CAPITULO XVII: "ERRORES APARENTES"

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Las últimas semanas tío Eduardo de ha hecho cargo de nosotros, bueno más que nada de mi ya que Alfred sigue trabajando y trayéndome dinero para que continúe estudiando. He batido el contenido del plato cerca de media hora y mi tío solo me ve con algo de melancolía.

-Puedo retirarme-

-No has terminado tu comida-

-No tengo hambre-

-Ana, debes comer bien. También regresar a la escuela, estás perdiendo tu tiempo manteniéndote encerrada aquí-

-Qué caso tiene-

-Tu hermano se está esforzando por tu bien, por lo menos dile que no estas asistiendo a la escuela, él se preocupa mucho-

-Sí así fuera no se hubiera ido de la casa y toda esta mierda no estaría pasando-

-Ana, cariño-

-Déjelo tío. Mama esta postrada en una cama de hospital sin poder despertar y papá sigue en la cárcel. Que ha hecho usted por ellos. Es abogado ¿no?-

-No es tan fácil Ana. La audiencia será en unos días, estoy seguro que mi hermano no lo hizo, las pruebas no son sólidas, solo la palabra de una mujer que no está segura-

-Lo que sea. Aunque papá logre salir, ella sigue en esa cama. Depende de los malditos tubos para seguir viva- me levanto a toda velocidad.

-¿A dónde vas?-

-A tomar aire-

No había salido en día de esta casa desquebrajada, estoy comenzando a volverme loca. El maldito gorila sigue aquí y su mirada al pasar por su lado es de pena. No me gusta que me tengan lastima. Me sigue y yo camino a paso acelerado, no quiero estar con nadie, solo quiero olvidar que mi mundo se está rompiendo en mil pedazos. Sin darme cuanta llego a la enorme casa de estilo barroco, con plantas y grandes árboles. Escucho risas salir de la casa y yo me mantengo parada frente a la puerta. Una chica de cabellera rubia sale, es de mi edad, tras ella Erik sale con una gran sonrisa que se borra al verme. Sé que es extraño y la verdad no se ni como termine aquí. Veo como le da un beso en los labios y ella sale con la melena algo alborotada, le paso por un lado ignorando su miranda asesina.

-¿Qué haces aquí Ana?- dice metiendo sus manos en los bolsillos y restándole importancia a mí presencia.

-Necesito un poco de la basura que vendes-

-No sé de qué hablas-

-No soy estúpida Erik y lo sabes-

-¿Qué ha pasado?-

-Ese no es tu problema-

-Tienes el dinero- saco lo que logre ahorrar de mi hermano y se lo tiendo- pasa- dice dándome acceso a la enorme casa.

-¿Para qué lo quieres?-

-Solo quiero olvidar mis problemas-

-Creí que decías que esta mierda daña-

-Solo dame lo que te estoy comprando-

-Debes tener cuidado- me un poco de cocaína- sabes cómo ingerirla-

-Me darías clases-

-No soy maestro-

-No le dijiste lo mismo a la chica que salió. Aunque es evidente que si no obtuviste eso con migo lo buscaras con otras-

-Celosa-

-La verdad no. No me importa lo que hagas.-

El mundo da vueltas y Erik besa tan bien. Sus manos recorren mi cuerpo con audacia y necesidad, además de que sus besos húmedos recorren mi cuello y me mentón. Puedo sentir la suavidad del mullido sillón en mi espalda. Todo me da vueltas, pero me siento bien.

-¿Qué mierdas haces?- logro escuchar, mi vista está un poco descolocada, pero estoy feliz, me siento volar.- Te dije que la quería limpia-

-Ella lo busco, yo no se lo ofrecí- las voces se vuelven más potentes. Mis parpados pesan pero al abrirlos diviso a un hombre mayor, que me toma con fuerza y me levanta de una sola, como si fuera una pluma.

-¿Qué tanto le diste?-

-No soy estúpido, la dosis mínima- es todo lo que logro escuchar después de caer dormida.

Despierto cubierta por un cobertor, el calor me azota y lo retiro, viendo que me encuentro en ropa interior. La cabeza me da vueltas y la tenue iluminación me lastima impidiéndome apreciar mi entorno. No recuerdo nada después de que el efecto de la cocaína se impusiera en mi sistema. La boca la siento pastosa y reseca.

-Ya despertaste- la voz gruesa hace eco en mi cabeza, haciendo que retumben mi cien y de un quejido por el dolor que me provoca- Come, luego te duchas y vistes- ordena.

-¿Dónde estoy?-

-En mi habitación. Tienes suerte que el idiota de mi hijo no se le pasara la dosis. ¿Tobo bien mi linda gema?-

-No soy una de tus prostitutas-

-Es solo cuestión de tiempo. Cuando tu mundo de derrumbe más y no tengas otra salida que acudir a mis brazos-

-Eso no pasara-

-Buscaste mi mercancía-

-Solo fue una vez-

-¿Y crees que será suficiente? Así comienzan Ana, una vez, luego otra, hasta que no encuentran que más hacer y su sistema les pide y les pide más. ¿Cómo sigue tu madre? Es muy triste lo que le paso. Ser apuñalada al salir del supermercado, esa noche lucia- suelta un suspiro.

-Eres un cerdo-

-Tal vez. Pero sabes querida Ana siempre consigo lo que quiero, al costo que sea. Ahora come y te duchas, sobre la silla te deje algo de ropa.- es lo último que dice antes de salir de la enorme habitación.

Observo el contenido sobre la bandeja y mi estómago protesta por el hambre. Devoro todo el contenido y me siento satisfecha, pero aun pasa por mi cabeza el porque me encuentro en ropa interior, pero no desnuda, solo espero que ese mal nacido no me haya hecho nada mientras estaba en ese estado tan deplorable. Espero unos momentos y me encamino al baño, donde me ducho retirando la esencia que me está intoxicando, aun me duele la cabeza y mi cuerpo pesado. Al salir, veo a Sebastián sentado en el borde de la cama, son sus ojos fijos en mí, es ahí cuando me arrepiento no haber metido la ropa que me ha proporcionado, se levanta y yo solo busco adentrarme lo más rápido posible al cuarto de baño sin éxito alguno. Ya que logra tomarme de la muñeca e infringirme dolor.

-Suéltala- ordena y lo miro con incredulidad ante sus palabras, sin entender a qué se refiere- La toalla Ana, suéltala- ordena y parece querer mantenerse calmado. Niego constantemente, aunque su voz y su presencia me tienen petrificada del miedo, que quiere hacerme. Sin previo aviso, me descubre con brusquedad y yo solo me encojo para tratar de cubrir mi cuerpo desnudo con la única mano libre, pero él lo impide- Hermosa- dice saboreando la palabra que ha salido de sus labios. -Vístete- dice dejándome caer sobre el frio piso, con mi cuerpo expuesto- hazlo- toma asiento en la cama y solo me observa. Busco la toalla con la mirada y la diviso muy cerca de él. Subo la mirada y veo como sonríe con autosuficiencia, como si fuera el jodido rey del mundo.

Analizo mis opciones y determino que la ropa está más cerca que toalla que yace a los pies de Sebastián. Me levanto y trato de cubrir inútilmente mi cuerpo desnudo, todo antes su atenta mirada, comienzo a vestirme. Siento como su dedo toca la piel expuesta de mi espalda, sobre la espina dorsal, haciendo que me petrifique.

-Aquí quedaría excelente- murmura y no entiendo sus palabras. Me giro cubriendo mis pechos con la tela del vestido y sé que mi expresión le parece cómica. Ya que sonríe ampliamente antes de salir de la habitación y dejarme con mil sensaciones en la piel.

TRAS LA MASCARA. (2° DE SAGA ATRACCIONES PELIGROSAS)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora