lll - La Fiesta.

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- ¡Vamos entra! - pedí, mientras sostenía la puerta principal del restaurante. Amanda escrutó mi cara y me lanzó un guiño de ojo. - ¡Hora de trabajar! - señalé.

- La maldita rutina. - contestó ella con inmediatez.

Miré alrededor... Jueves de tarde y los empleados en sus respectivos puestos. Todos estábamos listos para una nueva jornada laboral en cierta parte era placentero luego se volvía estresante cuando las personas concurrían en cantidad demandante al restaurante, eso requería el doble de nuestros servicios.

- Eso te queda estupendo. - acotó Amanda.

- ¿Tú crees? - pregunté con cierta modestia, ofreciéndonos unos retoques frente al espejo. Tenía el pelo recogido en la parte superior de la cabeza en forma de moño, maquillada sin demasiada pretensión en sobresaltarlo, llevaba una camisa roja con rayas negras, el pantalón color café y una gorra negra. El uniforme distintivo del KFC.

- Pase. - dije al oír golpes en la puerta. Era la figura del señor Berny Thomas recostándose de brazos cruzados.

- ¡Jovencitas!, será mejor que se apresuren. En cinco minutos damos inicio a nuestra actividad comercial. - recordó con una leve sonrisa.

- Estamos casi listas... Sólo unos segundos más. - contesté, cuando él miró el reloj observándonos en silencio y se alejó.

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Dos horas después me encontraba concentrada en aquella caja repasando las cuentas que los clientes consumían dentro del local. Amanda se veía bastante exhausta, yo... Por mi parte asentí con la cabeza y continué con lo mío.

- Su Big Box Full son 5,99U$$, ¿Se le ofrece algo más señor? - pregunté levantando la mirada.

- ¿Usted ve a un señor aquí?, ¡Joven por favor! - bromeó él chico. - Por cierto, no tenía ninguna idea de aquí trabajaban chicas tan hermosas como tu. - prosiguió con mucha intención de halago. - No. - dije bruscamente. - ¿Algo más joven? - respondí una vez más.

El modo en que me dirigía a él le parecía gracioso. Eso hacia que me irritara más de la cuenta.

- ¡Upps!, ya veo... poco afable con la gente, ¿Qué diría su jefe - apuntó hacía el señor Berny. - ¿Si le manifiesto su trato con los clientes en el trabajo? - se respondió airado. Ignoré su comentario y torcí el gesto con enfado.

- Entonces, ¿No me dirás tú nombre? - preguntó volviéndose más insistente - lo miré con desprecio.

Se inclinó hacia mi cara de tal manera que podía sentir su aliento sobre mi boca.

- Perdona, ¿Dije algo desubicado? - preguntó confuso.

Di un suspiro negando con la cabeza.

- Y dime, ¿Cuál es el problema? - insistió levantando una ceja.

- El problema es su presencia. No me agradas - sentencié con una mirada fulminante.

Una sonrisa amplia cruzó lentamente su rostro antes de hablar. - Y dime, ¿Eres así de ruda?, ¡Me encantan rudas! - cortejó acercándose a mi labio. - Me fascinan las chicas difíciles. - se rió airadamente.

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