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"Tomemos caminos diferentes en la noche como dos polillas, pero entérate que volarás a casa conmigo."
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- Nunca había esperado para subir conmigo.

Natalia sonrió mirando por encima de su hombro al hombre que la seguía de camino al ascensor.

- A usted parece no molestarle.

- Supuse que se marcharía pronto, como casi siempre, ya sabe, porque su marido se molesta si habla con desconocidos.

- Debí darle una mala impresión.

- ¿Por qué lo dice?

- Las mujeres casadas no deben tomar café con otros hombres en un hotel tan solitario.

- Depende de como lo interpreten las demás personas.

James se encogió de hombros. Aunque si estaba mal visto que una mujer casada salieran a hurtadillas de sus habitaciones para verse a media noche con un hombre diferente, a Barnes no le interesaba, y parecía que a ella tampoco.

Habían decidido subir ésta vez juntos, pues el tiempo se había ido volando en su platica donde la mayoría del tiempo Natalia fue quién habló. Ella le había contado sobre los lugares a los que habia ido gracias al trabajo de su esposo, pues las redes del comercio Británico andaban muy activas por todas partes. Le habló emocionada, describiendo cada lugar como un escenario mágico; James creía que su escenario mágico no se situaba fuera de Norte América, era allí mismo, en aquella cocina vieja donde ambos estaban. Era mágico solo si ella estaba compañándolo.

Los fríos días de septiembre eran un martirio, sobre todo para su herida la cual pedía un poco de calidez. Se habían dado cuenta de que ya casi amanecía por que la cocina ya no iluminaba con luz artificial.

- ¿Cómo va el brazo? - Preguntó ella, subiendo finalmente a la caja metálica.

- Mejor.

- No me imagino cuanto puede doler.

- Hay cosas que duelen mucho más y no son físicas, puedes controlar los malestares carnales de tu anatomía pero no los psicológicos, solo aprendes a vivir con ellos. - La joven pelirroja frunció el ceño.

- Cuando comencé a practicar para la audición que me lanzaría al estrellato un accidente me arrebató éso. No asistí. Mis compañeras de la academia y mi familia me preguntaron si volvería a intentarlo el año próximo, y yo  dije: Por qué no. Pero no lo hice, y prácticamente fue así en toda mi vida desde aquello.

- No me refería a eso. - Él protestó. El elevador ya iba en ascenso.

- Es lo mismo, no puedes aprender a vivir con ello... Te consume.

- ¿El señor Barton forma parte de ello?

- Solemos ahogarnos en un vaso de agua juntos.

- Creo que el vaso ni siquiera está lleno.

Ella rió entre dientes, bajando sus brazos (que hasta ahora iban cruzados), dejándolos caer a sus costados. James se situó a su lado.

- Antes nunca iba sobrio a la cama.

- Yo nunca llegaba a la cama con sostén.

- No es una mala combinación para variar. - Señaló el castaño, alcanzando a rozar sus dedos con los de Natalia.

- Pero, son tiempos distintos. - Repuso ella, entrelazando sus dedos finalmente. Una sonrisa interna se pintó en los labios del soldado.

- Sí, supongo que sí.

La caja se detuvo en el piso ocho, por lo que algo traviesa, la pelirroja se soltó de su agarre y sonrió. James queria volver a tomarla de su mano, pero se contuvo.

- Que tenga un buen despertar, Madame.

- Adiós, James.

La vio alejarse nuevamente dejando que si peso se posará sobre la pared metálica que se hallaba a sus espaldas.

Just Be || WinterWidow Donde viven las historias. Descúbrelo ahora