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" No digas nada y siéntate a mi lado"
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Las noches casi siempre eran frías y las sombras proyectadas por la escasa luz que se colaba por las ventanas en su habitación eran sus únicas acompañantes. Estaba sólo, tan sólo.

James Barnes casi nunca podía dormir, y si lo hacía, despertaba a la una y siete de la madrugada a prepararse un té en el comedor del hotel donde se había estado hospedado desde hacía ya un mes. La guerra en la costa los había alcanzado, y lamentablemente, su brazo izquierdo pagó las consecuencias. Quizás ésta es una de esas razones por las cuales el insomnio lo aqueja diariamente.

Él no duerme de lado porque no puede, y realmente extraña abrazar su almohada en la pared.

Sus compañeros de tropa le habían dicho que no se preocupará, que pronto estaría de vuelta, es decir, no había perdido todo su brazo, pronto volveria a recuperar los movimientos en sus articulaciones, Bucky era un exagerado; pero lo tenía lastimado y el mínimo roce le dolía horrores.  Los muy idiotas no saben lo que dicen porque claramente no tienen idea de lo insoportable que es hacer las cosas como un tullido cualquiera. Pero el punto es que, se siente un inútil.

Una bala perdida se le incrustó en el ante brazo, dejándole una herida horizontal; perdió dos centímetros cuadrados de tejido, a ojos de las demás personas, ése no era un mal número, para él, era una cifra importante. Estirar el brazo de más le costaba la tranquilidad y la confianza en sí mismo.

Así que ahora estaba allí, inclinado al frente, intentando hayar al tacto sus zapatos viejos para bajar. Él no usaba el elevador para ir, lo utilizaba para subir, siempre, primero bajaba, luego llenaba el posillo de aluminio con agua y lo ponía sobre alguna parrilla de la estufa, esperaba que comenzarán a subir las burbujas y lo retiraba. Particularmente se quedaba esperando mientras miraba desde una rejilla de la ventana al lado de la alacena. Todo siempre era oscuridad o aveces se podían escuchar a los perros callejeros pelear, era entretenido verlos.

Tenía la bata de algodón puesta, los cabellos desordenados y el rostro reflejaba el cansancio puro de sus méritos diarios. Bajó lentamente, tomándose su tiempo, como si tuviera toda la noche para bajar escalón a escalón. La madera no rechinaba y eso era un punto a su favor.

Levantó la vista, echándole una mirada rápida al salón principal. Todo estaba en orden, incluso los cabellos desarreglados de la dama en el sillón.

Sostenía un libro en sus manos, los delgados dedos blancos pasaron de página y James se quedó mirando. Paseaba la vista de párrafo a párrafo, parecía volver al mismo lugar constantemente; él solía hacer lo mismo.

Hasta que el paso en falso del soldado dejo escapar el crujir del último escalón, acompañado con un quejido de dolor por parte del hombre, quien en un intento por sostenerse utilizó su mano izquierda.

Natalia, como se llamaba la pelirroja, levantó la mirada algo sorprendida puesto que podía verse que el hotel a esas horas de la noche parecía una casa embrujada; silenciosa.

- Lo lamento, no quería importunar su lectura... - Habló con voz ronca, la mujer se levantó rápidamente, haciendo amago de querer marcharse.

- No, no, está bien.

El soldado notó su incomodidad y se apresuró hablar, prometiéndose en sus adentros que obtendría más palabrería por parte de aquella mujer.

- Estaba por preparar té, ¿le gustaría un poco? - Ante todo, James seguía siendo cortés.

- No bebo té.

- Un café entonces.

Los ojos de ella pasearon el salón y luego las escaleras, asegurándose de que realmente ya no había nadie despierto a aquella hora. Lo aceptó, siguiendo los pasos del soldado hasta la pequeña cocina, donde lo miró pasearse de aquí para allá en busca de dos tazas, ella se había ofrecido a poner el agua al fuego.

Just Be || WinterWidow Donde viven las historias. Descúbrelo ahora