No es lo mismo

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Abro las contraventanas con energía y parpadeo debido a la repentina claridad. Estornudo un par de veces, hasta que mis ojos se adaptan al cambio de iluminación. Resulta extraño despertarse en casa, incluso me ha costado recordar por qué lado tenía que bajarme de la cama.

Salgo hacia el pasillo y un intenso olor a té negro y comida me hace entrecerrar los ojos. Sonrío levemente y me dirijo a la cocina, mi madre está friendo unos huevos fritos y calentando unas tostadas. Cuando detecta mi presencia se gira y me sonríe con cariño.

—Madrugador como siempre —dice mientras apaga la cocina de gas—. Te iba a avisar ahora, he preparado un buen desayuno para los dos. ¿Tienes planes hoy?

Compruebo que el té ya está listo y lo sirvo con cuidado en dos tazas mientras ella coloca dos platos con huevos fritos en cada extremo de la mesa.

—He quedado con Farlan por la tarde, vamos a ir a la piscina municipal —comento.

Mi madre mastica distraída antes de clavar en mí su mirada. Rara vez se pone seria y resulta bastante intimidante.

—Levi, ¿seguro que estás bien? Ayer casi me traes volando a casa. Estás delgado. —Alza una mano para evitar que la interrumpa—. No lo niegues, esos pantalones no te quedaban tan sueltos. Te noto triste y no sé si es solo por Farlan. ¿Pasa algo en la ciudad? Si es por dinero...

Cierro la boca y me concentro en mi desayuno. Maldito instinto maternal.

—No. Estoy bien de dinero.

—¿Estás a gusto con tu compañero de piso?

Dejo los cubiertos con delicadeza en mi plato y apoyo los codos sobre la mesa para inclinarme ligeramente hacia ella.

—¿Y este interrogatorio?

—Me preocupas —contesta ella con seriedad—. Lo veo en tus ojos, a ti te pasa algo.

Parpadeo y meneo la cabeza incrédulo.

—Lo que me notas es cansancio. Estudio de noche, ya lo sabes.

—Levi...

Suspiro y deslizo una mano sobre la mesa para agarrar una de las suyas. La miro a los ojos y trato de sonar convincente.

—Todo está bien. Con Erwin no tengo ningún problema y en la universidad todo va como siempre.

Sus dedos se cierran en torno a los míos.

—Y... ¿No has conocido a nadie?

Pongo los ojos en blanco y suspiro de nuevo. Ella me dirige una mirada interrogante antes de fruncir el ceño.

—No sé hijo, ha pasado tiempo desde que lo dejaste con Farlan. Reconozco que me dio mucha pena cuando rompisteis, ayer se os veía bien.

Termino mi té y me cruzo de brazos, no esperaba que mi madre me sacara este tema.

—Oye, ya te he explicado...

—No te confundas, Levi. No es por Farlan, sino porque te quiero ver feliz de nuevo, como cuando estabas con él. Me da igual quien sea.

Humedezco mis labios y desvío la mirada. A veces me siento tentado de hablarle de Eren, entre nosotros nunca ha habido secretos. No solo es mi madre, también es una amiga, pero soy consciente de lo mucho que sufrió con mi ruptura. No quiero contarle que estoy enamorado de un chico con el que jamás tendré posibilidades.

—¿No me dices siempre que esas cosas llegan a su tiempo?

—Sí cariño, pero para eso tienes que salir por la puerta de casa y permitir que te pasen cosas. No bajas la guardia ni un segundo, no dejas que nada te sorprenda, quieres controlarlo todo —suspira—. No sé de quién sacaste ese carácter. Me encanta que seas tan responsable, pero también necesitas respirar, hacer alguna locura, arriesgarte.

Secreto a vocesDonde viven las historias. Descúbrelo ahora