Capítulo 3.

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Alfred tamborilea los dedos contra el interior de la puerta del taxi. El viaje está siendo en silencio. El chico no puede evitar desplazar la mirada hasta su acompañante de vez en cuando. Aún le parece increíble que aquella chica lo haya seguido.

—Mireia... Mireia... Na nino noní no ní.

Alfred se gira de sopetón, perplejo. ¿Ha oído bien?

— ¿Qué cantas?

Amaia se sonroja un poco, avergonzada de que la haya escuchado cantar en una lengua que no es la suya y que no domina nada bien.

—Mireia... es una canción de una cantante de aquí, de Cataluña... ¿Te suena? Se llama...

—Judit Nedderman, sí. ¿La conoces?

— Sí. O sea no. Quiero decir... —Amaia se siente ridícula. Sin embargo su acompañante se acerca a ella, sonríe y la mira fijamente, dándole tiempo para que se aclare. Debe pensar que soy tonta, piensa ella.

— Mi hermano me la enseñó este verano, y a partir de ahí se me quedó grabada esta canción. Es muy guay.

—Interesante...

— ¿El qué? ¿Qué es interesante?

—Tú.

Amaia siente como la mirada del chico del trombón la penetra y la estudia. No sabe que le pasa, pero no puede apartar la vista de él.

Te está mirando, Amaia. Te está mirando...

Amaia se sonroja.

Vamos a ver Amaia... si ves que te está mirando es que tú también le estás mirando.

El viaje en taxi termina, el chico paga al taxista bajo la advertencia de Amaia de que ella pagará el de vuelta. Ante ellos aparece un bar de aspecto antiguo, con madera por aquí y por allí. La iluminación es tenue, al menos dónde ellos están sentados y Amaia nota el frescor del sofá de cuero bajo sus medias negras.

Un hombre con aspecto amable se acerca a ellos, a Amaia le recuerda al chef de la película "Ratatouille " y les pregunta sobre lo que quieren tomar. Amaia va a hablar pero la voz masculina de quien se sienta a su lado la interrumpe para pedir dos Gin tonics.

Amaia frunce el ceño y se cruza de brazos hasta que el camarero les dedica una sonrisa y se marcha.

— No me gusta que hayas pedido por los dos.

— A mí tampoco.

¿Cómo? Amaia se siente desubicada. Hay algo en ese chico que la mira sonriendo que no le recuerda a nadie que conoce. Algo que se mete en sus esquemas y los sacude, rompiéndolos. Algo que no es nada predecible y la hace estar atenta, a la expectativa de no perderse ni un solo detalle de eso que lo hace especial.

— No te creas que no sé qué eres una mujer fuerte e independiente. —Amaia le aguanta la vista, no la aparta y nota la intensidad de su mirada y cómo él se acerca peligrosamente—No he pedido por los dos porque crea que no sabes decidir, Amaia. — su nombre en los apetecibles labios del chico suena demasiado bien. Un momento... ¿acabo de decir que sus labios son apetecibles?

El camarero llega con sus bebidas y las prepara delante de ellos. Amaia admira cómo el líquido se desliza a través de la larga cuchara de metal con forma de tornillo hasta llegar a su copa. En una hay azahar y lavanda. En otra, canela y zumo de naranja.

ÉL coge una de las copas y se la ofrece, pero Amaia no cede y sigue con los brazos cruzados por debajo del pecho.

—Toma, te gustará.

—No me gusta el gin tonic.

—Ya. Ni a mí tampoco.

Amaia lo mira fascinada. Este chico es tan... diferente... tan raro. Aumenta la distancia entre ellos. El chico se apoya contra el respaldo del sofá y suspira.

—¿Quieres que te cuente un secreto?

Amaia asiente con cuidado, llena de curiosidad pero manteniendo la faceta de indignación. Alfred le hace una seña con los dedos y ella acerca su oído a la boca del chico. Un olor desconocido la llena, le gusta. No sabe que es... pero ese olor tan peculiar la atrae.

—He pedido por los dos porqué la sensación de tomarte un buen gin tonic mientras alguien que no conoces te transporta por las sensaciones del mundo del jazz es maravilloso —la voz del chico la hace estremecerse —Cabe la posibilidad de que no nos volvamos a ver. O de que nos veamos siempre a partir de ahora... Pero esto es algo que hay que vivir una vez en la vida al menos. Y me gusta que lo vivas conmigo.

Él la mira y ella se muerde el labio.

Los ojos oscuros de él chispean y ella, atraída por su olor, se acerca a sus labios y los besa.

Flor de LirioWhere stories live. Discover now