Capítulo 3: De motos a helados de fresa

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—Vive en una pirámide. Donde él es rey, pero quién sabe, tal vez la dulzura le haga borrar su soberanía.

Harry sabía que tenía que juntarse con Draco, pero no sabía a qué hora. El rubio solamente había dicho mañana y eso era todo.
Por eso cuando despertó a las diez de la mañana y vio la niebla por su ventana, decidió seguir durmiendo mientras se abrigaba  entre sus tapadas.
A las dos de la tarde el clima pareció no cambiar en nada, luego de una sopa, Harry salió rumbo al instituto, no sin antes despedirse de su padrino.
Su respiración era simple vapor, trató de cubrir su nariz con su bufanda.
Y cuando llegó, vio a su compañero, sentado sobre su moto, con una chaqueta de cuero y si era posible, con la piel más blanca de lo común.

—¿Malfoy? —Preguntó, arrepintiendose al instante. Al momento que la gris mirada se clavó en el.

Draco tenía la mandíbula tensada, una clara muestra de que estaba que rompía sus dientes por apretarlos tan fuerte.

—Te dije mañana.

—Lo sé. Aquí estoy. —Dijo Harry confundido.

—Y llegas tarde, ¿Sabes lo patético que es el simple hecho de que te esté esperando a ti, durante cuatro malditas horas? —Preguntó, acercándose a Harry, quien por puro instinto dio un paso atrás. No sabía si responderle era una opción.

—Lo siento. —Murmuró, arrugando la nariz, causando que sus lentes se movieran unos centímetros hacía arriba. — Pero no dijiste una hora.

—¡¿Pero qué no se te ocurrió pensar que quería pasar el menos tiempo, posible, contigo?! —Preguntó alterado. Suspiró pesadamente, mientras se llevaba una mano al cabello revuelto y peinarlo hacía atrás. —Sube. —Ordenó de manera firme. Dando media vuelta y caminando hacia su moto.

Harry intentó salir de su trance, mirando con ojos llenos de sorpresa a Draco. Que estaba subiendo a la moto y, esperaba que él también lo hiciera.

—No creo que sea buena idea. —Concluyó Potter, sujetando su mochila con firmeza, al mismo tiempo que avanzaba despacio hacía el chico.

—Tú no me dirás qué es una buena o mala idea. Así que sube de una maldita vez. —Dijo sin mirarlo, bastante harto.

Potter tragó saliva, sujetando otra vez su mochila. Tomó con cuidado el casco que Draco le tendía, y se lo puso. Suspirando, porque tenía miedo y sentía que Draco Malfoy lo iba a matar. Quizás lo dejaría tirado en medio de la carretera.

Luego de pensarlo un momento, se subió a la moto, evitando a toda costa hacer contacto con el cuerpo del chico al que detestaba.
Cuando Draco sintió que el estúpido detrás de él, no iba a caer. Arrancó.
Sí bien Harry había dado por hecho no hacer contacto con el chico malo de los pasillos del instituto, cuando la moto arrancó, le fue inevitable no aferrarse al muchacho, como si su vida —literalmente—, dependiera de ello.

Harry podía sentir como su corazón palpitaba, y no sabía si era porque era su primera vez viajando en una moto o porque sus manos estaba firmemente agarradas, del abdomen del rubio. Y podía sentir lo bien que le hacía el ejercicio, en ese momento, tocando ese firme y fuerte abdomen.

No Harry, eso es malo. Se dijo así mismo. Cerrando los ojos.

Draco por su parte no sabía cómo sentirse, él quería matar a ese enano hueso y ñoño. Pero mientras lo sostenía de esa forma, como sí él, Draco Malfoy, realmente fuera alguien que lo salvaría, se sintió bien.
Porque también gracias al viento salvaje que les chocaba en la cara, podía oler a mayor gusto el perfume de Potter.
Era un olor cálido y dulzón.

Demasiado dulce. Pensó, alegando mentalmente que a él le gustaban otras cosas.

Muy al contrario de todo lo planeado, Draco y Harry terminaron haciendo el trabajo en una cafetería, que el rubio parecía conocer muy bien. Dado el buen servicio de varias meseras a ellos y los comentarios bastante ácidos por parte del gerente.

—Es mí padrino. —Había aclarado Malfoy sin apartar la vista de lo que escribía. Cuando dicho hombre había comentado lo mal educado que era el joven rubio.

Harry no había preguntado, en realidad no le interesaba saber, pero por alguna razón, que Draco tampoco entendió, este se vio en la necesidad de aclarar algo importante en su vida. Algo tan secreto por igual, que ni siquiera Pansy, su supuesta novia, lo sabía.

Luego de estar un rato juntando información y rescribiendola en el portátil que tenían, buscar imágenes y alegar sobre qué cosas eran más relevantes que otras. Draco decidió, entonces al dar por finalizado su trabajo, una invitación medio camuflada a Harry Potter.
Al mismo niño que le tiraba los cuadernos en los pasillos y le hacía caer en gimnasia.

—En serio, tarado. —Dijo sin poder evitar insultarlo, mirando casi como un perrito lastimado a su padrino, quien desde lejos lo mataba con esa mirada sería. — Tómalo como un premio.

Potter frunció el ceño, no era una mascota pero sin embargo aceptó muy ofendido tal invitación del rubio.

—Quiero un helado. —Admitio.— Un helado de fresa.

Y el rubio quiso darle un golpe en la cabeza, porque ahí no habían helados. Entonces, muy enojado, salió por la puerta de la cafetería, cruzó la calle, espero 15 minutos y luego volvió. Con dos helados de fresa y un claro disgusto reflejado en su rostro.
Harry le sonrió en agradecimiento y sin querer, realmente sin querer, el corazón de Draco comenzó a latir de prisa, cuando notó aquella sonrisa de la que el mismo se había privado.

Asustando al niño.

—De nada. —Murmuró bajo, mientras se acomodaba en la silla.

Draco odiaba lo dulce, pero se tomó en silencio aquel helado de fresa, que Harry disfrutaba. Y se permitió respirar con calma, mientras de forma inconsciente dejaba relajar las facciones gruñonas de su rostro.

—Debo irme. ¿Te llevas tú el trabajo? —Preguntó Harry, acomodando su mochila.

—Claro. Voy a dejarte. —Afirmó. Sin esperar una sola objeción.

Fue una enorme sorpresa para Ron Weasley, ver a su amigo llegar en la moto de un muchacho, pero más sorprendente —y aterrador— fue ver que ese muchacho era Malfoy.

Ese día tendrían una larga charla sobre situaciones muy raras.

Al menos no el chico buenoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora