11. Parte del juego

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La semana estaba pasando bastante rápido.
Tatia seguía sufriendo el suplicio de trabajar con Zits en la sala de máquinas, pero habían entrado en la Nebulosa de Taelu, donde había dos horas menos de luz, y por lo tanto, dos horas menos de trabajo para ella.

Había comenzado a utilizar ese tiempo extra para intentar leer el tomo del profesor y terminarlo lo antes posible.
Le ayudaba a evadirse de todos los dilemas que se apretujaban en su cabeza ( todos aquellos sobre si estaba bien o no lo que harían una vez llegasen a su destino).

Además tenía intención de devolvérselo antes de que alguien más aparte de Jim descubriera q lo tenía en su poder.
A este último lo había comenzado a ver más amenudo. Era como su sombra, siempre estaba cerca de donde ella se encontraba.

la popa del barco, detrás de las cuerdas de anclaje. Nadie solía acercarse allí una vez se iba la luz.

Cada vez dedicaba más tiempo a la lectura del tomo, la cual avanzaba más rápido desde que Jim la ayudaba.
Se había convertido en rutina.
Como debía esconderse para leer, y los barracones estaban siempre atestados y el comedor ocupado, al terminar su jornada de trabajo, Tatia se iba a donde quisiera que se encontrase Jim, y si Silver no se encontraba pululando alrededor, cogía sitio y continuaba por donde lo había dejado el último día.

Cada poco Jim se paseaba cerca de donde se encontraba y ella extendía el libro para señalarle una palabra o una frase que se le atascaba. Jim la leía de pasada y volvía rápidamente al trabajo, y Tatia apuntaba todo lo que este le decía en las hojas que le había prestado.
Bueno, según Jim no se podían "prestar" una hojas.

-¿Para qué te iba a prestar unas hojas en las que vas a escribir? Una vez usadas no van a servirle a nadie más. Te las quedas. Considéralo un regalo-le había dicho Jim un día, cuando Tatia había intentado discutir que iba a devolverle los pergaminos al terminar.

En verdad Jim tenía razón, a nadie le iban a servir una vez ella hubiese garabateado sobre ellos, pero eso no evitó que esa noche Tatia se fuese a dormir con una sonrisa en el rostro.

Y así pasaban los días, uno por uno, tranquilamente, sin prisa. Pero obviamente este tipo de calma aburre, y pasó menos de una semana para que se volviesen a montar las partidas clandestinas de forma regular.

Y por alguna razón que Tatia no termina de comprender, acabó envuelta en una de ellas.
Bueno, en verdad si lo comprendía. Lo que pasaba es que le parecía demasiado surrealista para ser verdad.

- ¿Qué tú qué?- preguntó un confundido Arnold a Zist, mientras este hacía que se abanicaba con sus cartas. La cara de Tatia era un poema. Estaba mirando a Zits con los ojos como platos y la boca abierta de indignación.

- Has dicho que apostar con dinero se te estaba haciendo aburrido...- sonrió la masa rosa con malicia- Pues apostemos algo más interesante- dijo señalando a Tatia con la cabeza.

- No te creo capaz...

- Zits que estás haciendo-  la cara de Tatia estaba roja de ira. Zits la ignoró deliberadamente y continuó negociando con el insecto.

- ¿Crees qué no soy capaz? Te lo estoy ofreciendo en bandeja.

-¿Y qué se supone que voy a apostar yo a cambio eh? ¿Uno de mis pulgosos?

- Tienen bastante más valor, pero si tú estás conforme...

-¡¿Pero tú de qué mierda vas?!-explotó Tatia, volcando la silla en la que estaba sentada- A mí nadie me apuesta pedazo de anormal. Si vuelves si quiera a mencionarlo te juro que cogeré tu cabeza y...

La aparición de Silver junto a la mesa de juego la hizo callar abruptamente. Sintió un codazo de Zits en las costillas, y ella se lo devolvió con fuerza. Zist volvió a propinarle otro codazo, esta vez más flojo, que hizo que Tatia se volviera hacia él.

El Planeta del TesoroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora