Capítulo 28 No puedo decírtelo...

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Saqué de mi esbelto cuerpo, los horribles trapos que protegían mis delicadas y sencillas prendas de las manchas de pintura que amenazaban con dañarlas. Guardé aquel traje de protección en su lugar y pedí a Rouse que encargara un taxi para adentrarme en la ciudad, mientras esperaba sentada en los pequeños escalones que adornaban la entrada de aquella rústica cabaña.

Después de eternos quince minutos de espera, el chirrido de un motor aproximándose abrumó mis oídos. El viejo automovil quedó inmovil frente a mis ojos, abrí la puerta y subí. El desagradable olor a humedad quedó impregnado en mis fosas nasales al momento que tomé asiento, si su aspecto por fuera era como una auténtica chatarra por dentro parecía un basural, los vidrios y asientos no habían sido siquiera tocados por un paño por más de dos años, mejor taxi no pudo haber llegado, nótese el sárcasmo.

—¿A dónde desea ir la dama?—me preguntó el anciano girándose ligeramente para mirarme a los ojos. 

—Al orfanato Madge Gill, por favor—pedí con una sonrisa, la cual él me devolvió.

—Pues allá se ha dicho—murmuró, arrancando el auto.

Niall. Me recordaba mi consiencia, él nunca se había comportado de esa manera, tan tenso, como si ocultara algo. ¿Cómo sabía el nombre de mi madre?, ni jodida idea, lo que sé es que no le creí una sola palabra de su respuesta ante eso, me siento mal por desconfiar de mi novio pero su comportamiento ha logrado— por más que intente que no— que algunas dudas empiezen a brotar de mi cabeza. Pero luego recuerdo todos los "te amo" que emergen de sus labios, las cosas que ha hecho por mí, cada vez que me brinda de su apoyo cuando me despierto tras una pesadilla que involucra a mis padres, su sobreprotección, sus celos, su sonrisa, todo de él. Ese chico es la persona que me ha dado una razón para seguir luchando en este precipicio del que muchos no logran salir. Ese ojiazul es el que con todos sus intentos he logrado por fín amar y yo sé que él también siente lo mismo por mí, así que jamás haría algo que me causara daño.

—Llegamos —la voz rasposa del anciano me sacó de mi trance, conectó sus ojos con los míos a través del espejo retrovisor y esperó mi respuesta.

Estaba consciente de que no habíamos tardado mucho pero para mí el tiempo se prolongó más de lo debido, contemplé a través del cristal de la empolvada ventana aquellos tres inmensos edificios que esperaba no volver a ver, pero del pasado no se puede huír. 

—Gracias —le extendí un billete como paga, sin esperar el cambio abrí la puerta y bajé del auto. La suave brisa golpeó mi rostro al momento que mis pies tocaron el suelo. ¿Pueden sentir eso?, son las ganas de resolver esto de una vez por todas.

Y no saben cuantas ganas tengo.

Caminé hacia aquella inmensa puerta de madera y de un pequeño empujón la abrí. Todo seguía igual como hace ocho meses atrás, las chicas y chicos pasaban con sus bolsos o simplemente apoyando un libro contra su pecho, lo mismo que hacía yo.. este lugar me traía muchos recuerdos. Buenos y malos, los diez años que pasé aquí junto con Anne, cada vez que visitábamos la oficina del director tras una travesura..y también la primera vez que fuí rechazada por una familia, cuando tenía doce años. Me consideraron una loca por decirles que veía a mis padres todas las noches y, no les mentía, ellos me visitaban en mis sueños cada noche pero después de que me llevaran al sicólogo, ya no los sentí acompañándome más. Pero hace unos meses pude contemplar nuevamente esos rostros que me habían hecho falta por tanto tiempo.

—Buenas tardes, vengo a ver a James Loncaster —anuncié, apoyando mis codos en la gran columna que separaba el escritorio de la chica pelirroja de mí. La secretaria levantó la vista de las hojas que anteriormente se encontraba leyendo y me dedicó una sonrisa acogedora. Sin duda era nueva, que yo recuerde la anterior era una señora amargada que pasaba la mayor parte del día maldiciendo por lo bajo y atendiendo el télefono.

Ligeramente Enamorada ||N.H & L.P|| //EDITANDO//Donde viven las historias. Descúbrelo ahora