Un sentimiento mediocre

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Capítulo 5
Un sentimiento mediocre


“En nuestro planeta sólo podemos amar sufriendo y a través del dolor.
No sabemos amar de otro modo
ni conocemos otra clase de amor”.

FIODOR DOSTOIEVSKI



I

Esa mañana resplandeció por los rayos del sol, y en el cielo azul más hermoso de aquella isla aparecieron distintas figuras hechas por las nubes. También allá, a lo lejos, se miraban los riachuelos que corrían en los pequeños caminos de la tierra. En frente, un poco más apartado del prado turístico del mágico lugar ambulante, se apreciaba la plaza. Era una verdadera maravilla poder ver a los buques pesqueros delante del pueblo alojados debajo de unos puentes de piedra adornados con bellos pétalos y flores.

Apenas saliendo los primeros destellos del astro de fuego, un hombre se apresuró en llegar a tiempo a su embarcación. Fue así como recorrió un gran tramo de la calle con una diversa multitud. Incluso pensó haberse chocado con una linda damisela, debido a eso, él chico se disculpo por su descuido; regalándole un llamativo ramo de rosas blancas que le vendió una mujer. Después, alejado del centro, acercándose hacia el muelle; aprecio el magnífico Going Merry a unos escasos metros de diferencia al puente de espera. Así que, finalmente, subió de inmediato hasta encontrarse con una de sus adoradas chicas. Se trataba de Nami. La chica, un poco extrañada lo miro y le dedico una sonrisa. Estaba al tanto de su desaparición en la noche, por eso solamente le dio la bienvenida. No pensaba en preguntar o pedir explicaciones; sabía que todos tenían cualquier cosa que hacer fuera del barco. Además, aparte, muy aparte, la mañana resultaba tan cálida al igual que un día prospero de primavera.

En cambio, en perspectiva de Sanji, poco a poco comenzó a recordar lo que había ocurrido ayer, asimismo, a pesar de querer olvidar la pregunta del paradero del espadachín se devolvió muchas veces por todo el alrededor de la habitación donde habían compartido su primera noche de pasión. Una noche de encuentros, de revelaciones, de esencias y perfumes de una dama. De vivencias desconocidas regaladas accidentalmente en un pequeño cuarto con deterioradas paredes. De la misma forma en que decidido apartarse veloz, sin hacer ruido; salió con un extraño sentir atorado en la caja feroz de su pecho. Tenía una leve descripción de la razón del llanto amargo que no salía representado en gemidos por su boca, y lágrimas saladas escaparse de sus ojos. Sino que se mantuvo deambulando solo por todas las luces temblorosas del pueblo. Soñando, anhelando, deseando que, por algún motivo fugaz, Zoro apareciera para no dejarlo ir jamás.

Amarlo dolía, dolía, y dolía mucho.

—¿Sanji-kun, estas bien? —pregunto Nami con un toque de preocupación.

El chico se levantó de inmediato de su retardo, esforzándose por olvidar. Lo más acertado para decir en estos momentos era de que Zoro estaría perdido en algún lugar. Tal vez, a lo mejor, se encontraría durmiendo aún en esa habitación. Por lo que no se precipito en contestar preguntas acerca de su compañero de tripulación. Más tarde, con la tranquilidad apaciguando sus movimientos y facciones simbólicas; el joven cocinero demostró una sonrisa radiante para la chica pelirroja. De esa manera podría hacer pasar su dolor como algo meramente estúpido y sin importancia. Nada, absolutamente nada tenía que ser.

—No hay nada de que preocuparse, mi hermosa flor. Salí en la noche a dar una vuelta, y como el lugar lucía bastante bello me quedé distraído. Además, me tome la tarea de hacer el inventario para nuestro próximo viaje. No queremos que Luffy vuelva a tragarse toda la comida —contesto todavía con ese torrente mar de mentiras que, más adelante lo consumiría hasta dejarlo destrozado. No obstante, cambio de expresión al darse cuenta de la presencia inesperada de la pelirroja. —Pero... ¿Qué haces aquí, Nami-san? Creí que estarías durmiendo en la cabaña. ¿Sucedió algo?

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