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El amor no se ha terminado porque nunca hubo uno, ámame y por favor no me dejes de nuevo. Tus palabras suenan en mi mente como si tuvieran muchos significados; y es donde siento que el espacio entre tú y yo se hace más profundo. No me dejes, cree en mí y comienza a correr, ya no hay que dar un paso hacía atrás. Nuestros caminos se cruzaron y se separaron, gracias al cruel destino o que tal vez estábamos comenzando una carrera con el fin de chocar y acabar.

Sí comienzas a alejarte de mí, está bien, lo entenderé; no te preocupes por nada. Es mi turno de irme está vez, definitivamente me librare de tus pensamientos hacía mí; haría todo de nuevo, en aquel espacio entre la oscuridad y la luz dónde prontamente estaré. Llorando. No habrá final si me tiendes tu mano, eras mi última esperanza. No importaba que lluvia cayera, no importaba que oscuridad hubiera si tú estabas a mi lado... Y en un segundo, todo desapareció, ahora que se fue esa razón que tenía de vivir. Ya hay un final marcado, los latidos de mi corazón hacen daño y sabré como pararlos, gracias a ti.

Una aurora polar iluminaba mi rostro, nunca había visto tantos colores brillantes en el cielo. Tampoco imagine que tuviera ese olor amargo y frío, ese que se calaba entre tus huesos hasta congelarte por completo; ¿Morir se sentía tan liberador? El aire que se filtraba por mi nariz era dulzón, el césped bajo mis pies era suave y mi mente no estaba pesada por las antiguas páginas llenas de las preocupaciones que tenía todos los días.

—¡¿Qué le hicieron?! ¡¿Qué le hicieron?! —un llanto atroz me llamo desde la distancia, reconocía esa voz pero no podía caminar hacia ella. Mejor dicho, no quería caminar hacia ella. Ya había tomado la decisión de dejarlo ir, ya había tomado la decisión de separar nuestros caminos; en cambio, otra voz fue la que me llamó, justo a mis espaldas y está me hizo querer caminar a ella.

—Te estábamos esperando desde hace mucho tiempo Ryanair...

—Mamá... —mi voz se quebró al final y corrí a aquellos brazos que mi corazón añoraba. Sus manos comenzaron a acariciar mi cabello y tarareaba una dulce canción, como las que yo me cantaba para tranquilizarme.

—Tranquila, pequeña... Tu padre y hermano te están esperando.

Eleve mi mirada y la observe sonriente, era hora.

Close yours eyes... And let go.

Hice caso a lo que dijo y me deje ir a las luces sobre nosotras, aún escuchando los llantos de Tresstan a los lejos. Lo sentía tanto. El frío me envolvió y luego un calor lo reemplazó con velocidad haciendo que me relajará y todo se volviera negro, provocando que dejara de sentir aquel mundo al que había pertenecido sin mi consentimiento y donde había sufrido tanto por amor como por desamor. Ahora, por fin, era libre.

Colores en el CieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora