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—Bueno, ¿qué diablos pasa ahora?— Gritó Myoui Mina desde su armario.

Estaba tratando de vestirse y, en la última hora, había recibido tres llamadas de ventas y un número equivocado. Ante el sonido del timbre de su puerta estaba dispuesta a destruir a la pobre alma del otro lado. Echando humo, se dirigió a través de la casa y se lanzó a abrir la puerta.

—¿Qué demonios estás haciendo aquí?— Sabía que era sólo una cuestión de tiempo que esta mujer apareciera en la puerta de su casa.

—¿Saludas a todas tus amantes con esta rudeza?

—Tu no eres mi amante, Rosé— Gruñó Mina con frustración. No necesito esta mierda en este momento.

Varios meses atrás ella y Park Roseanne habían pasado un largo fin de semana de nieve en Aspen, entre las sábanas de franela, lo que Mina difícilmente podría clasificar como convertirlas en amantes. Habían salido por un par de semanas, pero cuando Rosé comenzó a hacer demandas, incluyendo el derecho a tener a Mina en forma exclusiva, Mina lo había terminado. Sin embargo, su corta aventura no fue calma.

Rosé batió sus duros ojos cafes y volvió con su mejor sonrisa de niña de Papá.

—Podríamos remediar eso muy fácilmente, Mina. Sabes que yo estoy más que dispuesta a continuar donde lo dejamos.— Esta invitación fue acentuada por un examen lento del cuerpo de Mina mientras se acercaba un paso más a ella.

Mina bloqueó la puerta. —Estaría más que feliz de seguir donde lo dejamos. Si no recuerdo mal, yo te decía que todo lo que tengas que decirme a mí, se lo puedes decir a mi abogado.— Nunca había querido que su desacuerdo fuera tan lejos como para involucrar abogados, pero el comportamiento errático de Rosé en los últimos meses le había torcido la mano.

Emociones conflictivas batallaban en su cabeza. No sabía si estaba furiosa porque esta mujer se negaba a aceptar el hecho de que su relación había terminado, o porque estaba aquí, de pie en su porche. Se decidió por lo primero y exigió, —¿Qué quieres, Rosé?

Mina observó con cierta disociada fascinación cómo la actitud de Rosé cambió en un instante de utilizar el atractivo sexual como una incitación a usar el sexo como un arma. Había sido inevitable, suponía, que tarde o temprano sus interludios sexuales la sobrepasarían. Desde el momento en que conoció a Rosé percibió peligro, pero una mirada al perfecto cuerpo de
muerte frente a ella, había arrojado su precaución al viento. No era un error que cometiera en los negocios. Había pasado los últimos tres años llegando a la cima por ser buena juez de las personas y de los riesgo.

El hecho de no haber hecho caso a sus propios instintos con Rosé la hacía sentir como una idiota, y peor aún, una idiota que todavía podría tener la tentación de tocar la flama que la estaba quemando. Irritada, se obligó a apartar la mirada de la división que mostraba la provocativa blusa de Rosé y se recordó a sí misma sobre las decenas de llamada telefónicas que había recibido de la manipuladora pelinegra. Rosé había intentado todo, desde las tímidas bromas sexuales a suplicar para verla de nuevo y, últimamente, a las amenazas directas si seguía rechazándola.

Ahora, un destello de triunfo en los ojos de Rosé dejaba en claro que había atrapado a Mina mirando.Con su confianza creciendo cada vez más, dijo con una sonrisa sensual, —Sé lo que quieres, cariño.

—No te engañes,— replicó Mina con frialdad. —Tu no sabes nada de lo que yo quiero.

—Tal vez eso sea cierto. Pero sé lo que no quieres— Una mirada de desprecio minó la hermosura superficial de la cara de Rosé, revelando una mujer que probablemente sería proxeneta de su abuela. —Tu no quieres que todos sepan que eres rara. Y por trescientos mil dólares, no tienen que saberlo.

Años de auto-control en la sala de juntas no le fallaron a Mina. Su corazón estaba acelerado y su mente girando, pero tan tranquila como si Rosé le hubiera pedido mantequilla,respondió: —No te estoy siguiendo.

—Estoy diciendo que trescientos mil hacen que me vaya.— La voz de Rosé goteaba sarcasmo. Evidentemente, ella creía que tenía a Mina por los pelos. Ya había amenazado con delatar a Mina de una manera desagradable y explícita con la junta directiva de Foster McKenzie, y Mina ya le había dicho que, dado que la junta ya sabía que era gay, no le importa un comino.

La demanda de dinero en efectivo era nueva y totalmente inesperada. Mina tomó varias respiraciones profundas y relajantes antes de hablar. No le gustaba ser amenazada, y mucho menos por una mujer que se suponía que era sólo una cara bonita. —Eso es más o menos cincuenta mil dólares el polvo,— dijo con un dejo de diversión.

—No se con quién has estado hablando Rosé, pero tu definitivamente no lo vales.—Los ojos de Rosé se llenaron de furia y su rostro se coloreó de un profundo carmesí, a punto de explotar.

—¡Cómo te atreves! Espera a que acabe contigo. ¿Qué pensarán de ti tus
adorados peces gordos cuando te exponga aprovechándote y seduciendo a una inocente e indefensa mujer heterosexual?— Su voz hervía de odio.

—Tu caerás en desgracia y quedarás en la calle, sin nada.— Una calma extraña se apoderó de Mina mientras cambiaba su punto de vista sobre este problema. La verdad es que Rosé se le había propuesto descaradamente y estaba muy lejos de ser una inocente virgen lesbiana. Pero ahora, esto ya no era personal, se trataba de negocios, y Mina sabía cómo manejar los negocios.

—Déjame adivinar a quién va a creer mi Consejo. A mi, la dueña de la empresa, o a ti, una mujer que juguetea a espaldas de su marido y está tratando de obtener dinero.

—Te crees tan inteligente!— Respondió Rosé agudamente.—Bueno, tus amigos de negocios pueden aceptar que seas rara a puertas cerradas, pero espera a que tus sucios secretos estén por todos los tabloides. Sabes, en tu posición es muy tonto dejar que las mujeres te envíen e-mails pornográficos con fotos de ellas.Pueden caer en las manos equivocadas.

Eso tomó toda la fuerza de voluntad de Mina para no mostrar una reacción más allá del descarado desprecio. ¿Era acaso posible que Rosé hubiese accedido a su correo electrónico?


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@RoseSabeDondeVives Tenga qlera

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