en un saco de boxear. Solo eran amantes que se acompañarían por el resto de sus vidas.

Thriller ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora