Budapest, una ciudad que en realidad son dos

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Al día siguiente los amigos desayunaron, y terminado el desayuno fueron a esperar el colectivo y tras un tiempo de estar viajando, llegaron a Budapest, al, llegar a esta ciudad, como no utilizaban el euro como moneda, sino los florines tuvieron que cambiar dinero. En un momento Hernán le ofreció a Agustina, guardarle él la red en la que tenía las cosas importantes.

En ese instante la caratula paso a ser "Tres argentinos en Budapest" Un momento más tarde decidieron ir a comer unos sándwiches y una ensalada a un restaurant cercano.

En ese viaje siempre tuvieron la suerte de haber encontrado gente de Argentina, y con ellos concurrieron a la oficina de información turística y en ese momento tanto los amigos que estaban viajando desde Suiza, compraron un boleto que les permitía viajar en todos los medios de transporte hasta esa hora el día siguiente.

En ese instante los amigos se anoticiaron que se habían olvidado el papel en el que estaba anotada la dirección del hotel en el que se iban a hospedar y ante ese predicamento, los recién conocidos les aconsejaron ir con ellos al hostel que ellos habían alquilado, en un determinado momento, Ana Inés le contó a una de las chicas sobre el movimiento al que pertenecían, no demasiado, pero algo. Allí se registraron por intermedio de Agustina que les hacía de interprete como siempre, salvo que el idioma fuera francés. En la recepción les dieron un mapa donde les marcaron la ubicación.

El hostel se llamaba wombat, el cual es un animal de Australia y tenía en las paredes de la recepción el dibujo de aquel animalito desconocido por Ana y por Hernán, la habitación que les dieran a los viajeros era una habitación de tres camas cuchetas, las cuales había que armar.

En cuanto llegaron a la habitación, en lo único que pensaron fue en dejar la valija en uno de los armarios del cuarto para luego ir a caminar un poco y más tarde a comer algo, en el paseo llegaron hasta un shopping en el que ingresaron y allí hicieron algunas compras. Agustina tenía la firme decisión de comprarse unas botas parecidas a las que tenía, pero en el local de NIKE que entraron no había, Hernán tenía la curiosidad de saber que era el gulasch, una comida europea y en un restaurant al que entraron, pidieron un menú turístico y el primer plato era ese que querían probar.

En ese lugar, las muchachas recibieron muestras de jabón del mar muerto y Agustina probo unas sales con las que las manos le quedaron más suaves de lo que las tenía, y esa sensación tan placentera, junto al aroma de las sales, estuvo mucho tiempo. Mientras ella lo hacía Ana hablaba con la gente que le conto que aprendieron español por ver las novelas de Natalia Oreiro, la cantante y actriz uruguaya.

Más tarde, ya juntos de nuevo los tres fueron hasta una sucursal de la casa de ropa deportiva decatlón, allí hicieron compras para la familia, la mujer de su vida y para si mismos.

Pensando en el termo que se extraviara Ana Inés se compró otros dos junto a algunos regalos para sus hijos, casi sobre el final Agustina recordó lo que le dijeran que hiciera en caso de ver alguna campera y estando junto a Hernán se probó algunas y se compró una rosa. Todo lo que compraron lo guardaron en la mochila de Hernán.

Al rato los amigos pensaron en continuar paseando por la ciudad, el lugar en el que estaban estaba cerca del parlamento y la iglesia de San Mathew por lo que tomaron esos lugares como referencias.

al llegar de regreso al hotel, preguntaron en la recepción por el desayuno, y en el cuarto las camas que querían usar estaban ocupadas por tres jóvenes, Agustina y Ana quisieron bañarse, es más lo hicieron, pero con agua helada. Lo único que le vieron bueno fue el secador de pelo que había, en ese momento Agustina que desde hacía tiempo quería escribir una historia, lo que no podía hacer al no tener nombres buenos para los protagonistas, lo hizo en el viaje y la termino en Buenos Aires, lugar en el que la tradujo al inglés, también hizo la crónica del congreso.

(Al final del relato se incluirá la historia)

Al día siguiente sin hacer ruido para no despertar a los que todavía estaban durmiendo, al haber llegado cuando estaban durmiendo, en la penumbra los argentinos se cambiaron, volvieron a Guardar las cosas en la valija y bajaron a recepción, donde compraron los tickets para el desayuno.

Durante un buen tiempo se les estuvo vendiendo un paseo a pie por la ciudad en español, para no estar con la valija a cuestas mientras paseaban, preguntaron si la podían guardar en recepción, lo que hicieron.

Frente al hotel pasaba un tranvía, el cual tomaron al principio con la idea de hacer cinco estaciones y regresar, para el tour que finalmente hicieron a pie, en varias oportunidades les dijeron de hacer un tour, el cual hicieron sin guía ni nada.

Al llegar al puente de las cadenas, el cual separaba las ciudades de Buda y Pest, lo cruzaron caminando y llegaron a las ruinas de la ciudad, en un momento la joven, cansada por todo lo que hubo caminado se separó de sus compañeros que momentos más tarde la llamaron desde una de las ruinas y mientras ella caminaba buscando a sus amigos y parecía una princesa perdida en Budapest.

Los amigos se aventuraron por cuanto lugar pudieron, aun cuando no se pudiera avanzar. Acabado el paseo buscaron nuevamente la estación del tranvía y regresaron al hostel a recoger su equipaje y a emprender el regreso a Viena.

Antes las muchachas pasaron a ver la parroquia San Mathew y Hernán las espero afuera, no le parecía pagar para ver una iglesia por dentro, lo que en Europa es así, allí las mujeres fueron por todos los lugares por los que estuviera permitido y sacaron fotos.

En un instante vieron las joyas de la emperatriz Sisi, a quien no reconocieron, al menos Ana creyó que no era la emperatriz al hablar de ella a fines del siglo 19 al acabar la visita se reencontraron con Hernán.

En ese tiempo también tuvieron noticias de Fernanda que había sido invitada a un programa de una de las jóvenes que cumplía años y en otro momento pasaron por una feria. Como siempre que alguien de su familia viaja, lleva un imán de la bandera de aquel país, busco uno con la bandera de Hungría y la faltaron las de Suiza y Viena, las cuales conseguirá en algún momento.

Cuando llegaron a la estación de Viena, encontraron un colectivo que si bien era uno de los que iba para donde ellos estaban, no los dejaba, por lo que optaron por ir al bar de la parada a tomar algo esperando a la llegada del otro colectivo, en tanto el hermano de Agustina les informaba que estaba llegando al lugar y quería buscar un lugar para dejar sus cosas, para lo que le indicaron que en la institución había lugar.

En ese momento por casualidad o por lo que sea, se encontraron con Flavio que, regresando de la institución, había pasado por un kebab antes de regresar a su casa y cuando los vio, les indico que los iba a llevar a Leben art, lo que no querían que hiciera sintiendo que lo estaban molestando.

Camino a la institución le informaron que Santiago estaba yendo para allá y en un punto del camino se encontraron con el joven que había ido con una misión concreta, pasar con su hermana el día de su cumpleaños.

Al llegar luego de que Santiago acomodara sus cosas, regresaron al cuarto de las chicas para contarle a Fernanda lo que hicieran, en un momento que Hernán pensó en usar la computadora que Agustina llevara, el enchufe hizo corto circuito cortando la luz de aquel piso. Rápidamente se intentó buscarle solución, pero no se logró, pero al tener con sus cosas una luz que le comprara a su padre, fue por ella y la llevo al cuarto de las chicas y Ana la uso para iluminarse mientras tomaba una ducha. 

Relato de un viaje soñadoWhere stories live. Discover now