CUATRO: El bosque

76 7 2
                                    

Caminaban entre los viejos troncos de árboles, que habían sido talados con anterioridad, con Newt aún inconsciente. Thomas le cargaba de los brazos mientras Minho lo llevaba de las piernas; apenas habían recorrido unos cuantos metros y el sudor los empapaba casi por completo a pesar de que estaban rodeados de nieve.

A su alrededor se extendían grandes pinos que parecían tocar el cielo. El aire era frío y seco, y dejaba la sensación de estarse sofocando, sin embargo a los chicos les parecía hermoso lo que se extendía a su alrededor.

Veían pequeños animales pasando por allí y se preguntaban si tal vez los animales estarían mejor si los humanos se extinguieran. Después de vagar por inmensos desiertos causados por las llamaradas solares, la nieve les parecía simplemente maravillosa, haciéndolos sentir afortunados de presenciar aquella belleza.

-Paremos unos minutos- dijo Minho con el rostro enrojecido por el esfuerzo. Thomas asintió y bajaron a Newt, luego se estiraron un poco y respiraron profundamente.

-Será difícil llevar a Newt de ese modo- susurró Thomas.

-Lo sé, shank. ¿Pero de que otra forma podemos llevarlo? Vamos, podemos lograrlo- respondió Minho mientras volvía a tomar las piernas de Newt. Thomas respiró profundo y volvió a levantar a su amigo.

Continuaron así un par de horas más, haciendo breves paradas para descansar. El bosque comenzaba a oscurecer y a medida que la luz del sol disminuía aumentaba el miedo de los chicos, en unas horas el cielo se oscurecería por completo y los animales salvajes o los Cranks podrían aparecer.

Minutos después llegaron al final del bosque y delante de ellos se extendía un gigantesco terreno junto a un acantilado, bajo éste se observaba el inmenso mar que iba más allá de donde alcanzaban a ver.  Por suerte aún les quedaba algo de luz del sol, que se reflejaba en el azul del mar. Era simplemente maravilloso.

Thomas y Minho abrieron los ojos asombrados y no pudieron evitar sonreír, jamás habían imaginado que un lugar como ese pudiera existir en un mundo dominado por el caos y la enfermedad.

Sin embargo, no todo era hermoso, pues a la orilla del acantilado, a unos dos kilómetros, se encontraban las instalaciones de C.R.U.E.L.

Ambos se miraron seriamente y suspiraron pesadamente. La pesadilla estaba frente a ellos.

Con sus últimos esfuerzos continuaron el trayecto del camino que les quedaba. El complejo era gigantesco y estaba formado por varias construcciones que se conectaban entre sí. Un sendero largo y angosto salía de éste y se adentraba en el bosque.

Marcharon por un terreno diseminado de rocas. El silencio inundaba el ambiente, lo único que se escuchaba a lo lejos eran las olas chocando con las rocas en el mar y sus propias respiraciones agitadas.

Ambos sabían que en ese momento, seguramente, la gente de C.R.U.E.L. ya los había divisado a lo lejos, su seguridad no los haría pasar desapercibidos.

A su lado, Thomas pudo divisar a los pequeños escarabajos de ojos rojizos y centelleantes que había conocido en el laberinto, sabía que lo vigilaban y todos esperaban atentos su llegada, mientras veían sus pies acercándose al complejo.

En unos minutos habrían llegado a la puerta del cuartel general, pidiendo que los dejaran entrar.

-Qué ironía, ¿no?- dijo Minho con una risa cansada- Volvemos a ellos después de que intentamos escapar desde hacía años.

Thomas no contestó nada, dejándole claro a Minho que estaba demasiado nervioso y temeroso como para hablar en es momento. Seguían caminando por el sendero de piedra y a su lado se extendía un terreno de tierra grisácea con maleza.

Thomas se preguntaba por qué nadie había salido aún a encontrarlos, tal vez la Rata los observaba a través de los escarabajos que corrían por la escasa hierba que había entre la tierra. A sus espaldas, los chicos percibieron un rugido que anunciaba que una tormenta se acercaba. Las nubes se volvían negras y el cielo adquiría un tono gris opaco, para su mala suerte aún les quedaba un gran trayecto que atravesar.

Algunos relámpagos tronaron detrás de ellos, recordándoles al Desierto, donde habían sobrevivido a la tormenta eléctrica. Un escalofrío recorrió la espalda de Minho al recordar cómo había sido víctima de uno de ellos, asustado y nervioso aceleró el paso.

-Hay que darnos prisa, Thomas- le dijo con la voz ronca. Thomas asintió y aceleró más el paso, junto a su amigo, sentían que los brazos y las piernas les quemaban por el cansancio y haciendo un último esfuerzo sostuvieron a Newt con más fuerza y se apresuraron.

Unos metros más adelante se sintieron aliviados al ver que la tormenta no llegaría hasta ellos. Sin embargo, no disminuyeron el paso hasta que quedaron frente a una serie de  puertas vidriadas.

Habían llegado a su destino.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Nov 09, 2018 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Si Newt no hubiera muerto ...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora