Dieciséis años y aún no tenía idea de que iba a hacer con mi vida, excepto el plan para huir de mi casa ese veinticinco de noviembre. Mi cumpleaños número diecisiete era esa noche a las once en punto y no podía disfrutarlo adecuadamente porque estaba en una fiesta de la alta sociedad enfundada en un horripilante vestido rosa pálido; quería irme a dormir, quería visitar a mis padres, quería pasar el tiempo con la familia Ferrer.
—Antlia, ven acá —habló el abuelo a mis espaldas, gracias a su suerte que me había curado de su agresión o estaría en graves problemas con el juez Grant, porque eso de que me metí en una pelea callejera ya nadie se la creía.
—Mi nombre es Ryanair, abuelo.
—Eres mi nieta, yo quería ponerte Antlia y como asesinaste a tus padres, te quedas Antlia.
—¡Oh, vamos! No seas tan rudo con la chica Michael —exclamó el juez, un hombre alto, algo musculoso y muy moreno.
El abuelo rió, haciendo creer que era un chiste pero no, él hablaba completamente en serio.
—Roger quiere ofrecerte un cupo en la Universidad del Este y en la facultad de derecho —hablo la abuela, que hasta este momento había estado en silencio.
—Y no solo eso, será una gran abogada como su madre —le siguió la corriente la insípida esposa del juez. Como me estresaba esa mujer, siempre tan perfecta— Y tal vez hasta mejor esposa que Aquila.
—¿Esposa? —el ácido estomacal subió por mi garganta y me ardió como el infierno. No podían joderme más, era un mal chiste por parte de aquella mujer pretenciosa. Y de una vez, deje de escuchar a mi alrededor con atención.
Michael y Lorraine Vagnetti, los encargados de mi martirio rieron junto a los Grant, felices de deshacerse de mí y los otros de recibir un cheque humano. En esos momentos recordaba la gran herencia que recibiría a los dieciocho el otro año, que le entraba perfecto a el hijo mayor de los Grant, un hipócrita drogadicto y con problemas de ira. ¿Qué había hecho de malo en mi vida pasado para que esto me pasara?
—Si me disculpan, iré al baño.
Mentira, solo quería escapar de las garras de la alta sociedad. Ahora solo quería hablar con Tresstan, necesitaba de su calor, necesitaba su presencia, necesitaba todo de él. Salí de esa maldita casa y corrí, corrí por el jardín trasero y el bosque pero al llegar no había nadie en la casa campestre, todo estaba oscuro y vacío. ¿Dónde estaba mi sol? ¿Se habrán ido? ¿Se habrá olvidado de este desgraciado día al que le llamó cumpleaños feliz? Me deje caer al suelo y las lágrimas salieron sin permiso, estaba demasiado triste como para esperar por él o como para llegar a casa y encerrarme en mi cuarto con el riesgo de ser encontrada; no me importó el vestido, no me importó el suelo lleno de tierra seca, tampoco me importaron mis piernas y mucho menos me importó cuando comenzó a llover. El cielo estaba de mi lado en estos momentos, llovía y yo me ahogaba en lágrimas, lanzaba rayos y yo soltaba gritos, el cielo se rompía y mi corazón se deshacía; sabía porque él no estaba conmigo, porque estaba con ella siendo feliz en esa noche de tormenta, romántica y ajena al dolor para ellos, todo lo que se podía esperar de mí.
—Like you did, looking a me with that smile? Forever, forever, stop saying that —susurré en un agudo canto en medio de aquel ruido tan natural para el mundo—. We were going toward the same place, but this place becomes our last place...
Hace mucho debió haber pasado, solo fue un pequeño desliz del destino al sacarme de aquel auto hace quince años. Ahora, debía entregarme al mundo, sería un ser infinito al lugar donde iría.
"We talked about forever, but we destroy each other mercilessly."
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Colores en el Cielo
PoetryMis pulmones ardían mientras el agua salada los llenaba, movía mi cuerpo con rudeza intentando subir a la superficie pero solo me hundía más gracias a la fuerza de las olas. Mientras me hundía, en mis lágrimas saladas, una mano bajo de la superfici...