Amaia abrió lo suficiente los ojos como para poder verle entre las sombras de sus pestañas. Se removió entre sábanas, buscando poder verle, asegurarse que estaba bien. Para Amaia también era difícil hacer lo que estaba haciendo. Hace menos de 24 horas todo era distinto: sus abrazos fuertes, sus mimos, sus caricias...
Amaia no podría soportar su rechazo, no podría soportar no tener su cariño, no podría soportar necesitar sus abrazos y no tenerlos, querer sus mimos y no tenerlos, buscar sus caricias y no tenerlas... por ello, Amaia se auto protegía.
Amaia sabía que estaban en un punto de inflexión. No podían seguir como si nada sin que él supiera que ellos ya no eran Amaia y Alfred, ellos eran tres. O dos. O tres...
Para Amaia era más fácil evitar su contacto y no arriesgarse a su rechazo cuando le contara lo que pasaba, antes que buscarle y no tenerle.
Alfred había subido a su cama, pero no había entrado en la conversación que los demás mantenían a su alrededor. Él notó como le empezaba a pesar el pecho. Las voces de sus otros doce compañeros sonaron cada vez más lejos. Alfred era consciente de que iba a ser una mala noche. La presión en su pecho era muestra de ello.
Pesadillas.
Pesadillas donde la sensación de ahogarse crecía y crecía hasta que se despertaba sudado e inquieto. Entonces... cuando la química de su cuerpo se desbordaba, solo se curaba con química.
Creer es crear. En lo bueno y en lo malo.
Ansiedad. Opresión. No poder respirar.
Alfred bajó de su cama haciendo el mínimo ruido que pudo. Era de madrugada. Muy temprano. No podía más, notaba la camiseta de su pijama de Goofy pegada a la espalda por culpa del sudor.
Su respiración destacaba sobre las otras, la respiración de Alfred era agitada e irregular. Las demás formaban un mar en calma dejando de lado algún que otro ronquido esporádico.
La cortina estaba cerrada, pero un rayo de la luz de la luna se colaba entre el espacio que había entre dicha cortina y el pilar que ponía fin a la habitación. Amaia dormía allí. Hecha un ovillo y con el pelo sujeto en un moño que dejaba escapar más mechones que los que sujetaba.
Después de la pesadilla que había tenido, Alfred se había despertado sudoroso y con la respiración agitada. Amaia le evitaba. No había cruces de miradas, ni caricias mal disimuladas. Se habían acabado los ratos a la guitarra, o al piano.
Antes... antes no importaba donde fuera, solo importaban ellos. Si estaban fuera, a la vista de las cámaras, jugaban a tentarse, ella se colocaba el pelo de lado, haciendo ese movimiento que le ponía tan cachondo. Él la abrazaba, dejando que su olor la embriagase; la perdición de ella. Alfred también sonreía, sonreía mucho, enseñando sus palitas separada al mundo y a ella, sobre todo a ella.
Si era de noche la situación cambiaba. SI era lo suficientemente de noche como para que las cámaras estuvieran apagadas, salían a la terraza, o se iban a la sala del piano; si aún quedaba día en la noche y las cámaras gravaban, se escondían en la habitación y jugaban a compartir labios y caricias indiscretas.
Fin. Aún no habían empezado y ya era el final. Y el final no era feliz, desde luego.
Alfred se acercó a Amaia, y se sentó en un lado de su cama. Si la chica hubiera estado despierta, seguramente se habría levantado. Para su suerte estaba dormida. Profundamente dormida. Alfred se levantó y se arrodilló al lado de su cama. Se moría por hablar con ella. Por preguntarle qué era lo que había cambiado. Qué era lo que había hecho mal.
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Flor de Lirio
FanficCuando dos personas como Alfred y Amaia se unen, amor y música se complementan y nace la pureza más absoluta. Universo Alternativo. Puede que Flor de Lirio tenga un significado distinto?