Hombre sin corazón

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Capítulo 12
Hombre sin corazón


"El sexo es el consuelo que uno tiene cuando no le alcanza el amor".

GABRIEL GARCÍA MÁRQUEZ



I

Cuando terminó de pensar en todo lo que había sucedido en esa noche, porque, si bien era cierto que su rostro lo delato perfectamente a causa de la vergüenza ardorosa; Sanji no quiso admitir por orgullo y debilidad el extraño sentimiento que le provoco aquel beso. De hecho, no declaro a su nakama como fue que volvió a revivir la escena de verse aferrado al cuello del espadachín para profundizar el tacto pasional de sus labios, pese a que su habilidad, demostración o papel digno de buen amante lo dejo marcado al momento intimo llevado a cabo en la playa de la isla. El cual resulto sorprendente para él recordarse con los pies en punta con el objetivo de alcanzar su altura, además de acariciar lentamente su barbilla. Por supuesto, hubo un tiempo en que se vio en la necesidad de olvidar de forma repentina la imagen memorística al ser interrumpido con un golpe de parte del muchacho que se hallaba a un lado de la cama. Usoop se puso en pie y le tomó la mano. Contemplo, no una, sino dos veces el estado del pequeño cocinero. Esperaba una respuesta coherente para eliminar las dudas que lo mantuvieron en vela hace ya varias semanas.

—¿Realmente sucedió? —sin esconder una ligera emoción, el hombre de repente se cohibió. Apareció en él por completo un signo de desconcierto.

Sobre la cama, con las sábanas blancas extendidas bajo su regazo, el adolescente se doblego por la intromisión de su camarada. Le llevo unos segundos reaccionar a su insistencia y se sentó mejor con las rodillas flexionadas. El rostro se le había coloreado; ya que con esa inocente juventud se le devolvió los sentimientos que tenían consigo el secreto de su beso apasionado. Y, la pena le respondió con un rápido movimiento. Más aún terminó rendido con la camisa turquesa puesta que le llagaba más debajo de la cintura.

—¡De que hablas! No entiendo.

—¿Qué dices, Sanji-kun? Si yo no estoy loco ¡Anda, dímelo!

—¿Decir, qué? Yo no oculto absolutamente nada.

La línea que divida la mentira de la verdad se encontraba a un sólo paso, por lo que a Sanji puso su mirada en la entrada de la habitación. Quería que alguien llegara a interrumpir el odioso interrogatorio. No podía permitir que alguien más que no fuera él supiera de su caótica escena bajo la luz de la luna.

—Vamos, no seas así.

No hubo respuesta. Luego retrocedió instintivamente para ocultar en la mullida almohada su carita sonrosada.

—¡Usoop, Sanji-kun! ¿Qué está pasando aquí? —intervino Nami en tiempo récord. Entró de una buena vez y se enfrento a los dos, pero su sorpresa fue bastante notoria al ver el aspecto infantil del chico cocinero. La idea de verlo tremendamente dulce con un vistazo ocasional en el que sus ojos azules se veían más grandes de lo usual le provoco un revoloteo de ternura dentro de su corazón.

—¡Por dios! ¿Qué ha pasado contigo? —quedándose allí, la dama contemplo el gesto del niño; semejantes a grandes leños palpitantes en flamas.

—¡Nami-san! ¿Qué haces aquí?

—¡Oh! Sanji, lo lamento. No pude detenerlos. —del otro lado de la puerta apareció el doctor Chopper acompañado de sus nakamas. La habitación entera poco a poco fue llenándose de las voces inquietas de los integrantes de la tripulación. Tiempo más tarde, al estar todos más tranquilos, el renito regreso con un listado de los posibles factores que ocasionaron su increíble cambio. Poco después las hojas pasaron a Nico Robín que, las inspecciono detenidamente.

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