—Ten otra cerveza, la casa invita.
Miro a los azules ojos del cantinero que se encuentra frente a mí ofreciéndome una nueva botella de alcohol solo para darme cuenta que se trata de Michael, al notar el brillo de diversión que se sitúa en sus brillantes pupilas no puedo evitar emitir una pequeña sonrisa. El chico era alto, de piel pálida cubierta de tatuajes y cabellos muy rubios y desordenados, siempre con una gran sonrisa dibujada en sus labios y un carisma que jamás en mi vida he apreciado en otro ser.
—No deberías invitar a tus clientes a tragos de manera tan seguida, llevarás el bar a la ruina si continúas haciéndolo.
—Tranquilo. —Muestra sus blancos dientes en una amplia sonrisa—, Solo invito a aquellos que acaban de inaugurar su propio negocio. — Al notar mi duda en si debo aceptar o no la bebida prosigue—. Vamos hombre, relájate un poco, nadie morirá porque tomes una simple cerveza, además, por fin estás viendo el fruto de todo tu esfuerzo, disfruta de mi enorme bondad y d las cosas que te brinda la vida.
Michael habla como si su razonamiento fuese lo más lógico del mundo, aunque hay que admitir que no estaba del todo herrado: cuando las personas lograban metas por las que llevaban tiempo trabajando las celebraban. No era una ley que estuviese escrita en ninguna parte, sino más bien la demostración de una satisfacción personal.
Agarro la botella de cerveza fría y comienzo a beber, soy consciente de que si me niego puedo tener a Michael toda la noche demostrándome lo equivocado de mis actos al negarme el disfrute del festejo. Michael era mi mejor amigo, nos conocíamos desde que éramos unos simples cachorros. Estuvo a mi lado el día que me proclamaron líder de la manada y de igual manera estuve yo para el cuándo inauguró este bar, The Millennium.
Y sí, no me he equivocado al utilizar los términos cachorros y manada, ambos somos licántropos, hay algunos que prefieren el termino hombres lobos, da igual, es lo mismo. La cuestión es que somos muy amigos desde pequeños, comenzamos a descubrir nuestras transformaciones casi al mismo tiempo y desde que soy jefe Michael ha estado en el grupo de los que siguen mis leyes incluso con los ojos cerrados.
Me veo obligado a detener estos recuerdos en el mismo instante que percibo como el ambiente comienza a ponerse tenso, el tiempo a mi alrededor se detiene y solo soy capaz de escuchar los latidos de mi corazón, cada segundo que pasa lo siento latir más deprisa, tal parece que va a saltar de mi pecho en cualquier momento. Es una sensación que nunca he experimentado antes, pero que a su vez me resulta demasiado familiar, es el momento que he esperado toda la vida, esa sensación que todos los lobos en algún punto de nuestra existencia experimentamos y aun así no somos capaces de explicar...
Me niego a creerlo, después de tanto tiempo esperando, mi pareja destinada se encuentra en esta estancia. Aun no entiendo cómo, pero, sé que es ella, soy incapaz de pensar en otra cosa mientras intento percibir algo más de ella: su aroma, su aura, sus movimientos...Finalmente, Michael preocupado por mi extraña reacción interrumpe mis pensamientos.
—Ryan, ¿te encuentras bien?, te ves un poco pálido colega.
—Estoy bien, no pasa nada. —Al recobrar los cinco sentidos veo que es él quien se encuentra de los nervios con la cara toda sudorosa— ¿Qué ocurre Michael?
—Al parecer a los nuevos inquilinos de la ciudad les ha dado por pasar a saludar.
Giro la silla y entiendo al segundo de qué hablaba. Hace menos de un mes, un grupo de vampiros se había asentado en la localidad. En ese tiempo yo aún no era el líder, por lo que el pacto de alianza fue firmado con los ancianos del consejo de la manada.
El trato consiste en que pueden quedarse mientras no dañasen a los nuestros, ni llamaran demasiado la atención de los humanos, prácticamente tienen prohibido cazar dentro de la ciudad, quizás no sea justo para su estilo de vida, pero ellos aceptaron sin quejarse. Hasta el momento, han cumplido tan bien su parte de las clausulas, que incluso yo no conozco ni siquiera el nombre de su líder, pero claro para todo hay una primera vez y para mí es ahora.
Vuelvo a girarme al pequeño grupo cuando una de las caras pálidas en especial llama mi atención, a pesar de que nunca nos hemos visto, supe de inmediato que era él quien mandaba en su clan. Su esencia demostraba que era el más fuerte y antiguo de los chupasangre que se encontraban en la habitación, pero había algo más, algo que lo convierte en único, no soy consciente de lo que es, pero no puedo apartar la mirada de él, de su rostro casi perfecto, con sus ojos de un azul tan intenso que recordaban a las profundidades del océano, un océano misterioso e hipnotizador. Su cabello oscuro como el ébano y lacio caía sobre sus hombros, provocando contraste con sus finos y pálidos rasgos faciales, sus delgados labios daban la sensación de ser muy apetitosos.
Me armo de valor y aparto la vista de su rostro solo para dirigirla al resto del cuerpo. Iba vestido con chaqueta y pantalones de cuero negro, mismo color que su camisa. El conjunto dejaba apreciar cada parte de su cuerpo, no quedando mucho a la imaginación. ¡Qué vergüenza! Si no me conociese mejor diría que estoy desnudándole o comiéndome al pobre hombre con la vista.
Cuando vuelvo a levantar la cabeza me doy cuenta que el desconocido me observaba con la misma intensidad y detenimiento que yo a él, como si me estuviese estudiando y por una milésima de segundo creo verlo sonreír, incluso alza su propia botella de cerveza hacia mí como si brindase por algo. Me siento como si no pudiese ocultar del todo mis pensamientos en medio de la multitud que me rodea.
—¡Ryan! ¡Ryan! —Michael me miraba con cara de preocupación, lo que me lleva a preguntarme, ¿qué es exactamente lo que ha visto? —¿Qué carajos te pasa tío? Te has quedado rarísimo.
Parpadeo repetidas veces para apartar la neblina de mis pensamientos y poder formar algunas palabras con claridad.
—Nada, solo me he distraído un poco. — Vuelvo a mirar en la dirección que se encontraba el vampiro solo para descubrir que ya no estaba allí—, Creo que he bebido más de la cuenta.
—Yo también lo creo. —La desconfianza se palpa en su tono de voz, no parece creerme del todo y no es para menos—. Debes marcharte, mañana comienzas a trabajar bien temprano.
—Tienes razón, nos vemos pronto.
Agarro mi camioneta y llego a mi casa cuando apenas faltaban quince minutos para las doce de la noche. Prácticamente ni preste atención en todo el camino, mi mente continuaba procesando todo lo que había sucedido en el bar hace apenas unos segundos atrás. Vivía en una pequeña finca a las afueras de la ciudad con varias hectáreas de bosque a su alrededor, muy útiles cuando necesitaba transformarme y correr un poco sin que ningún humano me viese. Heredé el lugar cuando murieron mis padres hace cuatro años y ha sido mío desde entonces, un poco solitario, pero me gusta.
Necesito una ducha bien fría y es de lo primero que me encargo cuando cruzo la puerta. Todo estaba siendo demasiado confuso y agotador. Comienzo a relajarme y noto que el efecto del alcohol pasa, aunque no me había excedido tomando.
Al salir me meto a la cama intentando dormir, Michael no mentía cuando dijo que mañana tengo que trabajar temprano, pero cada vez que cierro los ojos solo puedo ver esa mirada que no abandona mis pensamientos, su cuerpo, su cabello, esos labios que me encontraba loco por besar y escucharlos gemir mi nombre a la par que lo aprisiono bajo mi cuerpo... ¡Un momento!
«¡Loco!... ¡Besar sus labios!... ¡Gemir! ...» Abro los ojos en un instante impresionado por el rumbo de mis pensamientos. Por lo visto sí había bebido demasiado después de todo ¿Pero se puede saber que carajos está pasando aquí?
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Pasiones Prohibidas [#1 Pasiones-BL]
RomanceDesde la creación del universo algunas de las razas más poderosas se han encontrado en una serie de guerras y odio mutuo, sin embargo ¿Qué ocurre cuando dos de ellos son capaces de olvidar las diferencias entre sus familias para escuchar el dictado...