Capítulo 36

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Mis jadeos parecían impulsarlo a seguir recorriéndome, pues lo hacía sin cesar aumentando y disminuyendo la velocidad de sus movimientos, tratando de que su lengua tocara lo más profundo de mi ser que se pudiera, yo tenía abierta la boca y me lamía los labios sintiendo como mi cuerpo ardía por sus húmedos besos que seguía proporcionándome por todo mi miembro. No pude evitar soltar un grito cuando a la par de la succión que hacía con su lengua sentí que me introducía un dedo y luego lo sacaba y volvía a meterlo en un acompasado ritmo que me estaba enloqueciendo hasta que sentí alcanzar al éxtasis y me mordí un dedo para no gritar. Me ayudó a bajar del piano, mis piernas me temblaban y me besó apasionadamente en tanto su mano bajaba mi camisa y me la quitaba por completo. Desabroché su camisa y se la quité, volvimos a besarnos mientras nuestros pechos se unían y el recorría mi columna vertebral con las yemas de sus dedos hasta llegar a mis nalgas que acarició. Se desabrochó el pantalón y se lo quitó mientras yo lamía uno de sus pezones y el otro lo acariciaba. Cuando estuvimos desnudos nos recorrimos con la mirada, en ambos cuerpos se notaba la excitación, nuestras partes estaban firmes al igual que nuestros pezones.
Me pidió que me inclinara en el banquillo y después me hizo apoyar las manos en el mismo, él se coloco detrás y entró en mí de un tirón, sentí como mi cuerpo se contrajo hacia él y me tomó de las caderas para iniciar con su delicioso vaivén. Después, una de sus manos la subió por mi contorno hasta llegar a uno de mis pezones que estuvo acariciando en tanto continuaba con sus certeros movimientos que me fascinaban cada vez más. Posteriormente, se aferró a mis caderas moviéndose a mayor velocidad hasta que sentí su orgasmo dentro de mí acompañado de un gruñido que me hizo llegar a mí también. Se quedó unos instantes sin moverse, aún dentro de mí, exhaló fuertemente y después se separó y me ayudó a ponerme de pie y me abrazó efusivamente.

– La noche apenas empieza corazón y juro que no te daré tregua– dijo en voz baja.

Nos vestimos y salimos del salón tomados de la mano, le pedí que me mostrara la casa e iniciamos con el recorrido por la enorme cocina que estaba a un lado del salón, después seguía el comedor, la sala, bajamos unas escaleras y llegamos a la piscina que era iluminada por la luz de la luna llena que brillaba en lo alto del cielo.

– ¿Qué te parecería nadar un poco?– sugirió abrazándome.
– Suena bien, pero tendríamos que subir a ponernos trajes de baño.
– ¿Y quién dijo que forzosamente se necesita traje de baño para nadar?– exclamó sonriéndome con esa típica osadía en su rostro.
– No, no, no, eso no lo haré.
– Anda, será divertido.
– Christopher, además de tu familia, hay quien sabe cuántas personas trabajando.
– Pero no tienen por que venir aquí, además supongo que ya se irán a dormir.
– Eso es lo que tú y yo deberíamos de hacer también.
– Pero, después de nadar, anda bebé, sólo un ratito, te aseguro que nadie se enterará, seguro que todos deben estar haciendo lo mismo que tú y yo.
– ¡CHRISTOPHER!, ¿no tienes respeto por tu familia?
– Claro que lo tengo, pero eso no me impide ver la realidad, Joel, ¿de dónde crees que salimos mi hermano y yo?, ¿por qué crees que Diana está embarazada?
– No pongas esas imágenes en mi cabeza, por favor.
– No te asustes corazón, desde niño me enseñaron a ver el sexo de lo más natural, tal cual es, una función del cuerpo y no tiene nada de malo hacerlo, al contrario, así que vamos a la piscina.
– Pero, ¿cómo vamos a atravesar la casa todos mojados para llegar a la habitación?
– No te preocupes por eso, ¿ves este mueble?– dijo y se paró frente a uno pequeño que no había visto– aquí se guardan las toallas– explicó en tanto abría la puertita y sacaba dos – ¿lo ves?, asunto arreglado.
– Que loco estás– exclamé sonriendo y moviendo la cabeza.
– Ya sabes bien la razón de mi locura– respondió y se quitó toda la ropa– ¿te ayudo?
– No, gracias, yo puedo solo– dije y me despojé también de toda mi ropa.

Christopher se tiro de cabeza casi perfecto mientras que yo caminé a la escalera para bajar, sintiendo como el viento acariciaba mi cuerpo y erizaba mi piel. Cuando entré a la piscina Christopher me recibió, el agua estaba un poco fría y me sugirió que diéramos algunas vueltas para acostumbrarnos a la temperatura. Acepté, pero le dije que no era muy buen nadador y me respondió que no era una competencia, así que nos sumergimos y nadamos hasta el otro extremo y de regreso. Christopher llegó primero y me esperó, me echó agua al llegar y yo le devolví la maniobra, estuvimos jugando un rato hasta que me di por vencido y volvimos a nadar al otro lado y otra vez de regreso. En esta ocasión, Christopher me tendió sus brazos, le tomé las manos y me acerqué a él, puso mis manos alrededor de su cuello y bajó las de él a mi espalda, nos fundimos en un apasionado beso por varios minutos hasta que él lo rompió para deslizar sus labios a mi cuello en tanto acariciaba mi entrada por debajo del agua, lo cual producía una reacción más excitante así que deslicé mi mano por su torso hasta llegar a su sexo que empecé a acariciar y sentí como respondía en mi mano. Volvimos a besarnos y después él me recargó en la esquina de la piscina, con una mano me sostuve del barandal de la escalera y lo rodeé con mis piernas por su cintura y él entro en mí al igual que un poco de agua que hizo más placentera la sensación. Puso una de sus manos también en el barandal y comenzó a moverse exquisitamente mientras me miraba con esa sonrisa retorcida que adoraba. Yo trataba de gemir lo más bajo que se pudiera, pero a veces no podía reprimirme por lo intensa que era la sensación de su cuerpo y el agua chocando contra el mío. No dejábamos de mirarnos, nos lamíamos los labios y exhalábamos en nuestras bocas, sentí que perdí el control de mi cuerpo cuando ambos llegamos al clímax y Christopher me mordió el labio inferior.

– Te amo bebé – dijo mirándome fijamente todavía en mi interior.
– Yo también te amo Chris, con todo mi corazón.

Volvimos a besarnos y después nos abrazamos y salió de mí. Nos quedamos abrazados hasta que nuestras respiraciones volvieron a su curso normal y después salimos de la piscina, temblando de frío. Christopher me cubrió de inmediato con la toalla y después él se puso una también, nos secamos, tomamos nuestra ropa y entramos a la casa. Subimos las escaleras y al llegar arriba nos encontramos a Jonathan que venía caminando por el pasillo y quise que la tierra me tragara.

– Ah que muchachitos– exclamó Jonathan con una amplia sonrisa.
– ¿Y tú adónde vas a esta hora?– preguntó Christopher para desviar el tema mientras yo me ponía detrás de él para tratar de cubrirme.
– Diana tiene antojo de limones así que voy a la cocina por unos... aunque me doy cuenta que no es la única con antojos en esta casa– dijo de lo más divertido.
– Buenas noches, Jonathan– respondió Christopher ignorando el comentario.
– Buenas noches jóvenes, no se desvelen mucho que mañana desayunamos temprano y no quiero que se estén durmiendo en la boda.
– Espero que a ti te deje dormir Diana o serás tú el que se esté durmiendo.
– De ningún modo, yo soy fuerte, descansan, ¿eh?, recuerden que mi habitación está pegada a la suya y me daré cuenta si están dormidos o no.

Christopher movió la cabeza negativamente y seguimos caminando, yo ni siquiera quise darme la vuelta cuando pasé al lado de Jonathan que bajó las escaleras.

– Que vergüenza.
– No te preocupes corazón, ignóralo como yo.
– No podré mirarlo a los ojos mañana.
– bebé, no quiero que vuelvas a decir eso, no tienes nada de qué avergonzarte, eres mi novio y ya te dije que no estábamos haciendo nada malo.
– No, pero, es tu casa y siento que le hemos faltado al respeto.
– Tranquilo corazón, créeme que Jonathan y Diana también tienen su historia y no nada más en esta casa, una vez los pillé en la biblioteca de la universidad.
– No quiero detalles, por favor.
– Bueno, sólo te lo digo para que no te alarmes.
– ¿Así que eso de exponerse a que los descubran viene de familia?
– Creo que sí –dijo riendo.

Llegamos a la habitación, nos cambiamos quedando solo en boxers y nos acostamos luego del largo y maravilloso día que tuvimos.

– Te amo bebé, ya te lo había dicho?– dijo Christopher en mi oído abrazándome por la espalda.
– Yo también te amo, siempre me lo dices pero me encanta que lo repitas una y otra vez.–exclamé mirando hacia el techo y me besó la mejilla– gracias por este excitante día.
– Gracias a tí por dejarme ser parte de tu vida.

Besó mi cuello y nos quedamos profundamente dormidos.

Tentación - Virgato 🔥 Primera Parte Donde viven las historias. Descúbrelo ahora