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► Chapter Thirty: Home

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Perrie no sabe con exactitud qué hacer. Había salido al encuentro de Zayn a penas él había corrido de la cafetería, pero se había detenido en seco cuando lo vió una calle más arriba.

Zayn estaba abrazado a una chica.

Si Perrie fuese como antes, la inmadura y sonriente Perrie, ella hubiese creído que la chica tenía un buen gusto por la ropa. Un par de ajustados Jeans color celeste hacía juego con su camiseta gris, su mochila y converse negras contrastaban con su piel, su cabello lacio y liso caía con un corte en capas con las puntas levemente quemadas, algunas -muchas a decir verdad- pulseras y aretes de colores a juego con su atuendo. Ella se veía bien en su plena juventud.

¿Qué edad tendría? ¿Los mismos dieciocho de Perrie? ¿Ella tendría novio? ¿Sería Zayn ese novio? ¿Cómo serían las cosas si ella le hubiese dicho antes a Zayn? ¿O si no lo hubiese hecho? ¿Había sido el momento para decirle las cosas?

Perrie era un lío de preguntas sin más respuestas que sólo preguntas. Muy pronto se sintió cansada, agotada y abatida. Lo peor de todo eso es que Zayn sabía solo dos tercios de toda la historia, y ella se debatía internamente sobre decirle de la existencia de Cody o simplemente dejar a su hijo en su anonimato.

Zayn no estaba mejor. Aunque Camila era un gran soporte de pequeños besos y caricias, él no se encontraba mejor. Tenía dentro de sí mismo demasiados sentiientos encontrados, su cabeza iba de ida y vuelta por cada nueva pregunta, estudiando mil y una veces las posibles respuestas que sólo Perrie sabía. 

Pero Zayn no quería volver a ver a Perrie.

" Llévame a casa " Murmura sin querer apartarse realmente del cuello de Camila. Extrañamente le gusta demasiado estar ahí, se siente perdido por el aroma de su perfume y el natiral de su piel, parece que pudiera dormir ahí por siempre con la mejilla apoyada de la suavidad de su piel. 

" Mi auto está cerca " Murmura ella de vuelta antes de que Zayn tome el último suspiro antes de asentir y comenzar a caminar. 

Perrie no puede dejar de ver sus manos entrelazadas. 

(...)

Doncaster, Inglaterra. 

Las calles de Doncaster se sienten vacías. Es de madrugada aún, el cielo sigue teñido en las tonalidades azules amoratadas mientras el sol parece vagamente comenzar a asomarse dentro de la ciudad. Los clubes comienzan a cerrarse, la mayoría de los habitantes sigue durmiendo apaciblemente sobre sus camas, hay quienes empiezan a huir de los hoteles en donde se hospedaron con alguna compañía durante la noche. Hay quienes recién piensan dormir luego de amarse durante la velada. Y hay quienes sólo siguen riendo tirados bajo un sauce llorón y muy abrazados para compartir calor, hay quienes están como Louis y Sara.

Louis había terminado de contar su historia en medio de un llanto casi incontrolable, hasta el punto donde Sara realmente iba a comenzar a llorar con él. La historia tenía ese toque de película de terror, con sombríos escenarios y un héroe que terminaba muerto. Un Louis completamente roto.