Cielo E Infierno [RiRen«Infrarrojo»] - P A U S A D A

V E N E N O

Una larga espera y una idea que rondaba en su cabeza no lo dejaba descansar en paz. Pero, ¿Cómo podrías dormir luego de aquél suceso?

—Pude haberlo evitado–. Susurró Levi, quién recostado en el suelo cerca a la habitación donde Eren era "sanado", esperaba paciente el regreso de Armin con noticias acerca de su mate.

Frustración no describía lo que sentía, si no, terror.

Levi temía ante la idea de perder a su destinado, y a pesar de tener un semblante tranquilo y sereno. Por dentro la culpa y remordimiento se lo estaban comiendo.

Y es que, ¿De verdad estaba en su realidad? O ¿Era acaso una pesadilla de la cuál quería despertar?

»Habían pasado horas incontables para el azabache, horas que hacían que por la angustia quisiese arrancarse la garganta con sus garras. Y no lo era todo, quería venganza.

Su sed de venganza hacia la única persona con quién él contaba estaba presente, deseaba ver a Mikasa agonizar en sus manos y verla suplicar por su vida.

Aunque, Levi nunca fue un ser misericordioso. Él  nunca perdona una traición.

»Agachó la cabeza; llevando sus manos a su rostro, apretandolo, totalmente desesperado, sintiéndose consumido por la posible muerte del ser que estaba predestinado a estar a su lado.

Y es que, luego de haberlo encontrado, luego de siglos buscándolo y creyéndose los mitos de parejas destinadas, era absurdo que luego de miles de cientos de años desde que se fue, lo pierda otra vez por el siemple hecho de que NO pudo protegerlo. Otra vez.

»Vió entrar a Hanji y a Erwin sin nada en sus manos, supo que Mikasa había escapado. Pues ahora, él mismo tendría que buscarla y acabar con ella si era la responsable de la muerte de Eren. Estaba tan cohibido, tan perdidos. Y a pesar de que jamás le ha pedido nada a nadie,  él tenía como último deseo de al menos, proteger los últimos momentos de vida de su mate.

»Hanji intentó hablar con él, se acercó minuciosamente hacia él, tratando que no saltara directamente a su yugular. Pero Levi se encontraba taciturno, casi imperceptible hacia la razón de su amiga. Estaba tan ido pensando en posibles resultados desastrosos, que no escuchó los pasos de cierto rubio, ni cuando abrió la puerta ni cuando fue cerrada sepulcralmente, para, acto seguido, sentarse a su lado.

No reaccionó hasta que Armin tocó su hombro. Su tacto helada chocó con la gélida tez del azabache, y sin el poder de sentir algo más allá que una muestra de apoyo, Levi se levantó de golpe, con la intención de ir directo hacia la habitación.

No había terminado de cumplir su cometido, cuando ya los tres presentes se le interpusieron.

—Déjenme pasar–. Masculló con lo que le quedaba de paciencia. Mientras intentó abrirse paso hacia la habitación.

Armin miró a Erwin, y supo que no debía entrar, no debía ver a su compañero en tal estado. Tan demacrado y sin color en su cuerpo ni en sus ojos.

Erwin tomó a Levi del hombro izquierdo, apoyando su mano en este, trasmitiendo todo su incondicional apoyo e intentando regresarlo a la realidad.

—Levi, deja que hable Armin–. Susurró la castaña, tan aterrada como él mismo. Vió entonces cómo Levi bajaba la cabeza, y fue testigo de quiénes no creían que un ser frío pudiese mostrar tal grado de vulnerabilidad.

Levi estaba mordiéndose el labio tan fuerte, que sus blanquecinos colmillos soltaron la sangre de la comisura de sus labios. Sus ojos azabaches metálicos estaban cargados de furia y su cuerpo, tieso e irrevocablemente perdido de la realidad, se guardaba todo con tal no hacerles daño.