IV

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Veinte minutos más tarde, los discursos habían terminado y el baile estaba en pleno apogeo. Un grupo de músicos tocaba una mezcla de música clásica y jazz ligero, la cual era bien recibida, obviamente, a juzgar por el número de parejas en la pista de baile. Las mesas habían sido absueltas de toda prueba de la cena con entusiasmo consumida por los invitados, y los manteles blancos había sido reemplazados con rojos.

Nayeon abandonó a su cita y fue en busca de un nuevo cóctel, ya que se figuró que iba a morir de sed si esperaba a que él notara su vaso vacío. Una vez que su misión estuvo cumplida, eligió una zona donde sabía que podía esconderse de la multitud sin estar muy lejos de la vista de las festividades si su presencia se necesitaba. Asegurándose de no hacer contacto visual con cualquier persona que quisiera charla, se dirigió rápidamente hacia el refugio. Cuando doblaba la esquina, tropezó casi de cabeza con la mujer alta en el esmoquin y se quedó inmóvil, murmurando una disculpa que fue ignorada. La mujer estaba tan preocupada, que apenas pareció darse cuenta.

—Yo sé lo que me dijiste, Jinyoung, pero te lo digo otra vez. No voy a darle un maldito centavo. Sí, sé que mi reputación no es la única cosa en juego.— Mina parpadeó mientras virtualmente pisó a una invitada en su camino. Irritada, informó a la extraña a modo de disculpa, —Disculpe, estoy teniendo una conversación privada aquí.

Nayeon tuvo que inclinar la cabeza para mirar hacia los fríos, casi negros, ojos de la mujer que era unos centímetros más alta. Fue entonces cuando notó el teléfono celular en su oreja y los signos de ira en su rostro. Esa misma tarde le había parecido un rostro muy atractivo, pero ahora la mirada mordaz dirigida a ella estropeaba su encanto.

—Sólo un minuto, Jinyoung.— Mina levantó el teléfono de su oreja y traspasó a Nayeon con una mirada que usualmente convertía a hombres adultos en apologéticos bufones llorones.

—Hola! No me oíste? Estoy al teléfono teniendo una conversación privada.— Hizo hincapié en la palabra privada para marcar su punto.

Nayeon se recuperó de la conmoción inicial de su casi colisión y alzó la barbilla en respuesta al desafío. 

—Te he oído. Pero esta no es tu terraza privada, y no es necesario que seas tan imbécil. Tal vez si estuvieras prestando más atención a tu entorno, podrías no toparte con extraños, y no sería necesario que los culpes de tu propia torpeza.

Nayeon no tuvo que alzar la voz para hacerle llegar su punto. Era una experta en poner a las personas de rodillas con su tono de voz e inflexión. Le dio a la mujer una mirada fulminante y se alejó. Todavía estaba en llamas por el encuentro cuando vio a su acompañante encarar hacia ella. Rápidamente, miró a su alrededor y se encontró con que no tenía una vía de escape adecuada.

Reteniendo una mueca, se armó de valor para lo que él quisiera ahora.  Las manos de Mina temblaban cuando cerró el teléfono y lo regresó a su bolsillo. No estaba molesta por el regaño que había recibido de ambos, tanto de su abogado, como de la mujer enojada que simplemente se fue, sino por el hecho de que sus acciones lo habían hecho necesario en primer lugar. Jesús, ¡que grupo! Le pidió un whisky al camarero más cercano y se concentró en su respiración. Volvió más rápidamente de lo esperado y le dio una propina generosa para asegurarse que continuara su buen servicio el resto de la noche. Sorbiendo su bebida, buscó en la multitud,
repasando mentalmente la lista de personas con las que necesitaba estrechar manos antes de que pudiera salir y buscar a la atractiva mujer que le había dado la bofetada verbal.

Como en la repetición de una mala película, Mina recordó su rudeza y la estupefacta conmoción de la mujer. Su estómago dio un vuelco. Normalmente, nunca habría volcado su ira sobre una
inocente desconocida, especialmente una tan hermosa de contemplar. Avergonzada, y sabiendo que tenía que corregir un error, se encaminó hacia la mujer que había ofendido y comenzó a ensayar una disculpa amable.

Ven A Buscarme | •Minayeon•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora