Capítulo 1

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Luego de la batalla en Dark Nebula, las cosas han estado un poco extrañas por aquí.

Por supuesto, yo ya estaba completamente recuperado, así que me fui de la casa de Madoka. Kyouya Tategami no es carga de nadie, no señor.

No obstante, regreso casi diario... o mejor dicho, cada noche.

Poco después de irme, supe por Benkei que Ginga empezó a tener pesadillas; según le dijo Madoka, usualmente se despertaba en la noche y/o en la madrugada gritando y se quedaba paralizado e ido.

Y por supuesto que yo tenía que hacer algo al respecto. Se trata de mi Ginga después de todo.

Siempre he sido hábil para moverme por esta ciudad, así que nunca era difícil colarme al taller de Madoka por las noches para recostarme al lado de mi lindo pelirrojo y velar por sus sueños.
Las pesadillas no desaparecieron, pero era bastante fácil para mi calmarlo, incluso sin tener que despertarlo. Cuando él empezaba a removerse tomaba sus muñecas y las apretaba contra el lecho, susurrando en su oído para que sintiera que no estaba solo; de vez en cuando un toque fugaz en sus mejillas o un beso hacia el truco, y entonces Ginga se calmaría y daría la vuelta hacía mí, para acurrucarse en mi pecho.

Era verdaderamente agradable, sentirlo tan vulnerable, frágil y buscando refugio en mí me daba una paz increíble, terminaba por dormirme allí a su lado, con mis dedos paseando por su cabello de fuego... aunque muy pocas veces me quedaba hasta que él despertaba.

Anoche no llegué a dormir con él, había estado lloviendo pero ese no era problema, en realidad me había pasado la tarde entrenando con Leone y 'una siesta' se me fue de las manos, así que me dirijo a la casa de la mecánica con la intención de entrar por la puerta, como se debe.

Antes de poder siquiera acercarme, escuché a esos tres diciendo que Ginga no estaba, que se había ido incluso sin comer su plato favorito.

Qué extraño, ama las hamburguesas.

Todos estaban hablando de la batalla con Ryuuga de hace unas noches atrás. Sabía mejor que nadie que mi dulce pelirrojo aún no se reponía de esa batalla, ni siquiera hemos hablado al respecto nosotros solos, pero mientras los escuchaba sabía que ellos no comprendían bien la magnitud del golpe que había recibido Ginga.

Yo tampoco lo comprendía totalmente, hay muchas cosas de él que no sé, pero claramente lo entendía mejor.

Después de todo, nuestros espíritus bladers son afines.

Escuché pasos.
No sabía si era Ginga pero igual me mantuve oculto mientras los otros tres seguían hablando sobre Ryuuga y qué tendrían que ver con Ginga.

Y entonces lo oí gritar al bajar las escaleras.

Tuve que ahogar una risilla cuando lo escuché pelearse con Benkei por la hamburguesa que había dejado, aunque era obvio que él también los había escuchado y quería cortar el tema.

O, al menos, es obvio para mí.

Otros tres niños llegaron, creo que eran los amigos de Kenta.

Tsk! Ya había demasiada gente aquí. Tendré que esperar a que se vayan.

—Ginga, por favor enfréntame.

Ahora, eso era interesante. Lo habían retado.
¿Qué dirás, mi caballo alado?

Admito que me irritó escucharlo dudar, y supe enseguida que no había caso, a pesar de que aceptó. Su espíritu no estaba en ello, se le notaba tan solo en la voz.

Entre Colmillos de León y Cuernos de CarneroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora