i, maria.

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Pt.1.

París, 1973.


El cielo se miraba gris, pero no lo suficiente para pensar que llovería.

Enredé mi bufanda alrededor de mi cuello, me aseguré de alisar mi falda y de que mi suéter tejido se viera bien, un poco de tinta roja en lo labios, peiné correctamente mi cabello y me coloqué mi boina. Con mi bolso colgando de mi hombro y una sombrilla -ya que siempre me gustó prevenir- salí de mi habitación hasta el lobby para después salir a las bellas calles de París.

La arquitectura hacia todo aún más bello, parejas tomadas de la mano, pequeños corriendo sin cuidado, adolescentes riendo, mis dudas existenciales quedando a un lado.

María Isabelle Faure-Dumont, se leía en el periódico y en panfletos sobre las paredes, estaría en un festival de modelaje de invierno, me había convertido en una de las más polémicas modelos, aún no entendía porqué.

Entré a un café y pedí lo de siempre, capuccino con doble espuma y una dona glaseada, sólo aquí podía cumplir ese tipo de caprichos, tomé lugar en una mesa algo apartada en el segundo piso, estaba colocada alado de una ventana, jamás había notado lo calmada que podía ser la ciudad, tal vez debía tomar unas vacaciones y así mi vida atareada lo dejaría notar.

Mi orden llegó acompañada de un chico rizado, no pude evitar mirarlo discretamente de pies a cabeza, deteniendome por sus brazos marcados y envueltos en tinta ya que su playera Polo blanca permitía una buena vista, sus hoyuelos se marcaron cuando sonrió y sus ojos esmeralda iluminados.

"Su orden madame" su voz grave me hizo enloquecer.

"Merci" lo despedí mientras dí un sorbo a la bebida caliente, deleitandome con el sabor y la vista que él me brindó.

¿Debía buscarlo? ¿debería olvidarlo? Mi atención se concentró ahora en la dona, no era muy pequeña, pero tampoco grande, lo suficientemente grande para quedar satisfecha, incluso lo suficientemente pequeña para lo que debía consumir ¿cuánta masa de habrá desperdiciado al decidir hacer un hoyo en el medio? ¿dejaría de llamarse dona si no tuviera el hoyo? Dí una mordida, era deliciosa, muy dulce, callé mi mente y terminé mi desayuno.

Bajé y me encargué de pagar, no sin antes dejar una nota para aquel bello chico, debía ser un par de años mayor que yo, pero eso no importaba, no cuando se tratase de amor.

Salí del bello lugar y tomé un taxi.

"Es una bella mañana ¿no es así madame?" me miró por el retrovisor y asentí, sus bellos ojos azules encontraron mis ojos cafés, acomodé mi cabello y él sonrió, esperaba mi respuesta.

"Es un bello día, aunque me gustaría que el cielo estuviera pintado con el color de sus hermosos ojos" dije de lo más tranquila sacando de mi bolso una pluma y una tarjeta.

"¿a dónde debería llevarla?" cayó en cuenta de que no había dado una dirección.

"¿conoces ese famoso y lujoso restaurante, al que van los más adinerados y grandes estrellas de nível mundial?" Lo miré por el retrovisor y él asintió, ahí debía estar.

Siguió el camino, cambiando de dirección cada cierto tiempo, quería estar lejos del hotel, estar al menos a cuatro horas del hotel me ayudaría a despejarme, se escuchaba jazz a través de las bocinas del auto, haciendo del camino algo romántico a mi parecer.

Después de las cuatro horas de viaje el rubio paró el auto en las puertas doradas del restaurante, bajé y pagué entregándole junto al dinero una tarjeta, él sabría qué hacer.

Un atento jóven castaño me atendió, sorprendido por mi atuendo me llevó a una mesa, algo apartada del centro pero cerca de los músicos que se iban a presentar por la noche, le dí una tarjeta y volvió a su trabajo, no tenía intención de irme temprano, pedí mi comida, una ensalada y vino tinto para comenzar, mi orden no tardó en llegar pero noté que le había hecho falta aderezo de fresa, tomé el plato de porcelana y caminé a la cocina, al adentrarme me gané algunas miradas de desaprobación pero hice mi camino hacia un chico no muy alto ni muy bajo, quien me ayudó a resolver mi capricho, dejé una tarjeta en la bolsa de su pantalón de vestir algo ajustado y volví a la mesa, encontrándome del otro lado del gran salón a un moreno que vestía traje, anillos adornaban sus manos al igual que al rizado que había visto en la mañana, un elegante reloj como el conductor del taxi, su cabello bien peinado como el chico de la entrada, apuesto como el chico de la cocina, pero interesante como él mismo, debió sentir mi mirada ya que alzó su copa de vino tinto y me sonrió ¡Maldición! Me había quedado sin tarjetas.










•••

Nota de autora:

He vuelto y como prometí, esta es la primera parte la pequeña novela que tenía preparada para ustedes ¿qué les parece la idea? ¿qué creen que pase en la mente de María Isabelle Faure-Dumont?
Gracias por leer, votar y comentar.
LAS AMO. ♡

One Shots ⋒ One DirectionDonde viven las historias. Descúbrelo ahora