Quizás

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Mil veces he escuchado a muchos jóvenes asegurar que a partir de los treinta el tiempo de recuperación de una noche de fiesta puede llegar a durar varios días. Siempre he pensado que era un comentario absurdo procedente de gente que no sabía beber.

Estoy sufriendo la peor resaca de mi vida.

Entrecierro los ojos, la luz que se cuela por la ventana me molesta más de lo habitual. Siento la boca pastosa y la garganta seca, solo puedo pensar en un buen vaso de agua fresca. Giro sobre mi costado para incorporarme y me dejó caer de nuevo hacia atrás cuando una repentina nausea asciende desde mi estómago. Amortiguo un quejido contra la almohada y cierro los ojos con fuerza hasta que siento que se me pasa.

Menuda mierda.

Permanezco en la cama durante unos minutos más, suspirando mientras recuerdo de forma vaga la conversación que mantuve con Eren en esta misma habitación. No puedo sentirme más aliviado por haber recuperado de nuevo el contacto con él, aunque me avergüenza el poco control que mantuve de la situación. No es propio de mí relajarme de esa manera y, aunque no fue del todo negativo, no compensa este malestar.

Además, olvidé preguntarle a Eren el por qué de su actitud esquiva. De haber estado más atento, de no haber tenido la mente embotada habría sido más directo en ese aspecto. Me muerdo el labio al recordar el momento en el que pude acariciarlo y fantaseo levemente con la posibilidad de hacerlo de nuevo.

Mi móvil vibra desde mi mesa y veo que una luz parpadea, indicando que hay alguna notificación sin leer. Suspiro y me armo de valor para intentar incorporarme de nuevo, es absurdo que algo tan cotidiano me suponga tanto esfuerzo. Agradezco no sentir nauseas, aunque el vacío de mi estómago me hace avanzar encorvado hacia el escritorio. Agarro el móvil y apoyo ambas manos en un intento de estabilizarme.

El fogonazo de luz me ciega durante unos segundos e incrementa mi dolor de cabeza. Con un ojo entreabierto busco en los ajustes la manera de atenuar el brillo de pantalla y casi lo bajo del todo para poder leer sin sufrir.

Eren: Tu cóctel me dejó tirado pero me divertí mucho ayer. ¿Tienes cuerpo para dar una vuelta hoy?

Nanaba: ¿Puedo darle tu número a Lucas?

Farlan: Oye, ¿a qué no sabes qué? Ayer pasé por delante del polideportivo y han reabierto la piscina. Al estar climatizada ahora funciona todo el año. ¿Qué me dices, vamos una tarde?

Llamada perdida de Casa.

Miro la hora en el menú principal y contemplo boquiabierto que son casi las tres de la tarde.

—Me cago en la p...

—Levi. —Unos nudillos golpean en mi puerta—. ¿Sigues vivo?

—No —respondo con voz de ultratumba.

Erwin acciona la manivela y un haz de luz se cuela por la estrecha apertura por la que asoma su cabeza. Recorre con la mirada mi habitación, sorprendido al ver que acabo de levantarme.

—No pensé que estuvieras tan mal anoche —murmura asombrado—. ¿Necesitas algo?

—Prohibir las fiestas en casa.

Tuerce el gesto y abre del todo la puerta, verlo en chándal se me antoja extraño.

—¿Qué tal con Eren? —pregunta mientras se apoya contra el marco de la puerta—. Ayer estuviste un buen rato a solas con él.

—Creía que estabas pendiente de los invitados.

—Sí. Él también era uno de ellos y desapareció más de media hora —contesta con suficiencia—. ¿Y bien?

Secreto a vocesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora