Capítulo 5

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- Hola, Mimi. - dije algo cortada.

- Hola, Ana. - dijo con una mirada de pena que no se me olvidará jamás.

Se me vino el mundo encima. Su mirada. Su puta mirada. Nunca antes me había mirado así, ni había visto esos ojos verdes con tan mal color. A ver, que es normal que esté así porque he sido una completa gilipollas pero, ¿qué podía hacer? Nada. No dejo de cagarla, que se vé que es mi especialidad últimamente. Lo peor es que con quien la cago es con quien no debería, con ella.

Como había llegado tarde, estaban ya todos sentados, y recé porque no me tocase a su lado, por suerte no fue así, aunque me tocó en frente así que no sé qué es peor. Me senté entre Ricky y Miriam, los cuales estaban muy animados ya porque habían estado tomándose unas cervezas antes de cenar.

Pasó la cena y la verdad es que no hablé mucho porque no estaba con ánimos ya que si antes me sentía como una mierda con todo este rollo, después de verla me sentía muchísimo peor. Sentía la mirada de Mimi en mí cada vez que hablaba con alguno de mis compañeros, cada vez que miraba al frente veía como escondía su cabeza y se hundía en el asiento. Joder.

- Bueno, ¿voy sacando el alcohol o qué? - dijo Ricky.

- Siiiiiiiii venga, que hoy quiero ponerme ciega! - soltó Amaia más contenta de lo normal.

- Bueno, yo creo que voy a ir yéndome ya a casa. - dije esperando que no pusieran ninguna pega.

- ¿Ya te vas? - pregunta que me dejó descolocada ya que la hizo la última persona que pensaba que podría hacerla.

- Venga, Ana, quédate que para una vez que nos vemos... - dijo Ricky con cara de pena para convencerme.

- Eso, quédate. - volvió a intervenir Mimi, la cual acabó de convencerme completamente.

Al final, pues decidí quedarme, porque no podía evitar no hacer caso a Mimi cuando me pedía algo, menos aún cuando lo hacía con esa mirada de cachorrito que sabía perfectamente que rompía todos mis esquemas.

Comenzamos a beber, parecía que el alcohol no se acababa nunca, se vé que Ricky hizo buena compra ese día porque había botellas para dar y regalar. Él, que siempre era muy precabido. Esa noche habíamos decidido no salir a ninguna discoteca ya que cada vez que lo hacíamos siempre había algún fan que hacía que tuviéramos que controlarnos (a ver, tampoco es que nos pongamos fatal, pero ir un poco contentilla nunca viene mal). 

Estábamos dándolo todo en el salón de Ricky, ya llevaba unos cuantos cubatas con ginebra, a mí es que me gustaba ir fuerte, para qué ir con pequeñeces. Cuando ya empezaba a agobiarme un poco por el alcohol que llevaba en sangre (teniendo en cuenta que me sube rapidísimo), decidí salir al balcón a fumar, adivinad quién salió tras de mí en cuanto me vio abrir la puerta...

- ¿Tienes fuego? - me preguntó como si fuera una pregunta súper típica en ella.

- ¿Desde cuando fumas?

- Desde que me hace falta. - claramente esa respuesta iba con segundas, pues empezábamos bien.

Le dí fuego, saqué un cigarro de mi pitillera (menos mal que había sido precabida y me los había liado antes de venir porque en ese momento no estaba en condiciones como para ponerme a liar cigarros, la verdad) y me lo encendí después de ella. Estábamos las dos mirando por el balcón hacia el frente (tampoco es que hubiera buenas vistas, pero algo es algo) aunque demasiado cerca, ya que el balcón tampoco era muy amplio.

- Mimi, ¿podemos hablar?

- ¿De qué quieres hablar?

- Pues de qué va a ser Mimi, lo que pasó hace un mes en la discoteca... - dije mirando al suelo.

Mujer Bruja 🔮 #WarmiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora